Una propuesta promovida por el Consejo de las Conferencias
Episcopales de Europa que invitó a rezar por las víctimas
de la pandemia. Una cadena de celebración de la Eucaristía, en memoria y
sufragio por tantas personas víctimas de esta pandemia en toda Europa.
«Hoy los
recordamos a todos»
El cardenal ha querido pedir por
todos los fallecidos, no sólo por el coronavirus sino también por los
que han fallecido por otras causas y que, durante el tiempo de confinamiento,
no han podido recibir la despedida merecida. «Hoy los recordamos a
todos, fuesen creyentes o no, naturales de nuestra geografía hispana o venidos
de otros lugares. Nos sentimos hermanos de todos y compartimos el dolor de
todos sus familiares y amigos».
Además, ha lamentado «profundamente»
el dolor que ha provocado no solo su muerte sino también «las condiciones de
su partida, lejos del contacto de sus familiares y amigos, sin poder cruzar
palabra, sin poder despedirnos de ellos. Rezamos por todos ellos y por sus
familiares».
El arzobispo de Barcelona no ha
querido olvidar a las personas mayores «que han entregado su vida para hacer
una sociedad más desarrollada y más próspera. Los obispos de España
damos gracias a Dios, porque su vida ha sido un regalo para todos nosotros.
Ojalá sepamos agradecerles lo que han hecho por nosotros. Que Dios bendiga a
nuestros hermanos y hermanas más mayores».
¿Dónde está
Dios?
Hoy más que nunca queremos anunciar
vivamente a nuestro mundo que «Dios nunca abandona a sus hijos», ha destacado
Omella. La solidaridad de tantas personas implicadas en ayudar a las víctimas
de la pandemia «es el signo sencillo y palpable de la cercanía de Dios», al
tiempo que ha agradecido «la gran reserva de humanidad y de caridad, de acción
solidaria».
No son tiempos
para la confrontación
La pandemia nos ha descolocado y
quizás nos ha hecho caer a todos en una actitud de cierto nerviosismo y
angustia. «No son tiempos para la confrontación, para buscar culpables, para
la división. Son tiempos para tender las manos, para acariciar, para perdonar,
para acompañar, para caminar juntos y tratar de evitar más sufrimientos.
Son tiempos de perdón y de mirar al futuro», ha concluido.
Que esta experiencia vivida sea
también una oportunidad «para avanzar en el camino espiritual. Todo no acaba en
un cementerio. Tenemos ansias de eternidad. Dios nos hizo para Él y nuestro
corazón anda inquieto hasta que no descanse en Él», de modo que se pueda obrar
en nosotros «una transformación interior que se concrete en una mayor implicación
por la construcción de un mundo más humano, más justo, más fraterno y más
abierto a Dios».
Fuente: Revista Ecclesia