Ella se llenó de curiosidad cuando le dije que venía de Bután y era católico. Le expliqué que yo era un converso…"
![]() |
Dominio público |
Ella era famosísima ya en ese año, en 1986 y Kinley no era
famoso en absoluto, pero sí una persona con cierta importancia histórica: en
ese momento probablemente era el primer y quizá el único butanés convertido al
catolicismo.
Un reino budista en el Himalaya
En esa época el budismo no sólo era la religión estatal del
pequeño reino montañés de Bután (800.000 habitantes, mucha pobreza, una
monarquía teocrática y el budismo como signo de distinción del gigantesco
vecino, la India). También estaba prohibida la conversión a otras religiones,
la predicación misionera, etc...
Kinley era un caso especialísimo. Aunque era butanés, se
había convertido en la India, estudiando en una escuela católica en Darjeeling,
a los 15 años, en 1974, y luego había profundizado en su fe estudiando con los
jesuitas en Bangalore y en Mumbai. Había recibido los sacramentos en secreto:
hasta 1995 no hubo plena libertad religiosa en Bután.
Esquivando la vocación
sacerdotal
“Desde 1974 sentía una inquietud dentro de mí",
recuerda. "Yo siempre había querido consagrar mi vida a Cristo como
sacerdote. Pero mis estudios profesionales, las presiones de la familia y mi
estilo de vida no estaban ayudando a que tomara una decisión final. Los muchos
sacerdotes que han sido mis padres espirituales siempre me habían animado a
esperar, y uno de ellos incluso sugirió que me casara, porque yo era uno de los
pocos católicos de Bhután, para que la Iglesia pudiera crecer allí”.
Pidió a Dios una señal
Kinley sentía sin embargo ese deseo de ser sacerdote.
“Comencé a orar a Dios para que me diera una señal. Recuerdo decir a Dios:
‘Tienes que darme una señal como esa [dada] a Teresa del Niño Jesús, al ver la
nieve en el verano, pero lo suficiente para que yo no lo dude’. Así oré en ese
viaje en misa, el domingo, cerca del hotel”.
Y entonces la Madre Teresa se sentó junto a él en el avión.
Ella le tomó la mano y le
habló
“Mi corazón latía con fuerza y yo respiraba con dificultad
(…) Ella se llenó de curiosidad cuando le dije que venía de Bután y era católico.
Le expliqué que yo era un converso, y en poco tiempo con ella supo la angustia
de mi corazón: mi deseo de ser sacerdote, pero todas las tentaciones que tenía.
Me tomó la mano y me dijo: ‘Yo no he dicho esto a mucha gente, pero te lo digo
a ti: tú tienes una vocación, se generoso con Dios, y él será generoso
contigo’. Mis ojos se llenaron de lágrimas y lloré todo el camino hasta
Calcuta, lleno de alegría. Le había pedido a Dios un milagro para afirmar mi
vocación y el Señor me había enviado un ángel, como [ocurrió] a la Virgen
María. No tenía nada más que decir ‘aquí estoy, soy el siervo del Señor, hágase
en mí según tu palabra’”.
Al noviciado, con su madre budista
Pocos meses después Kinley Tshering entró en el noviciado
jesuita de Mount Carmel, en Kurseong. Lo acompañó a la puerta su madre, de
firme fe budista.
“Su gran amor por mí le hizo olvidar la paradoja y la ironía
del momento. Una madre budista que permite que su hijo se convierta en
sacerdote católico. Era impensable en el momento. Ella tragó todas sus
lágrimas, y me dejó con valentía. (…) Mi paz duró poco. Esa noche mi madre se
acercó y me pidió ir a casa y olvidar esta locura. Le pedí que me diera dos
semanas para la primera prueba, diciendo que si no me gustaba lo que estaba
haciendo ella lo sabría y volvería a casa”.
Pero dos semanas después, al ver ella que su hijo era feliz,
la madre dijo al joven: “Sé un buen monje y nunca te vuelvas atrás en tu
decisión”.
“Nueve años después mi madre vio mi ordenación, y estaba
radiante de alegría, mientras mis hermanas lloraban. Recuerdo lo que dijo a las
personas presentes en la ordenación: ‘Hace nueve años que terminé verter todas
mis lágrimas, y ahora me alegro por mi hijo, él va a servir a la humanidad’. Mi
padre, un devoto budista, no fue a mi ordenación, pero respetó mi decisión”.
Madre Teresa había rezado por él
Después de su ordenación, el Padre Kinley fue a Calcuta para
agradecer a la Madre Teresa.
“Lo primero que Madre Teresa me dijo fue: ‘durante los
últimos diez años he rezado por ti’”.
Kinley se convirtió en el primer sacerdote católico de Bután
y hoy es el superior de los jesuitas de Darjeeling. Lo atribuye al ejemplo de
dos mujeres, dos madres, la que le impulsó en el avión y la que le formó en
virtudes incluso antes de ser cristiano.
“Mi madre no es una teóloga, pero me doy cuenta de que lo que
me enseñaron cuando era un niño eran los valores cristianos que guardé cuando
adulto. Una madre budista ha ayudado a su hijo, sacerdote, para estar
orgulloso de su vocación, en humilde servicio a los pobres, sin olvidar nunca
que la vida pasa y no es eterna”.
Fuente:
Portaluz/ReL