Entre los muchos penitentes que llegaron a confesarse con el Santo Padre Pío de Pietrelcina está el querido San Juan Pablo II, a quien el primero ayudó a rezar por una especial intención.
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| San Juan Pablo II y el Padre Pío. Dominio público |
“Venerable
padre, le pido decir una oración por una mujer polaca de Cracovia de 40 años,
madre de cuatro hijas, que durante la última guerra mundial estuvo recluida 5
años en los campos de concentración y que se encuentra ahora en un gravísimo
peligro a causa de un cáncer. En Cristo”, escribió Mons. Karol Wojtyla.
Al
recibir la carta, el Padre Pío dijo que “aquí no podemos decir que no. Debemos rezar para contentar a este santo
sacerdote”.
El
28 de noviembre de ese mismo año, Karol Wojtyla envió una carta al Santo de los
estigmas, esta vez de agradecimiento.
“Venerable
padre, la mujer polaca de Cracovia, madre de cuatro hijas, el 21 de noviembre,
antes de la operación quirúrgica, ha recuperado de improviso la salud. Demos
gracias a Dios. A ti, padre venerable, la gratitud viva del esposo y de toda la
familia”, escribió.
ACI Stampa, agencia en italiano del Grupo
ACI, informó que el 5 de abril de 2002, San Juan Pablo II escribió una carta sobre
su encuentro con el Padre Pío.
La
misiva la envió a los frailes capuchinos de San Giovanni Rotondo para su
archivo, pidiendo que no se publicara antes de su muerte. La carta fue
publicada en el libro “El Papa y el fraile”.
En
1974, cuando visitó la tumba del Santo capuchino, el entonces Cardenal Karol
Wojtyla dejó un registro en el libro de visitas del convento en San Giovanni
Rotondo. El Padre Pío “tenía un simple y claro discernimiento y trataba al
penitente con un gran amor”, escribió Juan Pablo II.
“Este encuentro con él todavía vivo y
estigmatizado en San Giovanni Rotondo, lo considero como el más importante y
agradezco de modo particular a la Providencia por esto”,
agregó.
El 23 de mayo de 1987 San Juan Pablo II, ya
convertido en Papa, rezó ante la tumba del Santo de Pietrelcina y ese día, ante
los religiosos franciscanos, dijo: “Grande es mi alegría por este encuentro y
lo es por varios motivos. Como saben, estos lugares están ligados a recuerdos
personales, es decir a mis visitas hechas al Padre Pío durante su vida terrena,
o ya espiritualmente luego de su muerte, ante su tumba”.
En
la Misa de canonización el 16 de junio de 2002 en
la Plaza de San Pedro en el Vaticano, San Juan Pablo II afirmó que “el Padre
Pío fue generoso dispensador de la misericordia divina, poniéndose a
disposición de todos a través de la acogida, de la dirección espiritual y
especialmente de la administración del sacramento de la penitencia”.
“También
yo, durante mi juventud, tuve el privilegio de aprovechar su disponibilidad
hacia los penitentes. El ministerio del confesionario, que constituye uno de
los rasgos distintivos de su apostolado, atraía a multitudes innumerables de
fieles al convento de San Giovanni Rotondo”.
El
Papa peregrino destacó que “aunque aquel singular confesor trataba a los
peregrinos con aparente dureza, estos, tomando conciencia de la gravedad del
pecado y sinceramente arrepentidos, volvían casi siempre para recibir el abrazo
pacificador del perdón sacramental”.
“Ojalá
que su ejemplo anime a los sacerdotes a desempeñar con alegría y asiduidad este
ministerio, tan importante también hoy, como reafirmé en la Carta a los
sacerdotes con ocasión del pasado Jueves santo”, subrayó.
