Los últimos meses de su vida, el arquitecto Antonio Gaudí (1852-1926) vivió en un taller instalado dentro de la Sagrada Familia de Barcelona.
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En ese taller en el que Gaudí dedicó por completo sus
últimos meses a su gran obra, colgaba del techo una serie de estrellas
poliédricas. Una de ellas era el modelo de la que, casi un siglo más tarde,
acabaría coronando una de las torres más altas de la Sagrada Familia. Debía
hacerlo con una indicación muy clara: tenía que ser una estrella “luminosa”,
tal y como se lee en los textos que quedaron de los años 20 del pasado siglo.
En los planos, de hecho, se aprecia una estrella en lo alto de la Torre de la
Virgen María.
Dicho así,
el encargo puede parecer más o menos sencillo. Sin embargo, como ocurre con
todo lo que rodea a la obra maestra del genio catalán, no lo es. Construir una
estrella de vidrio y acero para instalarla en lo alto de una torre de 138
metros es todo un reto, incluso hoy en día. Esta es la historia detrás de la
nueva estrella que, desde el pasado 8 de diciembre, ilumina el cielo de
Barcelona con la colaboración de la Fundación Endesa.
UNA ESTRELLA PARA LA SAGRADA FAMILIA
Poco después
de la muerte de Gaudí, su discípulo Isidre Puig Boada describió la estrella que
debía coronar la Torre de la Virgen María de la Sagrada Familia. Una estructura
que se remató durante el año 2021. “El cimborrio o cúpula del ábside se dedica
a la Madre de Dios, según la tradición bizantina, y es coronada por una
estrella luminosa, la Stella Matutina”, escribía.
El modelo
que colgaba del techo del estudio de Gaudí era un dodecaedro del que salen doce
pirámides, que son sus puntas. Como, además, debía dar luz, la estrella debía
construirse en vidrio, con una estructura de acero inoxidable en las aristas y
con una serie de luces situadas en el interior de su núcleo. De esta manera, la
estrella reflejaría la luz del sol durante el día y, por la noche, emitiría la
procedente de los puntos de luz de su interior.
Cada uno de los focos que van dentro del cuerpo de la
estrella está compuesto por doce haces de luz: ocho perimetrales, en forma de
círculo, y cuatro centrales, en el centro de este círculo. Mientras los
perimetrales tienen un haz de luz más amplio para bañar de luz el interior de
la pirámide, los cuatro centrales proyectan un haz mucho más estrecho, que
llega hasta la punta de cada pirámide.
Para llevar a cabo este proyecto de
iluminación artística de la Torre de la Virgen María, la Fundación Endesa y la Fundación
Sagrada Familia realizaron un acuerdo de colaboración. Se trata de un proyecto
que afrontaba un triple reto: técnico, artístico y de sostenibilidad. Al fin y
al cabo, no solo es necesario iluminar una estrella de tamaño considerable a
una altura importante. Además, hay que hacerlo sobre la obra maestra de Gaudí y
con el menor impacto ambiental posible.
“Para llevar a cabo el proyecto de
iluminación de la torre, hemos hecho uso de tecnologías de bajo consumo.
Concretamente, de tecnología LED. Esto nos permite reducir su consumo
energético hasta diez veces respecto a una instalación con lámparas
convencionales”. Así responde Fernando Villa,
director de Edificación y Tecnología de la Junta Constructora del Temple
Expiatori de la Sagrada Familia, sobre la sostenibilidad del proyecto.
En términos de potencia, cada haz de luz requiere
solamente 43 W. Es decir: la nueva luz que ilumina el cielo de Barcelona tiene
una potencia total de 516 W, que es aproximadamente la que emplea una
licuadora.
CÓMO SE CONSTRUYE (HOY) UNA ESTRELLA PARA GAUDÍ
“En el
proceso de desarrollo del proyecto que dejó Gaudí, nosotros seguimos su método.
Él trabajaba primero en 3D y, después, en planos. Era hijo de un calderero y
estaba acostumbrado a trabajar en volumen”, explica Fernando Villa.
“Gaudí hacía
primero las maquetas y, una vez que desarrollaba la solución que él quería, se
pasaban a planos. Con las nuevas tecnologías, nosotros empezamos diseñando en
3D, creamos maquetas con impresión 3D y, una vez finalizado el proyecto,
comenzamos a construir”. Un despliegue que, en los últimos años, se completa
con el uso de otras herramientas como la realidad virtual.
Sin duda, el uso de nuevas tecnologías ha resultado de
gran ayuda a la hora afrontar el reto técnico que supone crear e instalar una
estrella imaginada por Gaudí. No solo por las dimensiones del astro, que son
considerables, sino también por el desafío que supone instalarla a semejante
altura. Allí, el elemento estará expuesto a las distintas condiciones
meteorológicas. Además, no hay pararrayos en Barcelona capaz de protegerla de
las tormentas.
Esta es la razón por la que, antes de decidir qué
materiales se utilizarían exactamente para construir la estrella, hubo que
pasar varias pruebas. Una de ellas incluía un laboratorio especializado en
materiales a prueba de rayos. Allí se envió una de las doce puntas de la
estrella, cuyos materiales fueron sometidos a la descarga de un rayo antes de
llegar a una versión final.
Las temperaturas que deberá soportar la estrella
también han influido en su desarrollo. Estamos hablando de Barcelona, una
ciudad cuyo récord de temperatura nocturna es de 42ºC. Con esa referencia, los
focos se diseñaron para funcionar correctamente incluso cuando hay los 50ºC en
su interior. De día, tanto la estructura como los focos apagados pueden
soportar hasta casi 80º centígrados. Aunque hay distintos elementos
arquitectónicos de vidrio y acero en altura en el mundo, básicamente se tomaron
como referencia las indicaciones de Antonio Gaudí, bastante claras al respecto.
¿Y qué ocurre si algún foco tiene algún problema? De eso se
encarga la digitalización del proyecto lumínico, que permite controlar,
monitorizar y gestionar las luces a distancia. “Podemos saber cuál es el estado
de cada uno de los focos en cualquier momento. Incluso podemos regularlos de
manera sencilla y sin necesidad de tener que subir a cambiar su configuración”,
detalla Fernando Villa.
En
concreto, los focos disponen de sensores que van incorporados al sistema de
control general de toda la iluminación del templo. Si algún foco funciona de
manera distinta a la establecida o se superan ciertos parámetros, una alarma
avisa para tomar medidas inmediatamente y en remoto.
COLOCAR (Y
ENCHUFAR) UNA ESTRELLA A 138 METROS DE ALTURA
Tras la construcción y la instalación del sistema de
iluminación en el interior de la estrella, solo quedaba subirla justo donde la
quería Gaudí: en lo alto de la Torre de la Virgen María de la Sagrada Familia.
Y conectarla, por supuesto. Es decir: aupar una estrella de cinco toneladas y
media a 138 metros sobre el suelo y enchufarla para que pueda iluminar el cielo
de Barcelona. Los retos técnicos del último gran sueño de Gaudí seguían
desafiando la capacidad humana casi un siglo después de su muerte.
“Uno de
los puntos más interesantes a la hora de colocar la estrella fue su conexión
eléctrica. Para llevar a cabo esto, tuvimos que meter a una persona dentro de
la estrella que hiciera la conexión final de todos los elementos. El equipo de
profesionales que lo hizo es increíble”, reconoce Villa.
Antolín Fernández es la persona que viajó dentro
de la estrella a 138 metros de altura para realizar esa conexión. Es un
especialista en trabajos de altura que lleva desde 2008 trabajando para la
Sagrada Familia. En esta especialidad se utilizan técnicas de escalada y
espeleología, adaptadas al mundo laboral, que permiten a estos profesionales
alcanzar lugares prácticamente inaccesibles para el resto de los mortales. Antes
de subir, es necesario entrenar en cota cero, al nivel del suelo, para poder
realizar las conexiones en el menor tiempo posible. Para ello, se crearon unos
conectores especiales que facilitan la labor.
“Somos un
equipo extenso y llevábamos ya varios meses trabajando en este proyecto. Fue
muy emocionante recibir la estrella, mecanizarla y conectar la iluminación.
Solo estaba pendiente de lo que tenía que hacer, de que todo saliera bien.
Justo en el instante en que acabamos de conectar la iluminación fue cuando
pensé: ‘Lo hemos conseguido’”, recuerda Antolín.
TRABAJAR PARA LA POSTERIDAD
“Fue un momento muy emocionante porque supone formar parte de algo emblemático. Al terminar nos sentimos relajados por haberlo conseguido, pero también orgullosos y agradecidos de que hayan contado con nosotros para poder realizar este trabajo”, añade Antolín. “Ahora, cuando miro la estrella desde abajo, pienso en todo lo que hemos vivido hasta llegar ahí. Todo el trabajo, el esfuerzo, el entrenamiento, la formación, los momentos buenos y malos… y siento la satisfacción de verla finalizada. Me siento partícipe de algo que será historia”.
Precisamente, esa sensación de trascendencia que describe Antolín al hablar sobre el momento de la conexión de la estrella es la misma que detalla Fernando Villa cuando se le pregunta qué supone trabajar en la Sagrada Familia.
Ana García Novo
Fuente: El Norte de Castilla