José Ramón
Rapallo, ordenado con 52 años tras una larga carrera militar iniciada en la
Legión
Foto: José Ramón Rapallo preside la Santa Misa |
Este
madrileño de 52 años es lo que se denomina una vocación tardía y su perfil es
diferente al de sus compañeros sacerdotes, pues no ha sido ordenado sacerdote
castrense obteniendo un grado militar sino que antes, durante y después de su formación sacerdotal
ejerció como soldado.
La milicia y el sacerdocio, dos misiones
vocacionales
En
una entrevista con la revista Omnes, el ahora
sacerdote con grado de comandante, José Ramón Rapallo, habla de su trayectoria
que le ha llevado a servir primero en la milicia y luego entregar su vida a
Dios.
“Entré
en el ejército como voluntario con 17 años. Ya llevo 35 años de servicio.
Durante un tiempo, además fui agregado del Opus Dei, una vocación de servicio en medio
de las ocupaciones diarias, en el trabajo profesional. En mi caso, mi profesión es un trabajo
vocacional como es la milicia, en el que aprendes a renunciar a muchas cosas y
a entregar la vida por los demás, si es preciso”, cuenta este capellán
castrense.
Además,
durante otros muchos años quiso ser voluntario de noche de la Casa de Madre Teresa y asistía a
enfermos de SIDA cuando la enfermedad mataba a cientos de personas. “Más
de una vez, aquellos enfermos nos decían que ir a morir a casa de las Hermanas
de la Caridad era aprender a amar con mayúscula. Quizá fue en este sitio, en
las noches de vela en la pequeña capilla que tienen donde vi que el Señor me
pedía más. Quizá fue en este sitio, en las noches de vela en la pequeña capilla
que tienen donde vi que el Señor me pedía más”, confiesa.
Una
anécdota que cuenta relacionada con su vocación y su vida militar tiene que ver
con su etapa en una de las unidades de élite del ejército: “En el curso de
operaciones especiales todos tenemos un nombre de guerra, en mi caso,
decidieron fuera Templario. De
momento, me siguen llamando Templario y confío que no tenga que oír lo de:
“Jefe de compañía llamando a cuervo”.
Profundizando
en su viaje hacia el sacerdocio el padre Rapallo recuerda que “durante años
tuve la inquietud de estudiar Teología y lo hice de una forma no reglada. Hace
siete años, cuando me planteaba más en serio el tema de la vocación sacerdotal,
estando destinado en Alicante, el actual páter del Mando Operaciones Especiales,
José Antonio Barriel, me
explicó la existencia de un seminario castrense y la posibilidad de seguir
estudiando”.
Ya
destinado en Madrid su idea era dejar el ejército, pero tanto el rector del
seminario castrense como monseñor Juan del Río, arzobispo recientemente
fallecido le explicaron la posibilidad de “compaginar la atención pastoral con
mi destino una vez terminara mi formación sacerdotal y que, en ningún caso,
abandonara mi condición de militar. Así lo hice y, tras cinco años de seminario
y trabajo, el 25 de julio del año pasado, fiesta de Santiago Apóstol recibía la ordenación sacerdotal”.
Una manera de entender la vida
Acerca
de compaginar la vida sacerdotal y la militar, José Ramón Rapallo indica
que “aceptar las exigencias de la vida militar, como son la obediencia debida,
estar seis o más meses lejos de tu familia de misión, muchas veces en
situaciones de riesgo y fatiga, los constantes cambios de destino… podemos
decir que es algo más que una profesión”.
En su opinión, “la milicia forja carácter, es ‘religión de hombres honrados’ como diría Calderón de la Barca. Una manera de entender la vida basada en unos valores que hoy en día no están precisamente de moda, como el espíritu compañerismo, la lealtad, el sacrificio y, especialmente un valor transcendental, como es el dar la vida por los demás. Para esto hay que saber qué significa la muerte: el militar lo resume en la muerte no es el final del camino que tantas veces rezamos y cantamos en el acto a los caídos en las unidades militares. Ser líder espiritual es lo que significa ser capellán en una unidad militar. Saber dar razones de lo que hacemos y por qué lo hacemos”.
“Ser
líder espiritual es lo que significa ser capellán en una unidad militar. Saber dar razones de lo que
hacemos y por qué lo hacemos. Es hablar del valor transcendental de la
vida que estás dispuesta a entregar y que tanto cuesta aceptar, pero que en el
ejército es absolutamente necesario. Sin olvidar que el capellán esta para
servir a los que sirven”, agrega.
Su experiencia en Irak
Ya
como sacerdote ha estado de misión en Irak. “En el destacamento Bagdad donde estaba destinado no había páter
católico. Cada dos o tres meses venía unos días el páter americano,
que estaba en Erbil. La Capilla era multi-confesional, aunque para el culto
católico se reserva una parte, donde se promovió la construcción de
un Sagrario, con motivo el inicio de la Adoración al Santísimo que teníamos
todos los jueves y a la que asistían de toda la base y, especialmente, una
comunidad de trabajadores filipinos”, cuenta.
Además,
explica que “la Santa Misa era generalmente en español e inglés. Pero también
en francés o italiano, dependiendo del número de asistentes de cada
país. Desde octubre, además de acompañar espiritualmente a todos los que
se han acercado a la capilla, estar disponible para confesiones e intenciones
particulares de la Misa, he celebrado varias misas de difuntos de familiares
fallecidos de diferentes nacionalidades durante la misión. Más de una vez
militares extranjeros, aquí en Bagdad, me han comentado la inmensa suerte de
contar con un sacerdote. Recuerdo
un canadiense que me decía que en su ciudad no había sacerdote católico y sólo
podía recibir sacramentos de forma poco frecuente. No somos conscientes de la
suerte que tenemos en España”.
Puede leer la entrevista
íntegra al padre José Ramón Rapallo en Omnes aquí.
Fuente: ReL/Revista Omnes