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En una investigación en
la que se utilizaron datos diarios en las búsquedas de Google en una muestra de
95 países con acceso a Internet, la profesora Jeanet Sinding Bentzen de la
Universidad de Copenhague descubrió que el aumento en el número de consultas
sobre ‘oración por coronavirus’ era un fenómeno global.
Las búsquedas de Google reflejan una medida del interés de las
personas en tiempo real y en marzo de 2020 cuando la OMS declaró la pandemia, las
búsquedas de oración alcanzaron el nivel más alto jamás registrado mostrando un
aumento significativo superando los eventos religiosos más importantes del año como
Navidad, Pascua y Ramadán.
Las búsquedas aumentaron en la mayoría de las regiones, incluso en
aquellas más seculares del norte de Europa donde pocas personas buscaban
oración antes de que se conozca la existencia del virus. El interés ocurrió en
todos los continentes, todas las denominaciones religiosas, grupos de ingresos
y orígenes educativos.
Los mayores aumentos absolutos
se produjeron en América del Sur y África, algunas de las regiones más
religiosas del mundo y en su mayoría fueron cristianos. Otro dato a considerar es
que la captura de datos no es completa, ya que no incluye a muchas personas
mayores que quizás son menos conocedoras de Internet o no tienen acceso a ella.
Lo cierto es que el aumento es evidente y el estudio dice que “no ocurrió
simplemente como sustituto de los servicios en las iglesias físicas que
cerraron para limitar la propagación del virus. El aumento se debe a una
demanda intensificada de la religión: rezamos para hacer frente a la
adversidad.”
Momentos difíciles como los que el mundo está atravesando provoca
que se despierte una mayor conciencia. Las experiencias fuertes son capaces de
abrir la mente y el corazón a Dios en búsqueda de paz interior, consuelo y
explicación. Los resultados revelan que muchas personas de todo el mundo oran y
buscan una relación más cercana con Dios.
Más de la mitad de la población
mundial ha rezado para acabar con el coronavirus. Y no solo es un apoyo,
sino que la fe ofrece una manera de mirar las experiencias de vida más allá de
lo inmediato para encontrar un propósito más elevado entendiendo que no se
trata de una cuestión de azar. La fe actúa como un verdadero escudo que nos
protege en tiempos de crisis.
Desde la perspectiva cristiana, la fe tiene como base la
vulnerabilidad humana y allí una gran fuerza. El mismo Dios, en Cristo, toma el
sufrimiento, el abandono y la misma muerte. No hay nada que podamos
experimentar que no haya sido experimentado por Él movido por un amor que da la
vida por los amigos. Una fuerza poderosa de consuelo que nos une de modo
especial con los que más queremos en tiempos de dolor.
Al mismo tiempo la fe tiene componentes positivos que hacen al
bienestar general físico y espiritual y el confinamiento ha hecho que estos
recursos lleguen a muchas personas. La transmisión en vivo de la Misa,
meditaciones y actividades virtuales han provocado que la iglesia haya pasado
de ser una actividad dominical a una experiencia diaria para personas que antes
de la pandemia decían “estar demasiado ocupadas o no encontrar el tiempo”.
La evidencia demuestra que las crisis han fortalecido el papel de
la religión en todo el mundo de forma permanente. Si bien ese aumento se
produce en lo inmediato, al poco tiempo de estallar la tragedia, queda un
residuo que se transmite por años a las futuras generaciones como ha ocurrido
luego de la Segunda Guerra Mundial y en otros eventos como los desastres
naturales.
El fenómeno de la tragedia despierta una conciencia que da lugar a
un sentido más profundo de Dios. Una invitación a explorar el mundo interior, a
conectarse con uno mismo, sacar a la luz todo su potencial, ayudar a los demás
y abrazar la vida con más esperanza. Solo el tiempo mostrará si lo mismo ocurre
con la crisis del COVID-19.
Cecilia Zinicola
Fuente: Aleteia