La gran cosecha

Efectivamente, estaba listo para cogerlo. Y, un poco más
allá... ¡había otro! ¡Y descubrimos uno más!
-Oye... -me sugirió Israel- ¿y si intentamos coger uno para
cada monja, y se los llevamos de sorpresa?
-Uy, no sé si habrá tantos... -respondí viendo los higos verdes-
Pero, bueno, ¡vamos a intentarlo!
¡¡Y a ello que nos pusimos las dos!! No imaginas la de
vueltas que dimos a la higuera, movimos las hojas, saltamos para enganchar las
ramas altas, miramos desde todos los ángulos posibles... Y, al final, ¡teníamos
exactamente los higos que necesitábamos!
Sí, porque Él está, te acompaña cada segundo de tu jornada,
va dejando mil detalles de su amor a tu alrededor... pero, a lo largo del día,
también encontramos muchas hojas que pueden ocultarnos los ricos frutos:
preocupaciones, tareas pendientes, una situación complicada...
La cuestión es: ¿estás dispuesto a dar vueltas a la higuera
de este día, descubrir los higos que Cristo ha puesto para ti? Se necesita una
mirada atenta, estar dispuesto a rebuscar entre hojas y ramas... pero, sobre
todo, se necesita confianza en el corazón. Solo quien cree de verdad que Cristo
está vivo, que está a tu lado, es capaz de mirar a fondo. Y “quien busca,
encuentra”.
Es verdad que hay frutos que aún están verdes, tantas cosas
en que hay que esperar... El Señor no nos regaló recoger todos los higos, pues
no todos estaban maduros. Eso sí, nos regaló coger los suficientes para la
Comunidad. Tal vez Jesucristo no te dé todo lo que querrías; pero ten por
seguro que te dará todo lo que necesitas.
Hoy el reto del amor es pedirle al Señor unos ojos nuevos
para descubrirLe tres veces a lo largo del día. ¡Él está a tu lado! Y, si no
eres capaz de verle “sobre la marcha”, repasa la jornada por la noche con Él:
¡busca, hay muchos higos esperándote! Empieza a disfrutar... ¡feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma