Éric y Sylvie Pétard han visto hundirse su mundo con la muerte de sus dos hijas, pero al mismo tiempo han resucitado a la fe y a la esperanza del reencuentro en Dios
![]() |
Éric y Sylvie Pétard. Foto: Captura «France Bleu» |
Junto
a la terraza de un bar murieron dos jóvenes francesas, Anna y Marion Pétard, cuyos
padres, Sylvie y Erick
Pétard, vieron aquella noche cómo se hundía su mundo, pero al mismo tiempo
se les habría de verdad la
vida de fe.
Les
ha entrevistado Olivia de
Fournas en Famille
Chrétienne:
-Ahora que, casi seis años después del
atentado al Bataclan, se inicia el juicio, ¿qué esperan ustedes de la justicia?
-Sylvie
y Erick: ¡La justicia debe hacer su trabajo, pero no nos
devolverá a nuestras hijas! Anna y Marion tenían respectivamente 24 y 27 años.
Anna habría cumplido 30 años el 25 de agosto. Para nosotros, no es el atentado
del Bataclan, sino el del 13 de noviembre de 2015. Parece un detalle, pero
nuestras hijas estaban en la terraza del Carillon, y no en el Bataclan, cuando
fueron alcanzadas por los tiros de los kalashnikovs.
-¿Cómo fue que sus hijas se encontraron
en medio de la tragedia?
-Sylvie: El miércoles 11 de noviembre, día de mi cumpleaños, hablé por teléfono con mi hija Anna. Quería darnos una sorpresa volviendo de Barcelona para mi 54 cumpleaños. Mi otra hija, Marion, me contó el secreto y me dijo que Anna se iba a París el viernes para pasar el fin de semana con nosotros en Loir-et-Cher [donde viven]. También iba a visitar a mi madre en el hospital, y estaba deseando conocer a nuestro nuevo perro.
El
viernes 13 de noviembre quedó
con su hermana en París para cenar mientras veíamos una película en la
televisión. Nos enteramos de que había habido varios tiroteos en el Estadio de
Francia y en París. Ciento treinta personas habían muerto. Pensamos: "¡Oh,
Dios! Pobre gente, es horrible". Luego nos enteramos de que los disparos
habían tenido lugar cerca del canal Saint-Martin, por lo tanto, cerca de la
casa de Marion.
-Erick: Mi esposa Sylvie
estaba conmocionada, sintió
algo, no podemos explicarlo. Inmediatamente llamó a las chicas y les pidió
que volvieran a llamar. No pensé que mis hijas estuvieran en esa matanza. Pero
a medida que pasaban las horas nos decíamos que no era normal no tener noticias de ellas.
En mi angustia, me fui a trabajar a la carnicería y Sylvie vino poco después.
Estábamos muy intranquilos.
-¿Quién les dio la terrible noticia?
-Sylvie:
Al día siguiente, el sábado 14 de noviembre, a las 18:00 horas, estábamos en la
carnicería cuando recibimos una llamada en mi móvil. Se lo pasé a Erick para
que respondiera; tenía demasiado miedo de lo que iba a escuchar. Era el ministerio del Interior.
Las chicas habían sido acribilladas mientras caminaban cerca del Petit Cambodge.
Y entonces, qué quiere que le diga, acusamos el golpe, llegaron las lágrimas. ¡Era tan imprevisible, nos caímos
desde tan alto! Es difícil de entender para quienes no han vivido algo
así.
Erick: Lo teníamos todo para ser felices,
nuestras hijas estaban bien, sus estudios habían ido bien. Sylvie y yo teníamos
la misma pasión por nuestra profesión, pero el edificio se derrumbó. Dejamos la
carnicería, porque sabíamos que no volveríamos a ella pronto. Eugenie, una amiga de Anna,
vino a vernos y lloramos juntos. Enseguida quisimos ir a ver a nuestras hijas,
pero una segunda llamada del ministerio nos lo impidió. Nos dijeron que las
chicas habían sido asesinadas en la terraza del Carillón y nos pidieron que pospusiéramos
nuestra visita hasta el día siguiente.
-¿Pensaron en Dios en ese momento?
-Erick:
Tengo la fe del carbonero. Seguí rezando, aunque mis oraciones no fueran muy
apropiadas. Siempre he
sido creyente, pero después de mi primera comunión me alejé, aunque en mi
corazón siempre he tenido la certeza de que estábamos aquí por algo. No tendría
sentido que estuviéramos aquí si Dios no lo quisiera.
