Evgeny Atamanenko - Shutterstock |
Los abrazos son una forma estupenda de regular los niveles de estrés, liberando oxitocina y restableciendo una conexión física. Y tal y como me advertía mi antiguo profesor y reputado antropólogo James McKenna, las madres nunca deberían ignorar su propia necesidad física y emocional de estrechar lazos con sus hijos. ¡Así que no tengo problemas para admitir que yo también disfruto mucho los abrazos!
2 OFRECER UN REGALO DE BIENVENIDA
Ofrecerles un gesto
o un regalo de “bienvenida”, como un aperitivo, un juguete favorito para que
les reciba en el asiento trasero o incluso la oportunidad de escoger su canción
preferida cada día de vuelta a casa pueden ser formas sencillas de establecer
que tus hijos ya han vuelto a estar bajo la protección y la comodidad de su
familia.
Una madre
experimentada me dijo una vez que el trayecto en coche de vuelta a casa desde
la escuela es el momento en que más aprendes sobre el día de tu hijo. Estoy
segura de que no es algo universalmente cierto, ya que muchos niños necesitan
relajarse antes de tener energías para hablar, pero sí creo que abrir la puerta
al diálogo y crear una rutina donde se fomente puede ser de utilidad.
Una vez instalados
en sus asientos, normalmente digo algo como: “¡Estoy
deseando saber cómo os ha ido el día! ¿Queréis hablar ahora o preferís
descansar un ratito antes?”. Cuando están listos para hablar, me
centro en preguntar cosas muy concretas, porque he descubierto que de esta
manera es más probable recibir respuestas. En vez de preguntas genéricas como
“¿qué tal el día?”, intento preguntar sobre proyectos específicos que hayan
tenido, con quién jugaron en el recreo y, especialmente, por cómo se sintieron
en ciertos momentos del día (por ejemplo, “cuando trabajaste en ese proyecto,
¿te sentiste contento y feliz o frustrado?”).
También hago muchas
preguntas sobre sus compañeros, para mostrarles pronto que es aceptable
compartir cosas conmigo sobre lo que sucede en su grupo de pares.
Estos
tres gestos tan sencillos han convertido la rutina de recoger a los niños del
colegio en un momento sagrado entre mis hijos y yo, un momento de conexión que
espero con entusiasmo cada día.