La campaña
«Mueve un dedo por la vida» se ha lanzado para reivindicar ante la sociedad y
la clase política que hay que priorizar e invertir en recursos y ayudas
sociales y económicas por la vida
![]() |
Revista Ecclesia |
La
covid-19 ha puesto en valor el poder de una mirada. Ojos que expresan, ojos que
ríen o lloran cuando el gesto queda oculto tras el velo de una mascarilla.
Pero, incluso cuando la boca no habla y el gesto se paraliza, también esa
mirada puede traducirse en palabras poderosas y remover conciencias.
La mirada
de Jordi Sabaté Pons, enfermo desde hace más de 6 años de ELA, una
enfermedad que sufren cerca de 4.000 personas en nuestro país, tiene ese poder
de hablar y de reivindicar: que se puede tener pasión por la vida, incluso en
las circunstancias más difíciles; solo hace falta que te den el apoyo y los
recursos para seguir haciéndolo. El impacto de su campaña «Mueve un dedo por la
vida», lanzada en las semanas previas a la aprobación de la Ley de Eutanasia en
nuestro país, ha sido galardonada en la segunda edición de los Premios Carisma
de CONFER. Entre lágrimas, los ojos de Jordi y el movimiento de sus pestañas
fueron, durante la recogida del premio, gratitud y un canto a la vida, que
afronta con «amor y humor». Contesta esta entrevista también con sus ojos, cuyo
movimiento convierte en palabras con la ayuda de su inseparable ordenador.
—En la era del
«postureo», del exhibicionismo en redes y de los grandes aspavientos para generar
titulares, has logrado que el simple gesto de mover un dedo tenga un gran
impacto y significado. ¿Qué has pretendido con la campaña
#mueveundedoporlavida?
—La campaña
«Mueve un dedo por la vida» se ha lanzado para reivindicar ante la sociedad y
la clase política que hay que priorizar e invertir en recursos y ayudas
sociales y económicas por la vida. Sin estas ayudas para vivir, en muchos
casos, nos vemos obligados a elegir morir y eso, desde mi punto de vista, es un
delito contra la propia vida, y una atrocidad.
—Jordi, tu
enfermedad tiene una expectativa corta de vida, pero no te rindes y son ya 6
años en un estado que te impide moverte, hablar, comer, beber y respirar. Y,
sin embargo, como tú dices, amas profundamente la vida. ¿Cómo haces para no
perder las ganas?
—Sinceramente,
no he perdido las ganas de vivir porque soy un enamorado de la vida, la amo y
la sigo disfrutando con mis seres queridos. Tengo claro que mi misión en esta
vida es visibilizar la ELA y luchar por nuestros derechos, y vivo sin perder la
esperanza de que algún día se encuentre la cura para la esclerosis lateral
amiotrófica. La esperanza jamás hay que perderla.
Sandra Várez
Fuente: Revista
Ecclesia