Después de 7.000 kilómetros de peregrinación, el sacerdote Javier Peño publica El Camino de Santiago, un encuentro con Dios con el propósito de «recristianizar el Camino»
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| Foto cedida por Javier Peño Iglesias |
Javier
Peño ha perdido la cuenta de todas las veces que ha hecho el Camino de
Santiago. «Más de una docena de veces seguro», afirma. Ha partido desde
Saint-Jean-Pied-de-Port, Pamplona, Madrid, Oviedo, Fátima, El Ferrol o
Salamanca, sus piernas han caminado cerca de 7.000 kilómetros, y acaba de
publicar El Camino de Santiago, un encuentro con Dios (Palabra) con
el propósito de recristianizar el Camino.
«Por desgracia, el Camino
de Santiago ha sido descristianizado. Ha sido espiritualizado, eso es verdad,
pero le están arrebatando sus raíces cristianas en pos de una pseudoespiritualidad»,
asegura este joven sacerdote de la archidiócesis de Madrid. Y añade: «El Camino
de Santiago es un peregrinaje católico y debemos recuperar su esencia, porque
si no, al final, va a ser más un viaje al interior de uno mismo, pero con uno mismo
como fin, en vez de un viaje al interior de uno mismo con Dios como fin».
Ante este escenario, a
Peño le gustaría que su libro, que es una especie de compendio de la vida
cristiana a través del Camino de Santiago y regado con las propias experiencias
del autor, «hiciera conscientes a los lectores de que Dios siempre ha caminado,
camina y caminará junto a ellos en la vida».
«El Señor me quería como
sacerdote»
Esa misma verdad, el Señor
se la ha hecho ver al escritor y sacerdote en distintos
momentos de su existencia, muchos de ellos vinculados a la ruta jacobea.
Como aquel 4 de diciembre de 2010, cuando «subía a O Cebreiro en mitad de una
ventisca y nevada tremenda». Peño pensaba por aquel entonces que su destino era
el matrimonio, pero «allí tuve una especie de moción interior en la que el
Señor me dejaba claro que mis caminos no eran sus caminos».
Aquello impactó al joven,
porque era algo «que sentí de forma clara, pero que me di cuenta de que no
procedía de mí». No era la única vez en la que Dios le iba a descolocar en
aquel pueblo, que es la primera localidad gallega que los peregrinos se encuentran
en el camino francés. «Ese mismo día por la tarde me fui a rezar y vi claro que
el Señor me quería como sacerdote», confiesa. Javier se echó a llorar
ante las reliquias eucarísticas que se conservan en el santuario de
Santa María la Real. «Yo no quería, pero lo vi tan claro que debía tomar
una decisión», asevera el hoy presbítero.
Dios le terminó de
confirmar su vocación en la última etapa, de Arzúa a Santiago, a través de las
palabras de un peregrino vasco «con el que todavía mantengo la relación». El
«Espíritu Santo habló de alguna forma a través de aquel hombre y me reveló que
mi camino no era junto a mi novia de entonces, sino como sacerdote».
Javier dijo que sí y se
fue al seminario, y aquellos dos años hizo los Caminos de Santiago más
destacados de su vida. «El más especial fue en 2012, porque fue la primera vez
que lo hice entero. Salí desde la puerta de mi seminario en Pamplona y recorrí
más de 700 kilómetros», recuerda. «El más importante de mi vida fue el del año
2016, porque se acercaba mi ordenación y era el típico momento de inflexión de
tu vida en el que sabes que ya no hay retorno». Fue muy bonito, concluye,
«llegar a Santiago y a la vuelta enfilar el último año de preparación para la
ordenación».
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega
