Mi vida ha sido pasar de la muerte a la resurrección, de las tinieblas a la luz”. Quien así habla es Alexis, un joven de 33 años casado y padre de tres hijos, y cuya impresionante historia es un signo inequívoco del poder transformador de Dios.
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El cambio de Alexis en lo físico salta a la vista, pero aún lo es más en su interior |
Su cambio fue tan
enorme gracias a la oración que sus padres, que se iban a separar y no eran
creyentes, fueron alcanzados por esta gracia y decidieron casarse por la
Iglesia.
Todos los jóvenes de la comunidad de Alexis organizaron la boda. Es una
historia de redención total que recoge Juan Manuel Cotelo en su nuevo
episodio de Contagiosos.
Este
joven que ahora vive en
Tarragona con su mujer Ángela y sus hijos relata cómo desde el inicio
de la adolescencia tuvo muchos problemas de comportamiento en casa. Tuvieron
que cambiarle incluso de colegio y al llegar al instituto conoció a nuevos
amigos con los que en vez de ir a clase se iba a fumar porros.
“La
relación con mi familia se fue autodestruyendo. El conflicto con mis padres se
fue agrandando”, cuenta Alexis. Así fue como finalmente a los 16 años decidió
irse de casa. En aquel momento era punk. “Me fui a vivir a la calle, de ir de concierto en concierto, me
metí poco a poco en este ambiente radical. Me dejé cresta, me tatué. No
tenía normas… iba de tipo duro. Empecé a delinquir, traficando, robando
comida…”, relata.
Al
final acabó comiendo de la basura. Toda la felicidad que creía que viviría al
hacer su vida no existía y con 19 años ya era adicto a la cocaína. Confiesa que
sabía “en qué situación estaba, pero era orgulloso. Me era difícil pedir ayuda precisamente por ese orgullo”.
De
la coca pasó a la heroína creyendo que así podría olvidar los problemas y vivir
el resto de su vida en otra dimensión. Sin embargo, Alexis afirma que veía a la gente “morir a mi lado y
eso me marcó así que necesitaba consumir el doble y pincharme más. Vi
que la vida se me iba”.
No tenía ni 20 años y
ya acumulaba 104 causas judiciales hasta que en una de ellas le
arrestaron, le llevaron al calabozo y después a la cárcel. Pese a que en
aquella vida que llevaba creía tener muchos amigos los únicos que fueron a
visitarle fueron sus padres, a quienes tanto había hecho sufrir. “Me dejaron
salir en libertad condicional y vi que tenía que haber un antes y un después
así que por primera vez pedí ayuda a mi familia”, cuenta Alexis.
Sus
padres lo acogieron en casa y con ellos pasó todo el síndrome de abstinencia,
con todo lo que conllevaba. Pudo ver el tremendo amor de sus padres. Buscando
una ayuda más específica les dieron el teléfono de un sacerdote que les informó sobre la Comunidad del Cenáculo.
Y fueron a la casa que tienen en Lourdes.
“Llegamos
a Lourdes. Mis padres no tenían nada de fe, no éramos creyentes. Pero entré
allí y vi a madre que se
sentó delante de la Virgen y se puso a llorar. Yo ya me volví loco”, recuerda
de aquel momento.
El
inicio en la comunidad no fue fácil. No podía fumar, no había teléfonos móviles, ni chicas... Le
dijeron que allí rezaría. Además, le cortaron la cresta y sus padres
volvieron a España. Alexis fue después a la casa que marcaría su vida, en el
norte de Francia, y su existencia se fue transformando.
“A
los 6 meses vino mi madre y me comentó que mis padres querían separarse y yo
creía que era la mejor forma de salirme de la comunidad. Pero mi ángel de la
guarda (persona encargada de velar por cada uno en la casa) me dijo que lo mejor que podía hacer era
levantarme a las dos de la mañana e ir a la capilla rezar por ellos
para que Dios les ayudase”, explica.
El
tiempo pasó y tras un tiempo vio que sus padres estaban fenomenal, seguían
juntos y hasta iban a misa. “Allí
me asusté, no podía ser real, fue como un milagro”. Fue entonces cuando
Alexis pidió perdón a sus padres por primera vez. “Fue como romper cadenas
–agrega- como una liberación total, sobre todo para ellos. Se confesaron y les
dio el deseo de casarse por la Iglesia. Nosotros fuimos los que preparamos
todo, la celebración, la música, los cantos…”.
A
los dos años de estar en la comunidad a los jóvenes se les envía a casa una
semana para que puedan ver a su familia fuera de la casa comunitaria. Sin
embargo, nada más llegar a Barcelona la Policía detuvo a Alexis por una de las
causas pendientes que tenía de años atrás. Estuvo tres meses en la cárcel.
Pese
a todo -explica- “pude ver
en ese tiempo en la cárcel que el rosario me daba una fuerza tremenda para
no caer en la tentación. Sentía la fuerza de esos amigos de verdad de la
comunidad. Me venían a ver solo para 20 minutos de cristalera. Para decirme:
‘hermano estamos aquí’. La comunidad era una familia. Venían mis padres que me
daban paz”.
Al
salir ya se incorporó a la comunidad del Cenáculo de Barcelona. Su encuentro
con Dios era total y unos años después sintió el deseo de salir de la comunidad
y empezar a rehacer su vida. Y así fue como en un retiro en Ávila conoció a la que hoy es su mujer, que
al principio se quedó sorprendida al ver a un joven como él, con tantos
tatuajes, en un encuentro católico.
Se
casaron, y ambos esperan juntos su tercer hijo. Sin embargo, la Comunidad sigue
ahí y visita a lo jóvenes cada semana, colabora con ellos, hace las
entrevistas. Y para muchos es ahora un espejo en el que mirarse. “Cada vez que veo a uno de estos
chicos y tengo un cara a cara con él me veo reflejado. Con tanto mal
que he hecho es una oportunidad de cubrirlo con el bien”, agrega.
“Yo me siento un pecador público,
un desgraciado, pero amado por Dios. ¿Por qué no vas a poder tú
también? Yo desde que entré en comunidad he visto muchos casos y que ahora
están fuera muy bien. Hay dificultades, momentos críticos, pero experimento en
mi vida diaria que Dios ayuda. Él existe y ha cambiado mi vida. Y también puede
transformar tu vida”, concluye.
J. Lozano
Fuente: ReL