LOS «VERDADEROS ÚLTIMOS DE FILIPINAS» FUERON DOS CURAS ESPAÑOLES

Dos franciscanos decidieron quedarse en el país cuando los héroes de Baler fueron repatriados a España.

Los héroes de Baler en 1899. Foto: ABC.
Uno de los bisnietos de los soldados españoles que resistieron durante casi un año en una iglesia en Filipinas cuenta en un libro la verdad de lo que allí pasó.

«Mi bisabuelo Jesús fue el primer herido en el asedio de Baler. Recibió un disparo en el pie el primer día que se encerraron en la iglesia. 

De niño me hablaban mucho de él, que estaba enterrado en una tumba muy humilde pero que había sido un héroe de España», dice Jesús Valbuena, bisnieto del cabo Jesús García Quijano, uno de los 33 militares supervivientes del asedio al que fue sometido durante 337 días un destacamento español por parte de los filipinos insurrectos entre 1898 y 1899.

Durante casi un año, la iglesia del pueblo de Baler, en la isla filipina de Luzón, fue el escenario de la épica resistencia de un grupo de soldados españoles que ha sido llevada al cine en varias ocasiones, no siempre con acierto.

«Hay algo de mito en torno a todos estos sucesos», afirma Jesús Valbuena, que lleva toda su vida investigando esta hazaña, para lo cual ha viajado en varias ocasiones al lugar de los hechos, entrevistándose con los descendientes de los protagonistas y buceando en las hemerotecas de aquí y de allí. El resultado de todo ello es el libro Más se perdió en Filipinas, que acaba de lanzar Ediciones Encuentro.

En sus páginas cuenta cómo vivieron los sitiados aquellos meses en medio de la enfermedad, el hambre, la deserción y la locura, a pesar de que a mitad del asedio el Tratado de París puso fin a la guerra. «Los españoles no se fiaban y siguieron resistiendo dentro del templo. Pensaban que era una estrategia de los filipinos para vencerles», dice Valbuena.

Especial interés tiene la derivada religiosa de todo aquello, pues los soldados españoles eligieron la iglesia de este pequeño pueblo para defenderse. «Siempre hubo un franciscano en Baler, en los más de tres siglos de presencia española», dice el escritor. 

En el momento en que el destacamento español se encerró en la iglesia a esperar refuerzos, el párroco, fray Cándido Gómez, se encontraba apresado por los katipuneros –los rebeldes filipinos– pero en cuanto se repuso volvió a Baler a cuidar el ánimo de la tropa. «Les hacía rezar el Rosario a diario y les daba palabras de esperanza. No fue nunca un personaje pasivo, sino que estuvo muy implicado en la cohesión del grupo y en el objetivo de mantener la moral de los soldados», asegura Valbuena.

En agosto, caída ya la ciudad de Manila en manos de los rebeldes filipinos, la guerra había terminado, pero dos frailes españoles que estaban en una población a 80 kilómetros de Baler fueron trasladados allí a la fuerza para convencer a los españoles de la rendición. 

Eran los frailes Juan López y Félix Minaya: «Entraron en la iglesia como prisioneros de guerra, pero el capitán del destacamento les dijo que no se rendía y que no los iba a devolver a los filipinos. Y allí se quedaron varios meses más, haciendo el mismo papel que Cándido Gómez, que falleció apenas un mes después de que los otros entraran en la parroquia».

El 2 de junio de 1899, ambos frailes fueron testigos del acta de capitulación, por la que los soldados podían salir de la iglesia y volver libremente a su país. Sin embargo, al no ser personal militar, ellos no quisieron firmar el documento, y eso les costó muy caro, porque el acta se aplicó entonces solo a los soldados, no a los frailes.

«Los filipinos les tuvieron como prisioneros otro año más, y padecieron un peregrinaje tremendo –atestigua Jesús Valbuena–. Estuvieron presos en la selva, en campamentos filipinos, sobreviviendo de mala manera, hasta que al final fueron rescatados por los soldados norteamericanos»

No obstante, su compromiso con la misión y con aquel pueblo al que fueron destinados a evangelizar, les hizo tomar la decisión de no volver a España, una opción que habrían podido tomar libremente. «Acordaron no partir y quedarse entre los filipinos. Ellos sí que son los verdaderos últimos de Filipinas. Al llegar a España los soldados, la prensa hablaba de los 33 supervivientes de Baler, pero no fue así. En realidad fueron 35», defiende el autor de Más se perdió en Filipinas.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Fuente: Alfa y Omega