El Papa Francisco participó en un encuentro con 50 jóvenes de Scholas Occurrentes en el Pontificio Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae, de Roma
El Papa escuchando los testimonios |
En un ambiente de diálogo y fraternidad, el Santo Padre contestó
una serie de preguntas en las que reflexionó sobre la crisis migratoria y la
grave situación de los refugiados en los "campos de concentración" a
lo largo de la costa libanesa, a la vez que pidió acabar con la violencia
contra las mujeres, que son "vendidas como mercancías".
La tarde del jueves 25 de
noviembre Francisco conversó con unos 50 jóvenes de Scholas Occurrentes en
un encuentro organizado en el Pontificio Colegio Internacional Maria Mater
Ecclesiae, de Roma, que estuvo marcado por un ambiente de diálogo y fraternidad
en el que el Pontífice profundizó sobre varios de los temas más críticos y
actuales de la agenda internacional.
Ante la presencia de los
directores mundiales de Scholas, José María del Corral y Enrique Palmeyro,
acompañados de chicos y chicas de entre 16 y 27 años en representación de unos
cincuenta países del mundo; el Pontífice respondió a algunas preguntas que le
plantearon, después de haber compartido con ellos canciones y testimonios, así
como una representación teatral, en la que los jóvenes, ataviados con máscaras
blancas con rayas de colores, simbolizaron "el dolor" que aflige a la
juventud actual.
También estuvo presente el
Ministro de Educación italiano, Patrizio Bianchi.
No perder la
capacidad de encuentro, no fosilizarse
Consciente de las problemáticas
que afectan y preocupan a las generaciones del futuro, Francisco alentó a los
jóvenes a no perder "esa capacidad de encuentro con el otro", de lo
contrario, corremos el riesgo de fosilizarnos:
“O sea, el alma se fosiliza, el
corazón se fosiliza, y caemos en lo socialmente correcto, que son gestos o
almidonados o duros sin originalidad. Y cuando no hay originalidad es como,
calmar la sed con agua destilada, pruébenlo, no tiene gusto a nada”
Sean jóvenes
creativos
Para luchar contra esto, el Papa
propuso el camino de la creatividad, que es aquello que te impulsa: "Es
un riesgo la creatividad, es un riesgo, pero una comunidad sin creatividad es
una mascara como esta, todos tiene uniformada no solo la cara, sino uniformado
el corazón".
"Y donde se apagan los
sentimientos -añadió el Santo Padre- se apagan las emociones interiores, se
hace lo que está mandado, se hace lo que esta preceptuado, se hace lo que
socialmente hacen todos, y entonces vos perdés tu personalidad".
No a la indiferencia
ante el drama de los refugiados
Tras haber escuchado el duro
testimonio de Austen, un joven refugiado de Ruanda que huyó con su familia tras
el genocidio de 1994, hasta llegar al Congo y que ahora es acogido por la red
de Scholas Occurrentes, Francisco lanzó conmovido, una nueva denuncia sobre el
drama de los refugiados, "víctimas del descarte y la
indiferencia", que sigue extendiéndose ante los ojos de todos:
“La condición de refugiado,
siempre indica que vos saliste de un lugar que era tuyo, tu patria, y te
pusiste en camino por alguna necesidad. Tus padres vivieron ese horroroso
genocidio de Ruanda, y vos desde el Congo viviste la necesidad de escapar, de
salir digamos de una tragedia, de una prisión, de algo que no te dejaba vivir
como hombre libre. Los refugiados que arriesgan su vida escapando (y la
arriesgan en el Mediterráneo, en el Mar Egeo, en el Atlántico camino a las
Canarias) esos refugiados tienen una sola obsesión: salir”
Basta con el
tráfico de las mujeres
Asimismo, el Pontífice denunció la terrible situación que viven las personas que tuvieron que escapar de sus países buscando refugio y fueron a parar en lo que podemos llamar como "campos de concentración" presentes en tantas partes del mundo y en concreto, en las costas de Libia, donde los refugiados son capturados, torturados y explotados por las mafias, que a su vez venden a las mujeres como si fueran mercancías.
"Ustedes que son mujeres -dijo Francisco a las jóvenes presentes- ¿se imaginan lo que es que las vendan como mercadería? Eso sucede hoy con chicas como ustedes. Cuando hablamos de refugiados no hablemos de cifras, hablamos de hermanos y hermanas nuestras que tuvieron que escapar y algunos no pudieron. Son los traficantes los mismos que los embarcan y después los reciben cuando son devueltos. Es un momento muy duro, ser refugiado es caminar sin suelo seguro, caminar sin saber hacia dónde", aseveró el Santo Padre.
El refugiado no viene a hacer turismo, escapa por salvar su vida
En este contexto, el Papa los exhortó a salir al encuentro de estas personas que sufren, dejando de lado el propio egoísmo y a no caer en la psicología de la indiferencia:
“La vida de un refugiado es muy dura... Es vivir en la calle, pero no en tu calle, sino en la calle de la vida donde te ignoran, te pisotean, te tratan como la nada. Por eso, tenemos que abrir nuestro corazón a la vida de los refugiados. No son personas que vinieron a hacer turismo a otro país, ni escaparon por razones comerciales, sino que han escapado para vivir, arriesgando sus vidas para vivir”
Con esto -puntualizó el Pontífice- no quiero decir que se torturen jóvenes, sino que reflexionen, piensen en sus hermanos, en sus hermanas y se pregunten; ¿Qué me puede dar a mí la vida de un refugiado? ¿Qué ejemplo me puede dar?
Finalmente, el Papa se despidió de todos impartiéndoles su bendición apostólica y animándolos a aprender a "escapar de las prisiones" que nos van presentando los hábitos sociales ya determinados, a escapar de aquello que es "lo socialmente correcto":
"A veces te van aprisionando con conductas que te van almidonando, que te van impidiendo los sentimientos. Yo pregunto a cada uno de los jóvenes: ¿Vos, tus sentimientos, los dejás crecer para discernirlos después o los tapás? Si vos tapás tus sentimientos van a explotar, y explotarán mal, en las conductas sociales que estamos viendo todos los días. En cambio, si vos dejás salir tus sentimientos, tenés la obligación de discernirlos y confrontarlos. Eso les va a dar la madurez", concluyó.
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