La casa Paz-Gallo se convirtió en el hogar de decenas de niños desamparados, conoce la inspiradora historia de una santa madre en Tucumán
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Muchas se hunden en depresiones y se abandonan a la tristeza.
Otras son capaces de dar un vuelco a sus vidas y ser felices simplemente
ayudando a los demás.
Eso fue lo que hizo esta gran mujer argentina, Elmina Paz-Gallo,
quien quedó
viuda después de ver morir a su hija pequeña.
Lejos de abrazar la desazón, se dio cuenta de que todo lo que tenía para
ella sola lo podía compartir con quienes sufrían mucho más que ella.
Una casa demasiado grande para ella sola
Elmina Paz-Gallo había
nacido el 10 de septiembre de 1833 en la ciudad argentina de Tucumán.
La suya fue una vida como
la de cualquier niña de su tiempo hasta que a los veinticuatro años se casó con
Napoleón Gallo.
La pareja se instaló en
Santiago del Estero donde tuvieron una niña a la que bautizaron con el nombre
de María Jesús.
El primer golpe al que
tuvo que enfrentarse Elmina fue la muerte prematura de su hija, quien falleció
cuando tenía apenas tres años de edad.
No volvió a tener hijos,
pero vivió un matrimonio feliz con Napoleón Gallo hasta que este fallecía en el
verano de 1886.
Elmina tenía entonces 53 años. Se
encontraba sola, era una viuda viviendo en una casa demasiado grande para ella.
Ayuda a los necesitados
incluso en una epidemia
Fue precisamente ese mismo
año de la muerte de su marido que en Tucumán se inició una terrible epidemia de cólera que
duraría meses y terminaría con la vida de miles de personas.
Una situación de caos y
crisis sanitaria que las autoridades difícilmente pudieron sobrellevar.
Elmina no dudó entonces en
empezar a colaborar
con distintas organizaciones caritativas y de asistencia a pobres, enfermos y
huérfanos.
Su acción solidaria estuvo
siempre muy vinculada al convento de Santo Domingo que
se encontraba muy cerca de su casa de Tucumán, donde se había traslado con su
marido años atrás.
En 1865 había ingresado en
la Orden
Seglar Dominicana. Una década después, en 1876, había
presidido la Sociedad
de Beneficencia de Tucumán.
Eran muchos los niños que,
a causa del cólera, habían perdido a sus padres y no tenían a dónde ir ni quien
les cuidara.
Un reto
constructivo
Fue entonces cuando un
fraile dominico, Ángel María Boisdron, conocedor de la situación de Elmina y de
su profunda fe, se acercó a ella para proponerle un reto que
no rechazaría: convertir su casa en el hogar de todos esos pequeños
desamparados.
Elmina abrió sin dudarlo
las puertas de su amplia vivienda que pronto se convertiría en orfanato y
asilo.
“Mi casa será la de
ellos”. Con estas palabras resumía lo que iba a ser su vida a partir de ese
momento.
Elmina no solo cedió su
casa sino que se implicó directamente en el cuidado de los pequeños.
Con el tiempo, las
habitaciones de su hogar se llenaron también de pobres y enfermos. Elmina
les daba comida, ropa limpia y todo lo que podía para paliar su precaria
situación.
Inspiración
para muchas
Su dedicación, su ejemplo
de vida, atrajo a otras mujeres de Tucumán que se acercaron a Elmina para
ofrecerle su ayuda en el asilo y orfanato de su casa.
Durante meses, todas esas
mujeres trabajaron intensamente mientras la epidemia de cólera seguía
devastando la zona.
Una situación cada vez más
complicada que puso sobre la mesa las dificultades de tantas personas
desamparadas.
Fue entonces cuando Elmina
se dio cuenta de que su proyecto de vida solidaria debía
profesionalizarse. Dar un paso más.
Una
congregación dominica
Quería dedicarse de lleno
y hacerlo en nombre de Dios. No fue difícil convencer a las mujeres que se
habían unido a ella de fundar la que sería la congregación de Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús.
En 1887 eran doce las
postulantas, una de ellas la propia Elmina, de la nueva orden que un año
después se afiliaría a la Orden Dominicana y en 1910 sería aprobada por Roma.
En enero de 1888 realizaba
sus primeros votos y en 1891 los votos perpetuos.
En poco tiempo, las
Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús empezaron a fundar otros orfanatos en
distintas ciudades de Argentina, expandiendo su
misión caritativa por todo el país.
El nombre de Elmina
Paz-Gallo resonaba allí donde los más necesitados demandaban ayuda y pronto se
la consideró una santa.
Elmina fundó también escuelas y
conventos que siguen activos en la actualidad.
El 2 de noviembre de 1911,
fallecía a los setenta y ocho años de edad, tras una vida volcada en los demás.
En la actualidad se encuentra en proceso de beatificación.
Sandra Ferrer
Fuente: Aleteia