Dios es un padre muy especial, siempre nos acompaña y nos espera, incluso en los momentos más oscuros...
![]() |
Vladimir Mulder| Shutterstock |
“Cerca
está el Señor de los que le invocan, de todos los que lo invocan de verdad” Salmo
145
A veces nos
sentimos solos, es natural, sobre todo en esta pandemia que nos obligó a
encerrarnos en nuestras casas bajo una cuarentena interminable. Necesitamos
compañía, sentirnos amados, abrazados.
Hace unos
años Aleteia publicó un artículo desgarrador
sobre dos ancianos en un departamento de Roma que lloraban por sentirse solos.
La soledad es
muy dolorosa. Es muy triste dejar a nuestros ancianos solos cuando
debemos cuidarlos.
Nunca estamos
solos
Recuerdo a un
amigo que vivía solo en su departamento y una tarde le pregunté: “¿Nunca te
sientes solo?”. Su respuesta me sorprendió: “Yo nunca estoy solo. Dios
siempre está conmigo”.
Con los años,
leyendo las Escrituras pude comprender su respuesta. Él tenía razón. Nunca
estamos solos.
«¿No te he
mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque
Yahveh tu Dios estará contigo dondequiera que vayas» Josué 1, 9
También nos
dice:
«En Dios
vivimos, nos movemos y existimos”. Hechos 17
Somos nosotros
los que nos alejamos
Dios siempre
nos acompaña. Va con nosotros. San Agustín, en su famosa obra
autobiográfica Confesiones escribió:
“Tú estabas
conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme
lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían”.
Es lo que nos
ocurre a menudo con Dios. Él está con nosotros, pero nuestro corazón se
encuentra en otro lado, cerca de las apetencias del mundo, el dinero, el
placer. Olvidamos nuestra alma inmortal con demasiada frecuencia por lo
terrenal.
Padre fiel
Dios es
un padre muy especial.
Una tarde que
me encontraba en una oficina realizando unos trámites importantes, llegó un
sacerdote que conocía bien.
De casualidad
se colocó detrás de mí en la fila. Estaba consternado por la historia que un
parroquiano le había confiado como amigo suyo y me la compartió.
Resulta que su
amigo venía del hospital con los resultados de sus análisis médicos, le dieron
un año de vida.
Angustiado
pensó en sus hijos pequeños y su joven esposa. ¿Qué sería de ellos? Tomó el
auto y se puso a dar vueltas por la ciudad sin rumbo fijo, clamando a Dios en
su desesperación:
“Ayúdame Señor,
no me dejes solo”.
Entonces sintió
una suave brisa y escuchó una voz venida de atrás que con ternura le dijo:
“Yo estoy
contigo”.
Es una historia
maravillosa que no he podido olvidar. Y si un día dudas, busca en tu
Biblia Isaías 41, 10 y lee:«
No temas, pues
yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios; yo te he dado
fuerzas, he sido tu auxilio, y con mi diestra victoriosa te he sostenido.”
Claudio de
Castro
Fuente: Aleteia