Días de ofertas que parecen inofensivos pero pueden alejarnos de Dios
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El Black Friday se
originó en Estados Unidos y es el mayor día de ofertas, dándole inicio a la
temporada de compras navideñas. “Costumbre” que en España y otros
países de Latinoamérica se ha adoptado.
¿Pero alguna vez has
pensado la ironía que sea justo el día después de Acción de Gracias? Sí, quizá
en nuestros países el Thanksgiving no ha calado tanto (esa sí sería una
tradición bonita de adoptar y adaptar), pero la gente no tiene ni 24 horas de
haber cenado en familia y haber reflexionado y agradecido por todas las
bendiciones que Dios ha puesto en su camino, cuando ya está comprando cosas que
probablemente no necesitan y peleándose con otro comprador o el servicio al
consumidor.
Sin embargo, también es cierto que mucha gente aprovecha este día
(y el Cyber Monday, con más ofertas online) para los regalos de
Navidad de la familia, para reemplazar algún electrodoméstico que se ha dañado
en casa y es difícil hacerlo en su precio regular, etc. Así que creo que es una
cuestión de balance y, sobre todo, de ser conscientes de
las acciones y prevenciones que tomamos, particularmente, ese día.
Cuidado con la codicia
La cantidad
de ofertas y publicidades puede ser tan abrumadora como tentadora.
“Después les
dijo: «Cuídense de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por
sus riquezas».” (Lucas 12:15)
Antes de
comprar, pregúntate: ¿Lo hubiera comprado si no estuviera en oferta? (y tenido
el dinero) ¿Cuántas veces lo voy a utilizar? ¿Es un impulso? ¿Qué más podría
hacer con este dinero? Incluso, hasta puedes llegar a una reflexión más
profunda: ¿Estoy
tratando de llenar alguna carencia emocional o espiritual con bienes
materiales?
Recuerda que
cuando morimos, ninguno de estos objetos se vienen con nosotros. Buscar ofertas
no nos acerca a Dios; al contrario, puede alejarnos de Él.
“Porque el
amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se
han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores” (1 Timoteo 6:10)
Dejar de
hacer cosas más importantes por hacer largas filas, frustrarte porque se agotó
el producto antes de que lo pudieras comprar (o trasnochar para conseguirlo online),
salirte del presupuesto y pelear con tu pareja por ello, discutir con el
prójimo por ver quién se lleva esa última muñeca… ¿realmente vale la pena?
Además, piensa en todas esas cosas que has botado o que han terminado en el
fondo del armario.
No nos pongamos en situaciones que nos arriesguen a caer en la
avaricia, el egoísmo y la codicia. Haz una lista y compra lo realmente
necesario. Enfócate más en lo que tienes (y por lo que estás
agradecido) que en lo que “te falta” (así, entre comillas,
porque si tu TV está en perfecto estado, no te hace falta el de última
generación).
Trabajar la empatía
No nos
olvidemos de la particularidad de los dos últimos años. Si ya la situación
económica de muchos era difícil antes, con la pandemia se agravó.
Todavía hay quienes no han podido volver a
trabajar en un 100%, algunos perdieron sus negocios, otros quedaron
desempleados… lamentablemente no está en nuestras manos la solución de estos
problemas, pero si ese día mas bien todos donáramos algo de dinero a alguna
organización o ayudáramos financieramente a alguien que sabemos que lo necesita
(puede ser algo tan sencillo como la compra del supermercado), la carga sería
menos severa.
Así que, por qué no, este año te puedes proponer destinar un
porcentaje de tu presupuesto de compras a ayudar a alguien
que lo necesite. Estoy segura de que no te costará encontrar a alguien muy
cerca, a veces sólo basta con mirar bien en la calle donde vivimos o hasta en
nuestro propio círculo familiar o de amigos.
Asimismo, considera que buscamos ser ejemplo en nuestras
comunidades y llevar el mensaje de Dios… ¿Qué ejemplo le estamos
dando a nuestros vecinos, amigos y familia con compras desmesuradas?
Lo verdaderamente
importante
No permitas
que ni los comerciantes ni otras personas te abrumen con frases como: “Pero
está baratísimo, ¿cómo no lo vas a comprar?” La Navidad es sobre Jesús, no los
regalos y, si bien pueden ser para terceros, y es
agradable pensar en lo que la persona necesita o le gusta y obsequiárselo, en
ningún momento Jesús nos dice que para celebrar su cumpleaños hay que comprar
un montón de cosas.
Así que en este Black
Friday, piensa que quizá tu regalo no tiene que ser algo necesariamente
material, sino una experiencia… puede ser desde unas entradas a algún concierto
o un curso de algún idioma o cocina (que sí, puedes aprovechar los descuentos
del Black Friday para esto).
Puede parecer que
estos días de ofertas son inofensivos, pero realmente pueden alejarnos de lo
que Dios quiere para nosotros. Sólo se consciente, no compres impulsivamente y,
si es verdaderamente el inicio de la temporada navideña, invierte menos tiempo
en compras y más en hacer alguna actividad u obra que realmente vaya
acorde a la preparación del nacimiento de Jesús.
Adriana Bello
Fuente: Aleteia