Abetos,
troncos, guirnaldas y belenes abundan todos los años en Navidad. Sin embargo,
algunas tradiciones navideñas tienen un sentido espiritual. Injertadas en
fiestas paganas preexistentes o simplemente inventadas por piedad popular,
estas tradiciones permiten entrar en el misterio de la Navidad.
Las luces: en
honor de Aquel que salva de las Tinieblas
El 25 de
diciembre era en otro tiempo la fiesta pagana de la luz en pleno solsticio de
invierno: el renacimiento del sol invicto, Sol Invictus. Se
corresponde con la fecha a partir de la cual los días empiezan a alargarse.
El portal de
Belén: primero, viviente
Ya desde los
primeros siglos se imitaba la gruta de la natividad y se construían réplicas.
Las escenas de la natividad, con más frecuencia pintadas o esculpidas, son
veneradas por la piedad popular.
Los misterios
interpretados en las iglesias sobre los temas de la Natividad y la Adoración de
los Magos sin duda influyeron a san Francisco de Asís. A él se le atribuye el
primer belén viviente, una noche de Navidad del 1223 en la localidad de
Greccio.
Poco a poco,
las representaciones vivientes se reemplazaron por escenas inmóviles que dan
lugar a veces a auténticas obras de arte. Los artistas italianos destacan en el
siglo XVIII con personajes de tamaño natural y policromados.
El gusto por
los belenes se extendió luego un poco por toda Europa. Cada país y cada región
tienen sus representaciones tradicionales, más o menos ricas o sencillas. Los
personajes se multiplican y cada parroquia y cada casa tienen los suyos.
Desde los
primeros siglos y especialmente en el día de Navidad, los cristianos tienen la
costumbre de rezar ante estas representaciones del Misterio de la Encarnación.
El abeto: una
costumbre reciente
Un
imprescindible. ¿Quién no recuerda abetos en su infancia? Siempre verde,
incluso en pleno invierno, el abeto es símbolo de vida cuando los demás árboles
parecen muertos. Los antiguos lo utilizaban siempre e incluso lo honraban.
En el siglo
XI, durante el Adviento, el abeto decoraba a menudo las iglesias cuando se
interpretaban los misterios, escenas religiosas y populares. Cuando estas
escenas tenían por tema el pecado original, se decoraba el árbol con manzanas
rojas y hostias (¡no consagradas!). Las manzanas simbolizan la falta de
Adán, las hostias, la reparación de Cristo.
En el siglo
XV, la representación de los misterios degenera y se prohíben. Sin embargo, la
tradición del árbol decorado se mantuvo, particularmente en Alsacia, en las
empresas, y luego en las casas.
Ya en el siglo
XV, la costumbre del árbol de Navidad es habitual en Alemania. Poco a poco, las
decoraciones de frutos se transforman y aparecen flores, lazos y guirnaldas.
Los protestantes contribuyen al desarrollo del árbol de Navidad al rechazar la
representación de la Encarnación en el belén. Además, el árbol no es
necesariamente un abeto. Representa ante todo el árbol del conocimiento del
Bien y del Mal, el árbol del Paraíso perdido.
En el siglo
XVII, se adquiere la costumbre de colocar juguetes y regalos al pie del árbol
de Navidad.
En el siglo
XIX se generaliza la tradición del árbol de Navidad. En Francia, el primer
abeto se plantó en 1837 en el Palacio de las Tullerías por iniciativa de la
duquesa de Orleans. Tras la guerra de 1870, esta alegre costumbre del abeto se
implanta en las ciudades y los pueblos franceses.
El tronco: ¡no
un simple postre!
Como era
frecuente, estas costumbres paganas se cristianizaron poco a poco. En Alsacia,
en Francia, el tronco se bendice por el más joven o el anciano de la familia
antes de ser quemado. Es escogido por el señor de la casa y decorado con lazos.
Luego, se riega con vino, aceite o miel. Simboliza los pecados arrojados al
fuego y quemados por Cristo Luz.
El roscón de
reyes: una excepción
Existían
viejas costumbres griegas y romanas en las que se elegía al rey de un banquete
y se ve que han atravesado los siglos. En algunos sitios sigue escondiendo un
haba de verdad, aunque también se encuentran figuras de porcelana.
Bénédicte
Drouin
Fuente: Edifa