Vergüenza
| Dominicas de Lerma |
Hola, buenos
días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Esta semana le
tocaba a otra hermana encender las velas de la corona de adviento, pero, con
tal mala pata, que no me di cuenta de que el mechero que le habíamos dejado
para prenderlas estaba gastado. Así que ella, al intentarlo, ¡no había manera!
Y, en medio de vísperas, tuvimos que salir a ayudarla con otro.
Aquella misma
noche lo recargué y, segura de que iba a funcionar, lo dejé en el mismo sitio.
Pero, a la mañana siguiente… ¡nada! Le dio por no funcionar y, tras un montón
de intentos, tuvimos que volver a salir a auxiliarla.
Después,
durante laudes, el Señor me regaló ver que el primer día me reía de mí misma,
pero el segundo ya no me hizo ni pizca de gracia. Esto realmente era una cosa
sencilla, pero sirvió para darme cuenta de que meter la pata un día no pasa
nada, sin embargo, que todos vean tu errores un día tras otro, no gusta a
nadie.
El Señor me
regaló volver a descubrir lo liberador que es fallar delante de los demás. Y,
claro, no pude menos que darle la razón, porque Sus palabras tenían sentido.
Es bueno ser
pobre y que los demás lo vean, porque te da una gran Libertad al darte cuenta
de que te puedes equivocar y no pasa nada, que los demás te aman como eres y
como estás. A la vez, al sentir el bien que te hace la compresión de los demás,
eso provoca en tu interior una necesidad de comprenderles también tú en sus
debilidades.
También te
coloca en tu lugar, en la realidad, pues te hace ver que eres humano y que Dios
solo hay uno. Y de esta manera se ve la rectitud del corazón, y se va afinando
aún más para hacer las cosas solo buscándole a Él. Porque si le buscas a Él en
lo que haces, cuando te confundes o te equivocas no te alcanza la frustración,
porque no estabas buscando nada fuera de Él.
Qué bueno es
ser pobre, qué grandeza se oculta en equivocarse, qué Libertad da la pequeñez.
Desde ahí le vamos dejando ser más a Él y menos nosotros.
Hoy el reto del
amor es no tener miedo a que se vea tu fragilidad. La fragilidad, lejos de
hacernos débiles ante los demás, nos hace fuertes, porque es Cristo quien se
hace fuerte en nuestro corazón, dándonos una enorme libertad y así es como nos
va ensanchando para amarnos a nosotros mismos y para amar a los demás como son
y como están.
VIVE DE CRISTO
¡Feliz día!
15 Diciembre
2021
Fuente: Dominicas
de Lerma