Vio al Niño Jesús en la Misa de Medianoche y experimentó la belleza del amor de Dios por ella
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Santa Faustina es mejor conocida por sus visiones
milagrosas de Jesús y su mensaje de la Divina Misericordia.
En su vida, sin embargo, experimentó muchas otras visiones de
diferentes formas. Todas ellas expresaban el amor infinito de Dios por la humanidad
y el amor particular que Dios tiene por cada alma.
Por ejemplo, en la Misa de Medianoche de la Nochebuena de 1937,
santa Faustina tuvo una gloriosa visión del Niño Jesús, de la que escribió en
su Diario, describiendo lo
sucedido:
«Cuando
llegué a la misa de medianoche, inmediatamente desde el principio me sumergí en
una profunda meditación, en la que vi la choza de Belén inundada de tanta
luz. La Santísima Virgen envolvió a Jesús en pañales, todos absortos en un gran
amor. San José, en cambio, todavía dormía. Solo cuando Nuestra
Señora colocó a Jesús en el pesebre, la luz divina despertó a José, quien se
unió a ella en oración. Después de un rato me quedé sola con el pequeño Jesús,
quien extendió
sus manitas hacia mí y comprendí que tenía que tomarlo en mis brazos. Jesús
puso Su cabeza sobre mi corazón y con una mirada profunda me hizo entender que
estaba bien al lado de mi corazón. En ese momento Jesús
desapareció y tocó el timbre de la Sagrada Comunión».
Fue un encuentro breve, que sin embargo ofreció a Faustina una
lección de incalculable valor.
Fortaleció en su corazón la
conciencia del inmenso amor de Dios y le mostró
el verdadero significado de la Navidad.
La Navidad trata sobre todo de
acoger al niño Jesús en nuestros brazos y dejarlo reposar en nuestro corazón.
Como era de esperar, esta visión ocurrió justo antes de la Sagrada
Comunión, cuando Jesús puede hacer exactamente eso.
Al recibir la Eucaristía podemos permitir que Jesús descanse en
nuestro corazón y derrame su amor por nosotros.
Cuando te acerques al banquete eucarístico el día de Navidad,
recuerda esta visión de santa Faustina y deja que domine tus pensamientos y
oraciones. Al hacer esto, puedes imaginar al Niño Jesús abriéndote los brazos,
esperando que lo tomes.
Y cuando recibas la Comunión podrás hacerlo descansar en tu
corazón y recibir su mirada amorosa.
La Navidad nunca volverá a ser la misma.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia