«Reconstruir mejor: hacia un mundo post Covid-19 que incluya la discapacidad, accesible y sostenible», tema del Mensaje del Santo Padre, con ocasión del Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Reconstruir mejor: hacia un mundo
post Covid-19
La amenaza de la cultura del
descarte
Una de las primeras amenazas que
se presenta a esta “casa”, escribe el Papa Francisco, son la «lluvia», los
«ríos» y los «vientos» que pueden ser identificados con la cultura del
descarte, difundida en nuestro tiempo. Para dicha cultura, partes de la
humanidad parecen sacrificables en beneficio de un sector humano digno, y no se
considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y
amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas.
En los últimos cincuenta años,
precisa el Pontífice, se han dado pasos importantes, tanto en el ámbito de las
instituciones civiles como de las realidades eclesiales. Sin embargo, todavía
subsisten en el sustrato cultural demasiadas expresiones que contradicen de
hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y utilitarista,
se constatan actitudes de rechazo que conducen a la marginación, sin considerar
que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos. En realidad, hay
personas con discapacidades incluso graves que, aun con gran esfuerzo, han
encontrado el camino hacia una vida buena y rica de significado, como hay
muchas otras “normalmente dotadas” que sin embargo están insatisfechas, o a
veces desesperadas.
Es importante, especialmente en
este Día, promover una cultura de la vida, que afirme continuamente la dignidad
de cada persona, en particular en defensa de los hombres y mujeres con
discapacidad, de cualquier edad y condición social
La «roca» de la inclusión
Siguiendo con la imagen de la
casa construida sobre la roca, el Papa Francisco afirma que, se tiene que
edificar esta “casa” sobre la roca de la “inclusión”. Para así, hacer
frente a las disparidades y diferencias que se han acentuado aún más en este
tiempo de pandemia. Y siguiendo la parábola evangélica del Buen Samaritano, el
Pontífice afirma que, a menudo nos encontramos en el camino de la vida con
personas heridas, que en ocasiones llevan precisamente los rasgos de la
discapacidad y la fragilidad. Por ello, la inclusión debería ser la «roca»
sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para
que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor
dificultad. “La fuerza de una cadena depende del cuidado que se dé a los
eslabones más débiles”.
Respecto a las instituciones
eclesiales, el Santo Padre reitera la exigencia de disponer de instrumentos
adecuados y accesibles para la transmisión de la fe. Además, invita a que se
pongan a disposición de quienes los necesitan, en cuanto sea posible
gratuitamente, incluso a través de las nuevas tecnologías, que han demostrado
ser tan importantes para todos en este período de pandemia. Asimismo, el Papa
alienta a que exista una formación ordinaria para sacerdotes, seminaristas,
religiosos, catequistas y agentes de pastoral, sobre la relación entre la
discapacidad y el uso de instrumentos pastorales inclusivos. Que las comunidades
parroquiales se comprometan a que se desarrolle en los fieles el estilo de
acogida hacia las personas con discapacidad.
Crear una parroquia plenamente
accesible requiere no sólo que se eliminen las barreras arquitectónicas, sino
que los parroquianos asuman sobre todo actitudes y acciones de solidaridad y
servicio hacia las personas con discapacidad y hacia sus familias. El objetivo
está en que lleguemos a dejar de hablar de “ellos” y lo hagamos sólo de
“nosotros”
La «roca» de la participación
activa
Asimismo, el Papa Francisco
señala que, para “reconstruir mejor” nuestra sociedad es necesario que la
inclusión de quienes son más frágiles comprenda también la promoción de su
participación activa. Por ello, es importante reconocer el derecho de las
personas con discapacidad a recibir los sacramentos como los demás miembros de
la Iglesia. Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad
que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas
podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la
preparación a estos sacramentos.
La gracia de la que son
portadores no puede ser negada a nadie.
Por eso, también las personas con
discapacidad, tanto en la sociedad como en la Iglesia, piden convertirse en
sujetos activos de la pastoral y no sólo en destinatarios. En efecto, la
participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis
constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia. Estas, en
efecto, injertadas en Cristo en el Bautismo, comparten con Él, en su particular
condición, el ministerio sacerdotal, profético y real, evangelizando a través,
con y en la Iglesia. Espero que en las comunidades parroquiales sean cada vez
más, las personas con discapacidad que puedan convertirse en catequistas, para
transmitir la fe de manera eficaz, también con su propio testimonio.
Renato Martínez – Ciudad del Vaticano