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Los Branislav Borovsky, padre e hijo |
Ahora
casado y padre de ocho hijos, entre ellos este futuro sacerdote, se alegra de la historia que Dios
ha hecho con él, y para ayudar a Branislav en este momento clave de su
vida quiso escribirle esta carta que reproducimos a continuación:
Carta de un padre a su hijo
Mí
querido hijo Branislav:
El
día 12 de diciembre de 2020 se
cumplen 37 años de cuando me encarcelaron en la ciudad polaca Nowy Sacz. En
ese momento yo era un joven universitario de 20 años. Me encarcelaron por
contrabando de literatura religiosa junto con otros dos amigos. Hacíamos
contrabando desde Polonia a Checoslovaquia. Eran los años del régimen comunista
cuando estaba prohibido comprar este tipo de literatura en las librerías.
Mi
encarcelamiento en Polonia coincidió con la época de la ley marcial. Por tanto,
a mis compañeros y a mí nos amenazaron con una pena de prisión que oscilaba
entre 15 y 20 años. En las pesquisas, los investigadores militares nos golpeaban, amenazaban y
humillaban de muchas maneras. Pasé tres meses solo en una celda de 2 por 3
metros cuadrados.
Durante
el día y la noche tenía una luz siempre encendida en la celda. No me dejaban dormir ni
descansar. No podía hablar en voz alta. Tenía que guardar silencio en todo
momento. En la celda la temperatura era a veces extremadamente fría y en
otros momentos hacía un calor inaguantable. En una ocasión, durante la noche,
un soldado completamente borracho me apuntó con su pistola: era el guardián de
la prisión y pretendía matarme. Quería vengarse de mí, porque aseguraba que por
tener que vigilarme no podía irse de vacaciones.
Tras
unos meses me deportaron a la prisión más grande en Polonia, que se encontraba
en la ciudad Tarnov. Las humillaciones y las palizas continuaron. Estaba en la
cárcel con un prisionero psíquicamente trastornado, un luchador de profesión,
que colaboraba con los policías comunistas: a los prisioneros nos atacaba sin razón, nos golpeaba y
aterrorizaba.
Yo
estaba psíquicamente destrozado hasta el punto de que empecé a darle vueltas a
la cabeza, pensando si mi vida tenía sentido. Llegué a considerar que, si se diera la oportunidad,
terminaría con mi vida….
Entender los planes de Dios
Fue
como si una cuerda gruesa, formada por muchos hilos finos, poco a poco empezase
a deshilacharse hasta que no quedar más que un último hilo sosteniendo mi vida. Ese último hilo era la fe en Dios.
Ya había perdido la esperanza de que mi situación cambiara. Y, sin embargo,
sabía que Dios lo tenía todos en sus manos. Aunque esta realidad –que Dios está en todos esos sucesos–
la entendí sólo después de muchos años… En aquel entonces lo que
sentía era un abandono muy grande, pensaba que Dios se había escondido en algún
sitio. Pero, una vez más, después de muchos años entendí que en ese momento
ocurría justamente lo contrario: nunca he estado tan cerca de Dios como en aquel
entonces.
Antes
de mi encarcelamiento yo había pensado seriamente sobre la posibilidad de tener
vocación sacerdotal. Sin embargo, los comunistas arrancaron de cuajo esta vocación de mi corazón.
Pensé que el sacerdocio también había llegado a su fin en mi vida. Pero –con el
paso de los años– lo veo con otra mirada.
Estaba
en los planes de Dios que yo
viviera la caída del régimen comunista y la recuperación de las
libertades civiles y religiosas.
En
los planes de Dios estaba que me casase con tu madre y que Dios nos bendijera con ocho hijos.
En los planes de Dios estaba
también tu vocación. Este sábado recibirás el diaconado junto con
otros de tus amigos en tu camino hacia el sacerdocio.
A
pesar de que la situación de la pandemia causada por el coronavirus no nos
permite participar juntos físicamente de este momento tan importante para ti y
toda nuestra familia, me
doy cuenta de que Dios en su providencia tiene todo firmemente en sus manos.
Quiero
asegurarte que el día en que recibes la gracia del diaconado, todos te encomendamos más especialmente
aún y damos gracias a Dios por tu vocación.
Termino
con mi frase preferida en latín: Gutta cavat lapidem non vi sed seape cadendo. La gota hace el agujero en la roca
no por su fuerza, sino por su constancia.
Fuente: ReL