El hecho es especialmente grave, pues
instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del
Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infligida;
y también de la profesión médica, «llamada en lo
posible a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar, y nunca a
provocar intencionadamente la muerte». Es una propuesta que hace juego con la
visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el
mundo.
3.- Urgimos a la promoción
de los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave
sin dolor y al acompañamiento integral, por tanto también
espiritual, a los enfermos y a sus familias. Este cuidado integral alivia el
dolor, consuela y ofrece la esperanza que surge de la fe y da sentido a
toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad.
4.- La pandemia ha puesto
de manifiesto la fragilidad de la vida y ha suscitado solicitud por los
cuidados, al mismo tiempo que indignación por el descarte en la atención a
personas mayores. Ha crecido la conciencia de que acabar con la vida no
puede ser la solución para abordar un problema humano. Hemos agradecido el
trabajo de los sanitarios y el valor de nuestra sanidad pública, reclamando
incluso su mejora y mayor atención presupuestaria. La muerte provocada
no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y
económicos en los cuidados paliativos y el acompañamiento integral. Por
el contrario, frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los
cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta
es la verdadera compasión.
5.- La experiencia de los
pocos países donde se ha legalizado nos dice que la eutanasia incita a
la muerte a los más débiles. Al otorgar este supuesto derecho, la
persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se
siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa
dirección. La falta de cuidados paliativos es también una expresión de
desigualdad social. Muchas personas mueren sin poder recibir estos cuidados
y sólo cuentan con ellos quienes pueden pagarlos.
6.- Con el Papa decimos:
«La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a
la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no
rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza». Invitamos a
responder a esta llamada con la oración, el cuidado y el testimonio público que
favorezcan un compromiso personal e institucional a favor de la vida, los
cuidados y una genuina buena muerte en compañía y esperanza.
7.- Pedimos a cuantos
tienen responsabilidad en la toma de estas graves decisiones que actúen
en conciencia, según verdad y justicia.
8.- Por ello, convocamos a
los católicos españoles a una Jornada de ayuno y oración el próximo
miércoles 16 de diciembre, para pedir al Señor que inspire leyes que
respeten y promuevan el cuidado de la vida humana. Invitamos a cuantas
personas e instituciones quieran unirse a esta iniciativa.
Nos acogemos a Santa
María, Madre de la Vida y Salud de los enfermos y a la intercesión de San José,
patrono de la buena muerte, en su año jubilar.
Madrid 11 de diciembre de 2020
Fuente: Conferencia Episcopal Española