Costuras con historia
Dominicas de Lerma |
-No sabes lo
que me ha pasado... -me dijo la hermana costurera.
Resulta que, en
un despiste, había metido la tijera por donde no era... ¡¡y había partido en
tres la tela con la que estaba trabajando!!
Desde luego
que, si me pasa a mí (suponiendo que sobreviva al disgusto), no habría visto
más alternativa que tirarlo a la basura. Al fin y al cabo, era un pedazo
pequeño...
-¡¡Uy, tirar
dice!! -sonrió divertida nuestra costurera- ¡¡No puedo tirarlo!! Ya no me queda
tela de este tipo... Por eso quería enseñártelo.
Entonces sacó
el pedazo de tela en cuestión... ¡¡totalmente reconstruido a base de costuras!!
-¿Lo ves? -me
dijo con cariño- Todos nos equivocamos... pero siempre hay solución.
¡¡¡Cómo me
impresionó aquello!!! Sentí que esta misma paciencia, este mismo cariño, es el
que tiene Cristo con cada uno de nosotros.
En efecto, las
circunstancias, nuestras decisiones, nuestros errores... pueden convertirse en
esas tijeras que parten por completo el pedazo de tela que es nuestro corazón.
Quizá alguna vez te has sentido hecho jirones...
Pero no fue
esto lo que me impresionó. Lo que me impactó fue la fidelidad de nuestra
costurera a esa tela, ¡¡¡la fidelidad de Cristo contigo y conmigo!!!
Donde
cualquiera podría calificar la tela de inservible, cuando parece que la única
solución es la papelera, Cristo afirma rotundamente que esa tela está rota...
pero no es irrecuperable.
Y, de este
modo, Él se sienta con paciencia, recolocando los pedazos, hilvanando,
planchando... ¡¡hasta reconstruirla por completo!!
Bueno, o igual
no... Ciertamente, la tela de nuestra hermana no quedó como al principio: ahora
tiene costuras. Pero, ¿quién dijo que eso es un problema? Del mismo modo,
Cristo te hace nuevo sin borrar tu pasado, sin borrar tu historia. ¡Ni siquiera
quiso eliminar las heridas de Su Cuerpo! Creo que quiere mostrarnos que, con
Él, las cicatrices se vuelven gloriosas... y las costuras hablan de misericordia.
Hoy el reto del
amor es que pongas la tela de tu corazón en manos de Cristo. Te invito a que le
muestres esas partes que notas más débiles, más rotas. ¡No tengas miedo!, por
muy desastre que te veas a ti mismo, ¡¡para Él eres una pieza única y valiosa!!
No te abandonará jamás: ¡se queda contigo para reconstruirte! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
¡Feliz día!
Fuente:
Dominicas de Lerma