Pequeñas amenazas
En la capilla hay unas ventanas
que dan a la calle y que desde fuera están a unos dos metros de altura, por lo
que hasta para un adulto sería difícil llegar a ellas.
Estábamos en la oración y
rompieron el silencio unos golpes en la ventana...”Pom, pom, pom”... y de fondo
unas voces. Algunas se sobresaltaron, otras pensamos que serían unos gamberros
que saldrían corriendo...
Sin embargo, los golpes se
volvieron a repetir.
Decidimos abrir la ventana para
ver qué pasaba. Eran unos niños que, subiéndose unos sobre otros, alcanzaban a
agarrarse fuerte a la reja de la ventana para tocar el cristal. Les preguntamos
que qué necesitaban y, preocupados, nos dijeron:
-Es que está sonando una alarma,
y estamos preocupados por si es vuestra y ha entrado alguien...
Muchas veces, cuando “tocan a
nuestra ventana”, las vivencias que hemos tenido hacen que nos pongamos alerta,
que nos adelantemos en el juicio protegiéndonos.
Aunque todo invite en el entorno
a protegerse (distancia, mascarillas...) el corazón tiene que seguir latiendo,
tiene que seguir apostando por el Amor.
Jesús sigue caminando, sigue
amando... Una mirada de compasión, un gesto de acogida, una palabra de aliento
es suficiente, y las personas con las que se cruza quedan restauradas. “Vete y
haz tú lo mismo”, concluyó Jesús (Lc 11,37).
Hoy el reto del amor es que
desactives la alarma cuando se acerque alguien, que confíes en las personas.
Desprotege tu corazón, no tu salud. Ofrece tu ayuda a alguien que sepas que
está confinado y no puede salir a comprar, llama a alguien que esté solo...
Abre tu ventana y apuesta por el amor.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma