Al sacerdote, conocido por ser un padre del desierto, lo acompañarán otros seis beatos, muchos de ellos fundadores de congregaciones
Carlos de Foucauld. Foto: CNS |
En aquel consistorio, el Pontífice
destacó la «vida cristiana y ejemplar santidad» de los futuros santos y destacó
a Carlos de Foucauld, sacerdote diocesano, «pobre entre los pobres» y a Maria
Francisca di Gesù, fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano,
que murió en Montevideo en 1904.
Los acompañarán Lázaro, laico y
mártir; César de Bus, sacerdote y fundador de la Congregación de los Padres de
la Doctrina Cristiana; Luigi Maria Palazzolo, sacerdotes y fundador del Instituto
de las Hermanas de los Pobres; Giustino María Russolillo, sacerdote y fundador
de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas
de las Divinas Vocaciones y Maria Domenica Mantovani, cofundadora y primera
superiora general del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia.
Carlos de Foucauld, el padre del desierto
Antes de convertirse en el hermano
Carlos de Jesús, el joven Carlos, nacido en Estrasburgo, había emprendido la
carrera militar siguiendo los pasos de su abuelo, que lo había criado cuando
quedó huérfano de padres a los 6 años. El joven había dejado la fe de lado
durante su adolescencia, pero una peligrosa exploración en Marruecos, en los
años 1883-84, provocó en él una pregunta: «¿Existe Dios? Dios mío, si existes,
permíteme conocerte».
De regreso a Francia, De Foucauld se
lanzó a la búsqueda y pidió a un sacerdote que le instruyera. Luego peregrinó a
Tierra Santa y allí, en los lugares de la vida de Cristo, encontró su vocación:
consagrarse totalmente a Dios, imitando a Jesús en una vida oculta y
silenciosa. Ordenado sacerdote a los 43 años (1901), Carlos De Foucauld fue al
desierto argelino del Sahara, primero a Beni Abbès, como un pobre entre los más
pobres, y luego más al sur, a Tamanrasset, con los tuareg del Hoggar.
Llevó una vida de oración, meditando continuamente la Sagrada Escritura, con el deseo incesante de ser el «hermano universal» para cada persona. Murió a la edad de 58 años, la noche del 1 de diciembre de 1916, asesinado por una banda de merodeadores que pasaba por allí. Benedicto XVI lo beatificó en 2005.
Fuente: Alfa y Omega