VIRTUDES DE CONVIVENCIA
II. Gratitud. Capacidad de
amistad. Respeto mutuo.
III. Afabilidad. Optimismo y
alegría.
“Yendo Jesús camino de
Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo,
vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le
decían: -«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: -«ld
a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? » Y le dijo: -«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»” (Lucas 17,11-19).
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? » Y le dijo: -«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»” (Lucas 17,11-19).
I. El Evangelio de la Misa
de hoy (Lucas 17, 11-19) muestra la decepción de Jesús ante unos leprosos
curados, que no volvieron para dar las gracias. La gratitud es señal de nobleza
y constituye un lazo fuerte en la convivencia con los demás, pues son innumerables
los beneficios que recibimos y también los que proporcionamos a otros. Jesús no
fue indiferente a las muestras de educación y de convivencia normales que
expresan la calidad y la finura interior de las personas.
Jesús,
con su vida y su predicación, reveló el aprecio por la amistad, la afabilidad,
la templanza, el amor a la verdad, la comprensión, la lealtad, la laboriosidad,
la sencillez. Tan importantes considera las virtudes humanas, que llegará a
decir: si no entendéis las cosas de la tierra, ¿cómo entenderéis las
celestiales? (Juan 3, 12) Cristo, perfecto Dios y Hombre perfecto (Símbolo
Atanasiano), nos da ejemplo de esas cualidades que debe vivir a todo hombre:
bene omnia fecit (Marcos 7, 37), ¡todo lo hizo bien!. Lo mismo se ha de poder
afirmar de cada uno de nosotros, que queremos seguirle en medio del mundo.
II. Las virtudes humanas
hacen más grata y fácil la vida cotidiana: familia, trabajo, tráfico... ;
disponen el alma para estar más cerca de Dios y vivir las virtudes
sobrenaturales. El cristiano sabe convertir los múltiples detalles de estos
hábitos humanos en otros tantos actos de la virtud de la caridad, al hacerlos
también por amor a Dios.
La
caridad transforma estas virtudes en hábitos firmes, con un horizonte más
elevado. La gratitud, recuerdo afectuoso de un beneficio recibido; en muchas
ocasiones sólo podremos decir gracias, o una expresión parecida que comunica
ese sentimiento del alma. También la amistad que hacen posible el desinterés,
la comprensión, la colaboración, el optimismo, la lealtad.
El
respeto, que es delicadeza, valorar a otro, es imprescindible para convivir.
Hagamos hoy un examen sobre cómo estamos viviendo estas virtudes humanas por
amor a Dios.
III. Muchas otras virtudes
son necesarias para la convivencia: la afabilidad, la benignidad, la
indulgencia ante los pequeños defectos, la educación y urbanidad en palabras y
modales, la simpatía, la cordialidad, el elogio oportuno que está lejos de la
adulación, la alegría, el optimismo.
El
saludo de María llenó de alegría el corazón de su anciana prima Isabel.
Podríamos empezar por el saludo amable con quienes nos encontramos. El Señor
espera que hagamos un apostolado eficaz, que comuniquemos a los demás el don
más grande que tenemos: la amistad con Él.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org