¡Oh, mujer, qué grande es tu fe!
El otro día recibí una llamada
telefónica. Era una amiga que me pedía me uniera a ella y a sus amigos para dar
gracias a Dios porque está desbordada de gratitud y necesitaba compartirlo. Me
contó que un sobrino suyo se contagió del covid y, en el hospital, cada día iba
a peor… Entonces hicieron una cadena de oración, entre ellos, para pedirle a
Dios su salud, pues la cosa iba cada vez peor…
Y me comentó: “Mira, en momentos
pensé llamarte por teléfono para que pusieras el nombre de mi sobrino a la
oración que hacéis de continuo por los enfermos de covid y sus familias. Pero
no lo hice porque me dije: ‘¡Si ya están rezando por él, aunque no lo conocen,
pero en su oración está presente, así que no es necesario llamarla!’…”. Yo le
respondí que, siempre que necesitara oración especial, que me lo dijera… Y así
quedó la cosa, ambas dando gracias a Dios, porque, de repente, cuando los
médicos habían perdido las esperanzas de que viviera, comenzó a remontar y a
sentirse mejor, y ¡hasta pidió de comer!… Nadie se podía creer esta mejoría tan
repentina… ¡Y todos se salen de sí en acción de gracias y alabanzas a Dios!…
Lo que más alaba Jesús, es la fe
absoluta en Él… ¡Y a veces no encuentra corazones tan dispuestos a dar este
salto en el vacío!… ¡Es que, frente a Jesús, hay que vivir como un “acróbata”,
dando brincos “de baluarte en baluarte, hasta ver a Dios” en aquello que nos
sobrepasa… pero que creemos firmemente, nos va escuchar y salvar!…
Seamos “suicidas” en la confianza
en Dios: ¡Él nos toma en serio en nuestra humanidad necesitada!…
Hoy el reto del amor es cerrar
los ojos ante lo imposible y creer, con el corazón, en lo que esperamos de Él:
la salud y la salvación…
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma