Evelyn del Niño Jesús proviene de Singapur, donde tenía una muy buena vida, y es conversa al catolicismo
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Madre Evelyn del Niño Jesús |
Además de sor Evelyn, este monasterio cuenta también con la presencia de una
postulante que está en proceso de discernimiento de su vocación.
La nueva
monja dominica del monasterio de Segovia procede de Singapur, un
minúsculo país asiático y avanzado con una renta per cápita que dobla a la de
España. En su tierra dejó un gran trabajo y numerosos lujos para ingresar en un
convento de clausura para dedicar su vida a la oración.
Y su llegada a Segovia, cuando nunca había oído hablar de aquel
monasterio que además no tenía vocaciones, es una historia llena de detalles
providenciales. Esta joven
asiática lleva tres años en Segovia desde que en enero de 2018
realizara la profesión temporal ante la comunidad que este pasado fin de semana
la recibió como una religiosa más.
Tal y como recoge El Adelantado de Segovia,
esta joven trabajaba como azafata de vuelo en la línea aérea más importante de
su país. “Tenía toda la
vida lujosa que quería, pero me di cuenta de que nada podía realmente llenarme”,
afirmaba esta dominica, que reconocía desde hacía mucho tiempo “siempre buscaba
a Dios, buscaba la verdad, aunque no era muy religiosa”.
De hecho, sor Evelyn del Niño Jesús no era católica sino que se
convirtió desde el catolicismo gracias a un amigo católico. A partir de ese
momento comprendió que “quería
vivir toda mi vida para Dios, no era sólo hacer algo bueno, como una obra
de caridad, sino ofrecer toda mi vida en unión con Jesús”.
Así decidió dar el paso a la vida religiosa. “En principio pensaba
que iba a ser una monja carmelita porque tenemos solo un monasterio de las Carmelita en Singapur pero
como era azafata y también viajaba mucho en vacaciones, estaba en la Iglesia de
Santa María de Minerva de Roma muchas veces, donde rezaba mucho delante de
Santa Catalina de Siena, donde está enterrada en la iglesia. Con la ayuda de
las hermanas de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta me presentaron al padre
dominico que celebraba la misa con ellas todos los días, y así, conocí a los
dominicos españoles en Singapur, uno de ellos de Segovia, que me presentaron a
las monjas dominicas”, relata.
“Cuando doy la respuesta a Dios y me pongo de acuerdo con su
voluntad, me siento feliz. Soy una pecadora, pero Dios quiere que yo haga como
un centinela ante el mundo para decir ‘Dios está, hay Dios, hay eternidad’. No
tengo que hablar mucho, pero la existencia de una monja de clausura puede hacer
más que si estoy en el mundo, por su vida de oración, por su vida de caridad
con sus hermanas… Y aunque mucha gente ni entiende nuestra vocación ni sabe
nuestra existencia, la vocación de la monja de clausura en el monasterio es
como el corazón de un hombre, no se ve como las manos, los ojos… pero es vital
para que el hombre viva”, cuenta sobre su propia vocación.
No todo ha sido sencillo en este camino hacia el monasterio de San
Pedro el Real. A su familia le costó comprender que optara por la vida
religiosa, y más que decidiera irse a un monasterio de España. “Ya tenía una vida muy
cómoda, pero en Asia las personas son bastante religiosas, y este
sentido de la religión les ayuda a aceptar la vocación poco a poco, y ahora
están de acuerdo porque saben que estoy feliz aquí”.
Su alegría le lleva también a animar a aquellas mujeres que
sientan esta llamada a dar el paso adelante y aceptarla. “Lo importante es que Dios nos
busca, hasta que nos damos cuenta”, asegura sor Evelyn. “Cuando empezamos a
sentir que nos falta “algo” porque lo que tenemos no nos llena hay que ser muy
sincera consigo misma, y saber lo que quiere de verdad. La llamada es de Dios,
nuestra parte es rezar mucho por ellas”.
Fuente: ReL