La abadía iba a cerrar hasta que intercedió una joven ahora en proceso de beatificación
Fotos: Abadía de Boulaur |
Las cistercienses de la Abadía de Boulaur están
experimentando una verdadera
cosecha de vocaciones y un florecimiento espiritual que irradia luz en
la región de la Occitania francesa. Y no hace tanto tiempo, hace justamente 40
años, cuando esta comunidad estuvo a punto de ser cerrada por falta de
religiosas.
Entonces eran cinco. Ahora superan la treintena en esta abadía,
pues han debido también extenderse ya a otro monasterio, y cada año no falta al
menos una vocación, donde la
media de edad en estos momentos supera por poco los 40 años.
¿Qué pasó para que se produjera este gran cambio? Estas religiosas
cistercienses han vuelto a la esencia y han recuperado el gran dinamismo de la vida monástica de la Edad
Media adaptándolo al siglo XXI. Y sus frutos son visibles. La regla no
ha cambiado, pues su día a día sigue anclado en el ora et labora,
pero lo han aplicado la radicalidad y la autenticidad.
Cuidan animales y cultivan la tierra de tal manera que han
construido un gran granero que llegó a viralizarse a través de un vídeo. Los bueyes han sido sustituidos
por tractores, pero su duro trabajo les ha dado enormes frutos, y no
necesariamente económicos. Su autenticidad ha atraído a numerosos
peregrinos, entre ellos, chicas jóvenes que han querido adoptar este tipo de
vida.
De hecho, tras el granero estas monjas de Boulaur se han embarcado
en otro enorme proyecto: lo llaman el “Ecotono”, que en la naturaleza corresponde a una zona de
transición entre dos ecosistemas diferentes. El nombre tiene un
sentido claro, pues pretende ser una zona de encuentro entre la vida monástica
y el mundo exterior. Es un lugar para conocer lo que hacen y viven las
religiosas, y donde los laicos que acuden tienen la posibilidad de experimentar
las virtudes de este tipo de vida entregada a Dios.
Si se ha destacado el duro trabajo y la apuesta por la acogida y
el testimonio como fuente del florecimiento de la comunidad, nada de esto podría haberse
logrado sin el pilar en el que se cimienta todo: la intensa vida de oración.
Y además la apuesta que realizaron en junio de 1981 cuando la abadía estuvo a
punto de echar el cierre.
La intercesión de la joven
Claire de Castelbajac
Las cistercienses fueron expulsadas de la abadía de Boulaur en
1901 y pudieron regresar en 1949. Tres décadas después sólo quedaban cinco
religiosas. Entonces el abad general de la orden les pidió a estas monjas que
rezaran a una joven, la
hoy sierva de Dios Claire de Castelbajac, que vivía a apenas a 25
kilómetros de la abadía y que había fallecido con tan sólo 21 años en 1975
debido a una meningoencefalitis.
Su muerte era todavía muy reciente, pero su profunda vida de fe era conocida en la zona. Y pronto se
extendió su fama de santidad. Incluso su madre escribió un libro sobre ella.
Fue entonces cuando el abad general realizó esta visita a la comunidad donde se
debía decidir qué hacer con la abadía.
La madre superiora le ofreció la lectura del libro sobre la vida
de Claire. Al principio al abad no le entusiasmó mucho la idea de leer
la vida de una nueva figura piadosa, como la que se le ofrecía normalmente en
cada uno de los monasterios que debía visitar.
Pero por la noche decidió leerlo y quedó impresionado con la vida
y la fe de esta joven vecina de la abadía. A la mañana siguiente, acudió a la
superiora y le dijo que estaba convencido de que Claire era santa y que podía
ser canonizada. Por ello, pidió una señal para poder abrir este proceso de
beatificación. Y dada la terrible situación de Boulaur les instó a pedir por su
intercesión la llegada de cinco vocaciones ese año. Esto era algo
prácticamente imposible, pues lejos de recibir nuevas monjas sólo había
disminuido su número.
Las monjas no creían que fuera posible, pero obedecieron y rezaron
por intercesión de esta joven para que se cumpliera ese signo. Y de manera sorprendente ese año
ingresaron cinco nuevas monjas en la abadía.
Desde entonces la comunidad recuperó un nuevo impulso que no se ha
debilitado nunca. Cada año ha llegado al menos una vocación y en estos últimos
años incluso seis y siete, lo que ha obligado a la comunidad a extenderse a
otro monasterio.
Precisamente, la
gracia de las “5 vocaciones” estuvo en el origen de la apertura del
procedimiento para su posible beatificación. Por tanto, el vínculo entre
Claire y Boulaur es ahora importante y es a la comunidad a la que se le ha
confiado la postulación de la Causa.
En 2004, el arzobispo de Auch pidió a las hermanas que recibieran el cuerpo de Claire de Castelbajac
para que reposara en la iglesia de la abadía. Allí los numerosos
peregrinos que acudían a rezar ante su tumba también podrían ser acogidos por
estas cistercienses, por lo que además podían conocer esta entregada vida
monástica.
¿Cuál es el secreto del
éxito de estas monjas?
Voviendo al presente, la realidad es que es una comunidad vital y
alegre. “¿Las claves de
nuestro éxito?”, se pregunta sor Anne, mano derecha de la abadesa. “Si
tuviéramos la receta la compartiríamos con todas las comunidades, porque lo que
cuenta es la llamada del Señor”, contaba a Famille Chretienne.
Por su parte, la abadesa, la Madre Emmanuelle confirmaba que “es
la intimidad de cada alma con el Señor, el misterio de la llamada que es ante
todo una respuesta a Cristo. Sin embargo, si indudablemente el Señor tiene la
primacía en la vocación de una persona, la comunidad aún puede reclamar su
parte”. Y entonces deja entrever este éxito: “¿Quizás el respeto por una tradición recibida como patrimonio,
la porosidad de una valla abierta al mundo a través del trabajo así como un
apoyo a medida a cada una?”.
El nuevo “ecotono” que preparan es un nuevo reto para estas
monjas. Como cistercienses, las monjas de Boulaur tienen la particularidad de
cultivar la tierra además de su vida de oración, fieles al lema de la regla de
San Benito y esto atrae a visitantes e incluso periodistas.
“Nuestros productos suelen llamar la atención a primera vista,
pero esperamos que los visitantes puedan ir más lejos y también descubrir al Señor al venir
a la abadía, porque Él es la razón de ser de este lugar”, explica la
hermana Anne al semanario católico
francés.
Todo el desafío de este “ecotono” es desarrollar un fuerte vínculo
con el mundo exterior preservando la vida monástica de las hermanas. "Es un equilibrio sutil",
afirma la religiosa, que añade que “para garantizar una acogida de calidad, la
abadía debe ser ante todo
un lugar de oración, paz y vida comunitaria para las hermanas detrás de la
valla”. No se trata de "abrir todo el monasterio sin barreras, sino de
hacer accesible y didáctico lo que puede ser".
Este
florecimiento vocacional “es una gracia hermosa para
nosotras en una época en la que faltan vocaciones en todas partes, pero también
supone responsabilidad porque debemos cuidar de todas estas mujeres, sus
necesidades primarias, la atención médica y la jubilación”, recordaba en otra
ocasión sor Anne al National
Catholic Register.
Una nueva mirada a la Edad Media
desde el siglo XXI
Las 45 hectáreas que estas monjas cultivan, las decenas de vacas y
terneros que cuidan, los cerdos y otros animales, y los alimentos que elaboran
con estos productos son su sustento, pero también la forma de relacionarse con
Dios, y curiosamente un
foco de atracción para jóvenes que llegan llenas de ruido y buscan un
lugar como éste.
Las monjas, las postulantes, pero también aquellas personas que
deciden pasar unos días en la comunidad trabajan duramente, pues la dimensión
espiritual no es la única. La actividad ayuda pues –como asegura sor Blandine-
así uno está “al servicio de todos por el bien de todos” y después de un duro
día de trabajo que para para las distintas llamadas a la oración siente –añade
esta monja- que “al
entregarme físicamente me estaba entregando por completo”.
De este modo, confirma que las monjas siempre han trabajado la
tierra, no sólo para
asegurar su subsistencia sino para unir también a la comunidad. Desde
la fundación de la orden el trabajo ha sido un pilar de la vida monástica.
Estas cistercienses sienten que no han inventado nada en este
exitoso proceso de mantenimiento de la comunidad. Se han abrazado a la tradición de su orden y aunque
mirando el futuro se han inspirado, principalmente con el proyecto de la gran
granja, en la Edad de Oro de los cistercienses de los siglos XII y XIII.
Durante la Edad Media el monaquismo vivió su gran momento en
Europa, donde se fundaron miles de monasterios. La agricultura, el comercio y
hasta el transporte se benefició de ello. “Queremos permanecer fieles a esta dinámica, que impactó la
economía del siglo XII, con los medios del siglo XXI: no tendremos carretas
de bueyes como en la antigüedad, pero nuestros amigos estadounidenses
ciertamente estarán orgullosos de nuestro tractor John Deere”, añadió esta
monja.
Javier Lozano
Fuente: ReL