-Sylvie:
Yo también dejé de ir a misa y dejé de rezar después de mi primera comunión. Cuando conocí
a Erick, él me iluminó un poco más. No íbamos a misa, pero rezábamos en el coche, de camino
a la carnicería, él por fidelidad, yo por amor a él, pero sin ir más allá.
Ahora me doy cuenta de que también se puede rezar cuando todo va bien, pero en
aquel momento no lo sabía. Cuando
esperaba la llamada de las chicas clamé a Dios, pero no lo conocí realmente
hasta después de su muerte.
- ¿Qué ocurrió al día siguiente del
anuncio, el 15 de noviembre?
-Erick:
Recibimos una acogida no muy calurosa e incómoda de los ministros Christiane Taubira y Bernard Cazeneuve en la
Escuela Militar. Esperamos hasta las cinco de la tarde para ver a nuestras
hijas. Estaban en el Instituto Forense, detrás de un cristal y cubiertas con
una sábana, porque sus cuerpos estaban destrozados. Ya no nos pertenecían. Nos
hubiera gustado tocarlas, aunque estoy de acuerdo que era mejor no ver la
atrocidad. Sentía odio dentro de mí, especialmente hacia los políticos que no pudieron evitar esta
matanza. Sylvie estaba alterada, no hicimos más que llorar.
-Parece que son un matrimonio muy unido;
a veces, la pérdida de un hijo suele destrozar los matrimonios...
-Erick:
Siempre hemos estado unidos. El amor ha sido, durante treinta y dos años,
nuestro refugio y nuestra fuerza.
-Han escrito: "Nuestra vida ha
terminado". ¿Siguen pensando lo mismo?
-Erick:
Tenemos familia, pero nuestras hijas ya no vienen a vernos, no tendremos
nietos. Todo lo que
poseemos es inútil, trabajábamos para ellas. La vida se ha desmoronado. Y
sin embargo, todavía tenemos una pequeña luz: la fe.
-Sylvie:
Si lo hubiera sabido, las habría llevado en esta dirección, tal vez estarían
aquí.
-Erick:
Los pusimos en una escuela libre, las bautizamos, hicieron la primera comunión. Habrían vuelto a la fe,
especialmente Marion, pero incluso Anna. El suicidio de una amiga, que se
arrojó a las vías del tren, había hecho que rechazara a Dios. Dijo: "Si
Dios existiera, Sonia no
se habría suicidado". A los 17 años es normal reaccionar así.
-¿Pueden poner fecha al momento en que
encontraron de nuevo su fe?
-Sylvie:
No exactamente. Sentí cada vez más el deseo y la necesidad de rezar. Un año
después del 13 de noviembre, Erick me dijo: "Sería mejor que te dirigieras a Dios en lugar de acudir a los
psiquiatras". Un día entré en la habitación de Anna y Dios me atrajo
hacia su Biblia, que había recibido en su primera comunión. Poco a poco la fui
leyendo. En otra ocasión estaba sentaba en el borde de la cama, rezando. Sin
querer hablar de una visión, Dios estaba allí, frente a mí, nuestras hijas a su
lado y María lejos, en un camino. Cada noche se acercaba más y más, y una noche se llevó a las
chicas con ella. Desde entonces, estoy en paz. Conozco a mis hijas: sin
María, habrían vagado por todas partes. Ahora sé que cuando llegue al cielo, estarán con María para darme la
bienvenida. Ya no temen nada, estoy tranquila. No tendré suficiente tiempo
en mi vida para agradecerle a Dios que esté con nosotros.
-Erick:
Soy más realista que mi mujer, más sencillo. Siempre tuve la certeza de que
Dios existía. No he tenido una visión, pero sé que el Buen Dios está con ellas,
es natural, no puede ser de otra manera. Mi fe nunca se ha visto afectada,
aunque mi vida de oración
ha aumentado y la devoción de Sylvie a María me ha acercado a la Virgen.
Espero que Sylvie tenga razón, pero no pienso en la muerte.
-¿Cómo han continuado por este camino
que se les ofrecía?
-Erick: Volvimos a misa cada vez
con más regularidad, sobre todo después de la venta de nuestra carnicería, el
13 de diciembre de 2016. En la parroquia conocimos a los sacerdotes de la comunidad de Saint-Martin que
nos ayudaron y nos aconsejaron, con razón, que fuéramos al santuario de Montligeon,
durante un "día del cielo". Hemos vuelto varias
veces.
-Sylvie:
Desde hace unos cuatro años tenemos una vida de oración constante. Por la mañana, rezamos juntos,
empezando por la Palabra y la oración diaria. Desayunamos y luego leo el
Magnificat. A continuación rezamos por separado durante unos cuarenta y cinco
minutos, Erick en la mesa o en el porche, yo en un rincón de oración que hemos creado en nuestra
habitación. Por la noche, antes de la cena, vuelvo a rezar y después
"escribo" a las niñas y leo la Biblia. He leído los Evangelios varias
veces, y en este momento estoy leyendo al profeta Daniel. También me gusta la
compañía de los santos: Filomena, Juana de Chantal, Teresa de Ávila... Y todos los
días leo Dios al hilo de los
días [del padre Wilfrid Stinissen, OCD].
Erick: Me gustaría dedicar
más tiempo a la lectura de la Biblia, pero soy vago. He trabajado durante
cuarenta y ocho años en un trabajo duro, treinta y siete de ellos como
autónomo, y ahora me cuesta motivarme. Pero rezo el Ángelus todos los días.
También rezo a la Santísima Trinidad, tres oraciones para obtener poder,
sabiduría y misericordia. También nos consuelan las peregrinaciones y las estancias en las abadías: Ars, Montligeon,
Ligugé, así como la compañía de sacerdotes cuya vida de entrega a Dios admiro.
-Desde que Dios ha vuelto a su vida, ¿su
sufrimiento es diferente?
-Sylvie:
No ha disminuido, pero lo vivo mejor, porque he encontrado de nuevo a Marion y a Anna desde que sé que están
con la Santísima Virgen.
-¿Cómo es su vida hoy?
-Sylvie:
Tenemos una vida de silencio y meditación. Intentamos no quedarnos aislados, necesitamos ver el mundo.
Me ocupo de las flores de la iglesia los sábados por la mañana, leo, rezo, sigo
escribiendo un libro de testimonios, Mi pequeño libro
azul, del que nació el libro que hoy publicamos. Lo edité yo misma
y se lo di a una veintena de personas de mi entorno. Solo cinco de ellas me han
hablado de él, pero no importa, la gente no se atreve. Tenemos un grupo de
feligreses con los que hablamos, pero la mayoría de la gente que nos rodea no
tiene fe.
-Erick:
Nos gustaría transmitir nuestra fe, pero no sabemos cómo hablar de ella. No
tardo en quedarme sin palabras ante un refractario.
-¿Es posible el perdón para ustedes?
-Erick:
Dios tal vez pueda perdonar a los criminales, pero para mí es imposible. Merecen morir por matar a gente
inocente. Son pobres, pero ¿de dónde sacan las armas? Intento no estar
cerca de personas resentidas, para que no me influyan.
-Sylvie:
He seguido adelante. Es inhumano pedirnos que perdonemos, pero Dios lo hace. Solo puedo pedirle a Dios que los
perdone. Y que nos perdone por no perdonarlos.
-¿Por qué han querido explicarlo todo en un libro?
-Sylvie:
Desde 2016 escribo casi todos los días, sobre todo para no olvidarme de nada si
un día me falla la memoria, que es lo que más temo. Nos gustaría que nuestras
hijas no cayeran en el olvido, escribimos este libro para prolongar sus vidas.
Y también para que los que
tienen desgracias traten de acudir a Dios, para que no se queden en el
vacío, diciéndose que no hay nada que hacer. Espero que nuestro testimonio
ayude a los padres que lo lean.
-Erick:
Cuando leí el testimonio de Sylvie, lloré.
-¿Hablan de sus hijas entre ustedes?
-Sylvie
y Erick: Nuestras hijas están en las paredes de la casa, vivimos
con ellas, las sentimos, nos comunicamos a través de la oración, pero casi nunca hablamos de ellas entre
nosotros. Si lo hiciéramos, todo se desmoronaría. Sabemos que no habrá más
recuerdos. Evitamos las cosas que nos hacen llorar.
-¿Qué es lo que les consuela?
-Sylvie
y Erick: Estar juntos, nuestra fe y saber que un día nos reuniremos con ellas.
Esa es nuestra única esperanza.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
Fuente: ReL