EL PAPA AGRADECE A QUIENES HAN AYUDADO A PACIENTES CON VIH Y SIDA

Gracias por iluminar la vida y el testimonio de los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que han elegido acompaƱar, apoyar y ayudar a sus hermanos y hermanas que sufren el VIH y el SIDA

El Papa Francisco visitĆ³ en el 2019, en PanamĆ”, la Casa
Hogar  el Buen Samaritano  (ANSA)

Carta al periodista Michael O'Loughlin, autor de un ensayo y un podcast sobre la labor de algunos representantes de la Iglesia durante el apogeo de la epidemia en Nueva York en los aƱos 80 y 90. Francisco elogia la "misericordia" de estas personas, aun a riesgo de su profesiĆ³n y reputaciĆ³n

El Papa dirige un profundo agradecimiento a los numerosos sacerdotes, monjas y laicos que ayudaron a los enfermos de sida y VIH, incluso a costa de sus vidas, en los aƱos 80 y 90, cuando la epidemia de este virus aĆŗn desconocido tenĆ­a una tasa de mortalidad de casi el 100%. El Papa expresĆ³ su gratitud en una carta al periodista Michael O'Loughlin, corresponsal de la revista estadounidense America, autor de un ensayo recientemente publicado titulado "Hidden Mercy: AIDS, Catholics and the Untold Stories of Compassion in the Face of Fear" (Misericordia oculta: el sida, los catĆ³licos y las historias no contadas de compasiĆ³n frente al miedo).  

La gratitud de Francisco

En la breve misiva, Francisco escribe: "Gracias por iluminar la vida y el testimonio de los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que han elegido acompaƱar, apoyar y ayudar a sus hermanos y hermanas que sufren el VIH y el SIDA con gran riesgo para su profesiĆ³n y reputaciĆ³n." "En lugar de la indiferencia, la alienaciĆ³n e incluso la condena -continĆŗa el PontĆ­fice-, estas personas se han dejado conmover por la misericordia del Padre y han permitido que Ć©sta se convierta en la obra de su propia vida; una misericordia discreta, silenciosa y oculta, pero capaz de sostener y devolver la vida y la historia a cada uno de nosotros".

Juicios y prejuicios

La atenciĆ³n y la asistencia -incluida la espiritual- a los enfermos de sida forma parte hoy de la misiĆ³n de la Iglesia, pero no siempre fue asĆ­ en el pasado. A principios de los aƱos ochenta, cuando los cientĆ­ficos descubrieron en algunos pacientes de Estados Unidos la apariciĆ³n de esta nueva y letal enfermedad, asintomĆ”tica en sus primeras fases y altamente contagiosa, se extendiĆ³ rĆ”pidamente el terror social y, en consecuencia, la discriminaciĆ³n y el estigma hacia los afectados, aunque sĆ³lo fuera potencialmente.

En Nueva York, donde el sida era una de las principales fuentes de infecciĆ³n, las personas con la enfermedad eran a veces incluso rechazadas por los hospitales. Este rechazo afectĆ³ especialmente a los homosexuales, que eran los que tenĆ­an el mayor nĆŗmero de casos en ese momento. Tanto es asĆ­ que la propia enfermedad se denominĆ³ inicialmente SĆ­ndrome de Inmunodeficiencia Relacionada con los homosexuales (Gay Related Immunodeficiency Syndrome). Por ello, durante mucho tiempo el sida fue etiquetado como la "plaga gay", y los homosexuales fueron despedidos de sus trabajos o expulsados de sus parroquias, ya que muchos miembros de la jerarquĆ­a eclesiĆ”stica calificaron el virus como "el castigo de Dios por el comportamiento sexual inmoral". Esta postura se mantuvo durante aƱos, incluso cuando posteriormente aparecieron casos de pacientes no homosexuales, drogadictos y hemofĆ­licos, desmintiendo asĆ­ la asociaciĆ³n entre la homosexualidad y la enfermedad. En 1982, el acrĆ³nimo se cambiĆ³ a SĆ­ndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).   

La obra de la Madre Teresa

En medio de este clima de rechazo y miedo, la Madre Teresa intervino. En la Navidad de 1985, la religiosa albanesa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, con el mismo espĆ­ritu con el que aƱos antes habĆ­a recogido a los leprosos, los "intocables" de la India, de las calles de Calcuta, se dirigiĆ³ al entonces arzobispo de Nueva York, el cardenal Terence Cooke, para crear el Gift of Love, una estructura destinada a acoger y cuidar a los enfermos de sida. 

AƱos despuĆ©s, la propia santa misionera recordaba los primeros tiempos de aquel servicio: "Empezamos con quince camas para otros tantos enfermos, y los primeros internados fueron cuatro jĆ³venes a los que conseguĆ­ sacar de la cĆ”rcel porque no querĆ­an morir allĆ­. HabĆ­a preparado una pequeƱa capilla para ellos, para que estos jĆ³venes, que tal vez nunca habĆ­an estado cerca de JesĆŗs o se habĆ­an alejado de Ɖl, pudieran, si lo deseaban, acercarse de nuevo a Ɖl. "Poco a poco, gracias a Dios, sus corazones se fueron ablandando", contĆ³ la hermana, relatando el encuentro con uno de los jĆ³venes que, en el Ćŗltimo tramo de su enfermedad, tuvo que ser trasladado al hospital, pero le pidiĆ³ que se quedara en la casa para permanecer cerca de ella y de JesĆŗs, porque sus dolores de cabeza, espalda y extremidades le recordaban los azotes de Cristo crucificado. 

Religiosas, religiosos, sacerdotes, laicos comprometidos con la caridad

El de la Madre Teresa sigue siendo quizĆ”s el caso mĆ”s famoso, pero ha habido muchos -e incluso antes que ella- religiosas, sacerdotes, religiosos y laicos que se han dedicado a asistir y cuidar a los enfermos, sobre todo en Estados Unidos y especialmente en los aƱos 1982-1996, cuando la epidemia alcanzĆ³ su punto mĆ”ximo. Junto a esta labor de caridad, tambiĆ©n tuvieron que librar una batalla contra los juicios y los prejuicios.

Sus historias, en particular la de la hermana enfermera Carol Baltosiewich, una de las primeras en trabajar en este campo y en luchar contra quienes criticaban su labor, son recordadas en el libro de O'Loughlin, a partir de sus propias voces recogidas en algunas entrevistas. El periodista, que tambiĆ©n es autor del podcast Plague, tambiĆ©n sobre el mismo tema, decidiĆ³ escribir al Papa para presentarle su trabajo, obteniendo la citada respuesta de la que se hicieron eco algunos periĆ³dicos estadounidenses. En ella, el Papa Francisco cita tambiĆ©n el Evangelio de Mateo y dice: "Me ha impresionado espontĆ”neamente lo que un dĆ­a nos juzgarĆ”n: 'Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a visitarme'".

La cercanĆ­a del Papa

Cabe recordar que el propio Papa, cuando era arzobispo de Buenos Aires, lavĆ³ los pies a 12 enfermos de VIH/SIDA durante una celebraciĆ³n de Jueves Santo en 2008. Y, mĆ”s recientemente, durante su viaje a PanamĆ” en enero de 2019, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el PontĆ­fice visitĆ³ la Casa Hogar Buen Samaritano, que acoge a muchas personas seropositivas. "El buen samaritano -dijo Francisco en aquella ocasiĆ³n-, como todas sus casas, nos muestra que el prĆ³jimo es ante todo una persona, alguien con un rostro concreto y real, y no algo que hay que pasar por alto e ignorar, sea cual sea su situaciĆ³n. 

Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano