Estas religiosas dedican sus vidas a ofrecer apoyo a mujeres embarazadas y madres, también a mujeres que sufren tras un aborto
Hermana Maris Stella. Dominio público |
En su seno ha encontrado una
vocación aún mayor de servicio y ha sido como religiosa de las Sisters of Life (Hermanas de
Vida), donde ya no protege con armas sino que ayuda a los más
débiles con la oración, la caridad y su duro trabajo.
“Serví
en la Marina y probé muchas de las cosas buenas que este mundo tiene que
ofrecer. Pero sabía que mi
corazón estaba hecho para algo más”, relata en una entrevista con Catholic News Agency.
Tal
y como relata la ahora religiosa,
su carrera militar comenzó en la prestigiosa Academia Naval de EEUU en
Annapolis (Maryland), que tiene una tasa de aceptación de tan sólo el
8% de las solicitudes que le llegan.
Tras
estudiar cuatro años y sirvió en la Marina posteriormente otros cinco años más. Su primer destino militar
fue en un destructor donde ejercía como oficial de artillería. Allí pasó
cientos de días frente a las costas de América Latina luchando contra el
narcotráfico. Posteriormente, fue trasladada a Nápoles (Italia) como oficial de
enlace.
Maris
Stella decidió postularse en la Academia Naval tras sentir la necesidad en la
escuela secundaria de “hacer
algo grande y significativo” con su vida”.
Esta
mujer recuerda que “sabía que era una gran oportunidad para mi educación, una gran oportunidad para servir
a mi país, así que fui allí y recibí mucho más que eso”.
De
hecho, llega a asegurar que Annapolis “cambió” su vida. “Estaba realmente
rodeada en la Academia Naval de personas muy impresionantes que no sólo tenían una gran
actitud de servicio y sacrificio, sino que también amaban a Dios de verdad”.
En
la Academia Naval, la hermana Maris asegura que también recibió una formación
en virtudes. Y cita concretamente el sacrificio y el servicio. “Íbamos
con nuestros uniformes y la gente nos agradecía nuestro servicio, pero realmente sabíamos que estábamos
sirviendo a algo más grande que nosotros mismos”.
Este
deseo de servir a algo más grande le acompañó siempre y le fue dirigiendo hacia
lo alto. En su segundo año en la academia participó en una peregrinación a Tierra Santa. Y allí experimentó lo
que ella define como “el gran momento” de su vida. “Estaba sentada en el Huerto
del Getsemaní, miré hacia
arriba y vi a una hermana que pasaba por allí con su hábito. Cuando la
vi su presencia realmente despertó algo en mí”, señala.
De
este modo, la entonces militar de la Academia cuenta que “ella (aquella
religiosa) realmente estaba diciendo con su vida lo que estaba en mi corazón: este deseo de entregarme no
sólo por algo más grande, sino realmente por alguien, entregar mi vida a Dios”.
Con
el tiempo, en el Ejército se fue dando cuenta que “Dios me estaba ofreciendo esta invitación a vivir sólo para
Él”.
Además,
su experiencia en el mar durante meses embarcada en aquel destructor la acercó
incluso más al Señor. “A veces estábamos a cientos de millas de la costa y veía
las estrellas por la noche, algo totalmente extraordinario, tan hermoso”,
comenta. Y es que en aquellas noches estaba asombrada de que “Dios, quien hizo todo esto,
también me hizo a mí y me ama”.
En
ella fue madurando esta vocación a la vida religiosa en los últimos años en la
Marina, y en su estancia en Europa empezó a investigar las distintas
comunidades religiosas. Sin embargo, había una que destacaba para ella por
encima de las demás: las
Sisters of Life.
Esta
congregación fue fundada
por el cardenal O´Connor en Nueva York en 1991 y rápidamente se fue
extendiendo más allá de la ciudad. Esta comunidad profesa cuatro votos:
pobreza, castidad, obediencia y el más específico: “proteger y realzar el
carácter sagrado de la vida humana”.
Estas
religiosas dedican sus vidas a ofrecer apoyo a mujeres embarazadas y madres, también a mujeres
que sufren tras un aborto. Igualmente, organizan retiros, evangelizan y
tienen una especial atención con los estudiantes universitarios.
“Cuando
conocí a las Sisters of Life no
podía creer que su carisma existiera en la Iglesia y en el mundo”,
confiesa la hermana Maris Stella.
Rápidamente
este carisma atrapó a aquella oficial de la Marina: “me atraía mucho nuestra vida de oración, rezamos unas
cuatro horas al día, y luego nuestras obras de servicio, de servir a los más
vulnerables, los pobres y los no nacidos, y las mujeres que han tenido abortos,
simplemente llevándoles la misericordia de Dios”.
Acudió
a un retiro de discernimiento con las hermanas y posteriormente rezó una novena de 33 días a la Virgen
María. “Ese mismo día llegué a casa y mi carta de aceptación llegó por
correo. Sabía que era nuestra Santísima Madre quien realmente se preocupaba por
mí”, añade.
Además, Maris Stella afirma feliz que “ser esposa de Cristo es el regalo más hermoso que me han dado. Amo mi vocación. Es una vida plena y feliz. Dios no quita nada, nos da todo. Si bien puede parecer un sacrificio al principio, realmente recibimos cien veces más”.
Por ello, animó a todos aquellos que estén discerniendo su vocación a que pasen tiempo con Jesús frente al Sagrario, pues “ahí es donde Él puede decirnos la verdad y puede ayudarnos a descubrir cómo hizo que nuestros corazones amen en este mundo”.
Acerca de la atención a mujeres que han sufrido un aborto, uno de los carismas de las Sisters of Life, Maris Stella habla de su propia experiencia: “es uno de nuestros trabajos más hermosos (…) Muy a menudo las mujeres que han tenido un aborto piensan que no pueden ser perdonadas. Pero la verdad es que es lo contrario, que no hay pecado demasiado grande para la misericordia de Dios, y que Él anhela sanarnos y restaurarnos”.
J. Lozano