EL PAPA: ES EL MOMENTO DE UNA CASA COMÚN HECHA DE PUEBLOS HERMANOS

El Papa se dirige con palabras de aliento y cercanía a todas las personas que han llegado a Italia en las últimas cuatro décadas

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En su mensaje al Centro Astalli con motivo de la exposición "Rostros al futuro" en el 40º aniversario de su fundación, el Papa Francisco manifiesta su deseo de que “se logre realmente la cultura del encuentro, y que como pueblo nos apasione querer encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, planificar algo que implique a todos”. Y se despide invocando al Padre Arrupe para que vele por todos ellos

En su saludo introductorio con motivo de la apertura de la exposición "Rostros al futuro" en el 40º aniversario de la fundación del Centro Astalli – la rama italiana del Servicio Jesuita a Refugiados, que acoge a numerosas personas en estas condiciones – el Papa se dirige con palabras de aliento y cercanía a todas las personas que han llegado a Italia en las últimas cuatro décadas y que han sido acompañados por esta institución.

Comprometerse en el camino hacia la libertad

En su mensaje, firmado en la Ciudad del Vaticano el pasado 7 de noviembre, Francisco comienza saludando a los “queridos Duclair, Nathaly, Haider”, junto a todos los demás, recordando que las suyas “son historias de hombres y mujeres que han compartido un trozo de camino con el Centro Astalli”, “a veces corto y a veces muy largo, encontrando en la relación y en el conocimiento mutuo el sentido y la fuerza para comprometerse en el camino hacia la libertad”.

Cuarenta, en la Biblia, es un número significativo que tiene muchas referencias, pero ciertamente pensando en ustedes me viene a la mente al pueblo de Israel que durante cuarenta años caminó por el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Liberado de la esclavitud, tardaron una generación en establecerse como pueblo, con no pocas dificultades. 

“Ni siquiera los últimos cuarenta años de la historia de la humanidad han sido una progresión lineal: el número de personas que se ven obligadas a huir de su patria aumenta constantemente”

El Santo Padre pone de manifiesto que muchos de ellos “han tenido que huir de condiciones de vida comparables a las de la esclavitud, donde la persona humana es privada de su dignidad y tratada como un objeto”. De ahí que destaque que ellos saben “lo terrible y despreciable que puede ser la guerra”, lo que significa “vivir sin libertad ni derechos”, asistiendo “inermes mientras su tierra se seca, su agua se contamina y no tienen otra posibilidad más que ponerse en camino hacia un lugar seguro donde puedan realizar sus sueños y aspiraciones, donde puedan hacer fructificar sus talentos y capacidades”.

“Lamentablemente el ponerse en camino no ha constituido en muchos casos una verdadera liberación. Con demasiada frecuencia se encuentran con un desierto de humanidad, con una indiferencia que se ha hecho global y que vuelve áridas las relaciones entre los hombres”

Nacionalismos y populismos

Además, el Pontífice recuerda que “la historia de estos últimos decenios ha dado signos de un regreso al pasado”, puesto que “los conflictos vuelven a estallar en diferentes partes del mundo”. Algo que – escribe Francisco – sus mismos lugares de procedencia nos lo relatan muy bien. Y añade textualmente:

“Nacionalismos y populismos se asoman en diversas latitudes, la construcción de muros y el retorno de los migrantes a lugares inseguros parecen ser la única solución de la que los gobiernos son capaces para gestionar la movilidad humana”

Caminar hacia un “nosotros” cada vez más grande

Sin embargo, el Papa pone de manifiesto que “en estos cuarenta años y en este desierto”, hubo “muchos signos de esperanza que nos permiten soñar con caminar juntos como un pueblo nuevo hacia un nosotros cada vez más grande”. Además, a los “queridos refugiados”, Francisco les manifiesta que “son el signo y el rostro de esta esperanza”. Y añade que en ellos está “el anhelo de una vida plena y feliz que los sostiene para afrontar con coraje circunstancias concretas y dificultades que a muchos pueden parecerles insuperables”.

“Cuando se les ofrece la oportunidad, nos ofrecen palabras indispensables para conocer, comprender, no repetir los errores del pasado, cambiar el presente y construir un futuro de paz”

Por otra parte, el Papa escribe que las historias de los muchos hombres y mujeres de buena voluntad que han dado su tiempo y energía en estos cuarenta años en el Centro Astalli son una muestra de esta misma esperanza. Y recuerda que en el n. 71 de su encíclica Fratelli tutti ha escrito que:

“La historia del buen samaritano se repite... Jesús no presenta caminos alternativos... Confía en lo mejor del espíritu humano y a través de la parábola lo anima a adherirse al amor, a recuperar el sufrimiento y a construir una sociedad digna de este nombre”

Por esta razón el Pontífice no duda en afirmar que “esto nos hace mirar hacia el futuro con confianza, soñando con poder vivir juntos como un pueblo que es libre porque es solidario, que sabe redescubrir la dimensión comunitaria de la libertad, como un pueblo unido, no uniforme, variado en la riqueza de sus diferentes culturas”.

“Ahora ha llegado el momento de que también nosotros vivamos en la tierra prometida, la tierra de la solidaridad que nos pone al servicio de los demás; es el momento de una casa común hecha de pueblos hermanos”

De los rostros de los hombres y mujeres que se observan en la exposición, “que remiten a los nombres y a las historias precisas de las personas acogidas en el Centro Astalli y que nos permiten vislumbrar los contornos borrosos de algunos lugares de la ciudad de Roma”, el Papa escribe que “expresan el deseo de ser parte activa de la ciudad como lugar de vida compartida; protagonistas con plena ciudadanía junto a muchos otros hombres y mujeres en la construcción de comunidades solidarias”.

Por último, Francisco manifiesta su deseo de que en este aniversario “se logre realmente la cultura del encuentro, y que como pueblo nos apasione querer encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, planificar algo que implique a todos”. Y se despide invocando al Padre Arrupe para que vele por todos ellos, el Centro Astalli y todo el Servicio Jesuita a Refugiados.

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