Dejando huella
Hola, buenos días, hoy Israel nos
lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Lerma es un pueblecito de Burgos,
y Burgos es una de las ciudades más frías de España. Y, como cada zona, tiene
sus costumbres para adaptarse lo mejor posible al entorno.
Desde el principio me llamó la
atención que en el Monasterio hay gran cantidad de suelos de madera. La primera
vez que vi una iglesia con el suelo de madera fue aquí, pero, claro, bien
pronto descubrí la explicación lógica: la madera es más cálida que cualquier
otro suelo de baldosa o mármol...
Desde hacía unos días notaba que
la tarima donde me siento en la oración estaba comenzando a rayarse. Bueno, es
que este suelo es más cálido, pero tiene otros inconvenientes, como, por
ejemplo, que es más blando.
Miré bien los fieltros de las
patas de las sillas, pero estaban en buen estado, y así, intentando comprobar
qué podía ser, encontré la causa: una piedrecita bien puntiaguda en mis
zapatos.
Aquello me hizo gracia porque
pensé: “Unas veces ‘dejamos huella’ y otras veces... ¡rayones!”. Y es que esta
es la realidad de nuestra débil condición. Todos tenemos la experiencia que
dice san Pablo: “hago lo que no quiero y lo que quiero no lo hago” (Rm 7, 15).
Ciertamente es un alivio pensar que, si le sucedía a Pablo, entonces vamos por
buen camino.
Es la impotencia que llevamos en
nuestro ser, marcados por el pecado original. Sin embargo, Cristo nos redimió
de esa impotencia. Él se encarnó, cargó sobre sí todo lo nuestro hasta dar la vida
por ello y resucitó para liberarnos. Él es quien puede transformar nuestra
vida. Nosotros podemos intentarlo una y otra vez con nuestro esfuerzo, pero
realmente, solo rindiéndolos ante Él y dejando que sea Él quien nos salve,
nuestra vida se verá transformada de raíz.
Quizá te preguntes... “¿Y
nosotros entonces no tenemos que hacer nada?”. Sí, y quizá sea lo más difícil:
lo que Él quiere que hagamos es que nos dejemos salvar. Como sigue diciendo san
Pablo, “el querer está a mi alcance, pero no el hacerlo” (Rm 7, 18): que
queramos, que lo pongamos todo en su mano y que vivamos a costa de Cristo.
Hoy el reto del amor es rendir tu
vida en las manos del único salvador: Jesucristo. Tu vida está llamada a dejar
huella, la huella del amor, de la Paz, de la alegría... Si sientes que no
siempre sucede así, deja en Cristo las piedras de tus zapatos y confía tu vida
a Él.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma