Desde hace 20 años, los Frailes Franciscanos de la Renovación dirigen un “restaurante” poco convencional, en el cual se encuentran con los más pobres de Inglaterra para alimentarlos y llevarles a Cristo, en especial en medio de la pandemia del COVID-19.
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Crédito: Facebook Canning Town Franciscans |
El comedor se ubica en el distrito de Canning Town, Newham, un
lugar pobre ubicado en East London. Se estima que
en el municipio de Newman más de la mitad de los niños (el 52%) viven en
hogares en situación de pobreza, una cifra mayor al promedio de Londres.
Si bien los Frailes
Franciscanos de la Renovación, se establecieron en 1987 en la
Arquidiócesis de Nueva York, en el año 2000 se mudaron a Londres motivados por
la oportunidad de servir a los pobres, a ejemplo de San Francisco, que vivió
entre los pobres de Asís. Desde entonces, los frailes se dedicaron a servir a
los más necesitados a través de la cocina y la oración.
“Somos muy conscientes de que, ya sabes, alimentamos a la gente,
pero el verdadero deseo es bendecirlos espiritualmente”, dijo el P. McBride que
además es el responsable de la cocina.
El sacerdote explicó que se turnan en grupos para rezar. Por
ejemplo, dijo que mientras los frailes sirven la comida a los que llaman sus
“clientes”, los voluntarios se dirigen a la sencilla capilla que tiene la
parroquia y se arrodillan ante el Santísimo Sacramento.
“La oración continúa cuando comenzamos a servir la comida. Tenemos
lo que llamamos una rotación de adoración. Entonces, mientras se sirve la
comida, algunos de los voluntarios pueden entrar y tener adoración al mismo
tiempo”, agregó.
El P. McBride dijo que los frailes rezan para que cada visitante
tenga un encuentro con Jesús que cambie su vida, y se alegran si sus invitados
simplemente se sienten bendecidos por asistir.
“Siempre rezamos al principio y al final por todos los que vienen,
por sus necesidades, por el empleo, por la vivienda, porque se liberen de las
adicciones”, dijo.
Franciscanos al servicio durante la pandemia
Lamentablemente, tras el inicio de la pandemia del COVID-19 en
marzo de 2020, la comunidad franciscana que tiene su sede en St. Fidelis
Friary, no solo tuvo a un fraile enfermo, sino que tuvo que cerrar
temporalmente hasta que pudieran asegurarse de que el ambiente fuera seguro
para sus invitados.
“Con el primer encierro, estábamos realmente enfermos”, dijo el P.
McBride y relató que “uno de los frailes estaba particularmente enfermo, Dios
lo bendiga. Hicimos que los paramédicos lo ayudaran. Realmente pensamos que
podría ser llevado al hospital. Pero, le dimos la Unción de los Enfermos y se
recuperó por completo”.
El “restaurante” reabrió en julio de 2020, cuando disminuyeron las
restricciones. El P. McBride explicó que para garantizar un espacio más seguro
para sus comensales, siguieron las medidas de bioseguridad que se requerían
como el uso de mascarillas, guantes y distanciamiento social.
Además de las restricciones, la comunidad se enfrentó a otro reto:
las fuertes lluvias repentinas. El sacerdote explicó que tenían que atender en
espacios exteriores; sin embargo, no tenían como protegerse ni proteger a sus
visitantes de las lluvias.
“Nos dimos cuenta tan pronto como salimos del verano que teníamos
un problema, que no había como protegernos”, dijo. “Estábamos todos afuera y
todos se iban a empapar muy rápido tan pronto como cambiara el clima”, agregó.
Fue así que en septiembre de 2020, la comunidad instaló tres
refugios al aire libre. “Proporcionan cobertura, que es lo principal, lo que
nos permite hacer funcionar la cocina. Afuera se entrega la comida en bolsas.
Algunas personas se quedan y comen debajo del refugio o si no llueve, en
cualquier lugar donde se sientan cómodos para sentarse”, explicó.
El P. McBride dijo que antes de la pandemia, el municipio de
Newman se estaba volviendo un poco más próspero; pero todo cambió con el
COVID-19. Por ello, la parroquia local también abrió un banco de alimentos para
apoyar a los más necesitados durante la crisis.
“Han estado viniendo varios cientos de personas […] Creo que hasta
alrededor de 400 en una semana, lo que indica que las personas están
necesitadas”, dijo. “Conozco personas que han perdido sus trabajos o están
comprando cosas a crédito”, agregó.
Para el sacerdote, la crisis de la pandemia aún no alcanza su
punto máximo en el país y durará aún mucho más tiempo. “No creo que hayamos
visto todo lo que traerá la pandemia. Se ha visto en artículos que el Reino
Unido podría tener su peor recesión en 300 años. No soy economista, pero te
preguntas: ¿cómo pagas la licencia y todo lo demás?”
Friar Benet’s Kitchen depende de las donaciones. Parte de la
comida proviene de una organización benéfica llamada City
Harvest London, que recolecta productos de los restaurantes y los
entrega al comedor. Otras donaciones son de la gente de la zona o ciudadanos
generosos que los apoyan por medio de su sitio web.
La vocación de servicio del cristiano
El “restaurante” franciscano de caridad jugó un papel fundamental
en la historia vocacional del P. McBride, que conoció este singular servicio
antes de ingresar a la orden franciscana en 2004.
“Fue el primer convento que visité cuando estaba discerniendo”,
dijo. “Bajé a visitarlos y ellos estaban a cargo del comedor de beneficencia.
En ese momento, también estábamos ayudando con un refugio para personas sin
hogar”, dijo el sacerdote, que fue ordenado sacerdote en 2015, según el periódico de la Arquidiócesis de Nueva York.
El P. McBride aconseja a los católicos que hagan un esfuerzo
adicional para ir al encuentro de los pobres durante la pandemia. “Es el
llamado de cada cristiano el hacer todo lo que podamos por el más pequeño de
nuestros hermanos, cualquiera que esté luchando”, aseveró.
“Cuando veas a alguien, trata siempre de ofrecerle algo de comer.
Si estás en una ciudad, averigua dónde están los lugares que brindan comida a los
que pueden ir. Especialmente para las personas sin hogar, simplemente, detente
y salúdalos”, agregó.
El sacerdote también recordó que en Friar Benet’s Kitchen, no solo
acogen a los católicos, sino a toda persona, independientemente de su creencia
o religión.
“En general, el deseo es, dondequiera que estén las personas,
bendecirlas, animarlas y acercarlas a la verdad de ese encuentro, a esa
relación con Jesús. Es lo mismo para todos nosotros, sea que dirija el proyecto
o sea voluntario, y creo que esa es la belleza del trabajo”, dijo.
“Sabemos que lo que estamos haciendo, lo estamos haciendo por
Cristo. Y eso es lo que da una sensación de plenitud y gozo y acercamiento a
Cristo. De cualquier manera que esté sirviendo o recibiendo, sabemos que viene
de Cristo y nos lleva a Él. Es algo hermoso”, concluyó.
Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en CNA.
Fuente: ACI