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Anne
Marthe Widvey-(CC BY-NC 2.0) |
Me
lo explicaron. Cuando llega un huracán y tormentas terribles el agua baja de la
montaña con fuerza y necesita un cauce. Sin ese cauce el agua arrasaría la
ciudad, las casas. Lo entendí.
En mi propia vida necesito
cauces vacíos. Para cuando brote en mi alma agua en abundancia. Tal vez sin cauce no es
posible dar salida al agua y se anega mi alma, mi vida. Puede ser así, me quedé
pensando.
Cauces
secos a la espera de momentos de agua en abundancia. Cauces sin utilidad
aparente, vacíos, inútiles. Pero tienen un sentido.
Se convierte mi alma en un
cauce seco sin amor cuando falta Dios. Cuando sólo hay
pensamientos vacíos que intentan explicar a Dios, pretenden ponerle palabras al
amor más grande, más puro. Mi alma seca, como un cauce seco.
Yo
sueño con que un día se llene de agua que corra atravesando los montes,
arrastrando consigo tantas impurezas, tantos desperdicios.
Sueño con un agua que todo lo
transforme y
le dé una vida que aún desconozco. Mientras camino sobre mi cauce seco soñando
el río.
Hay
formas que en mi alma están muertas incluso antes de nacer. A veces me aferro a
ellas pretendiendo de esa forma, con ese hábito lograr que Dios esté contento
conmigo, en esa vana ilusión de merecer el cariño y la salvación.
A
lo mejor solamente no le hago caso a santa Teresa de Jesús cuando decía qué
tenía que mantenerme firme al pie del monte esperando a
Dios, cuando no sentía, cuando no tocaba el rostro herido de Jesús. Y
decía:
«Quien no tiene a Dios en sí mismo no puede sentir su ausencia». Sólo el que ha amado con fuerza sabe lo que es la ausencia del amor, o del amado. Así estoy yo tantas veces seco esperando a Dios casi sin conocerlo. Creo haberlo amado, haber tocado su amor. Eso hace dura la ausencia, cuando no lo siento.
A
veces la sensación de vacío es por no haber estado nunca lleno. Otras veces es
por haber vivido un día su presencia.
Vivo
deseando apartar los pensamientos religiosos para dejar que llegue a mí Dios y
me calme por dentro en mis ansias. Calmar mi sed y dejar que mi alma vuele
libremente. Decía santa Teresa hablando de su alma encadenada:
«Todo la cansa, no sabe cómo huir, vese encadenada y presa.
Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que traemos con los cuerpos y
la miseria de la vida. Da voces con él, pide a Dios libertad, como otras veces
he dicho; mas aquí es con tan gran ímpetu muchas veces que parece se quiere
salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no la sacan. Anda como
vendida en tierra ajena».
Esa
agua que anhelo de una fuente que no veo, de unas nubes que no bastan, de un
mar que me queda tan lejos.
Sé
que los ríos surgen en la montaña y llevar al mar. Pero el río con el que sueño
surge del mar para llenar mi alma. Y yo deseo mantener este cauce seco con el
anhelo enorme de que un día las aguas recorran mi sequía y calmen mi sed.
Necesito paciencia para
vencer mis prisas que pretenden llegar a la fuente eterna venciendo los
vientos, adelantando el tiempo.
Paciencia
para creer que ese Dios escondido me quiere a mí de una forma personal y única.
Soy su predilecto. Si realmente creyera en su amor, mi vida
sería tan distinta…
Dejaría
de mendigar por los caminos retazos pobres de un amor herido. Dejaría de buscar
en fuentes secas un agua que calme esa sed mía tan profunda.
Dejaría
de pensar que son los demás los que pueden llenar mi pozo vacío que necesita
agua para poder dar vida.
Aguarda
impaciente mi cauce vacío unas lluvias que calmen todos mis miedos. Un agua que
corra dentro de mí llenándome de vida.
Mantengo
cauces secos dentro de mi alma. Fidelidad paciente la
llamo yo que soy tan impaciente. No respeto los tiempos de la vida y pretendo
hacer llover donde no hay lluvia.
Y deseo que mi cauce lleve agua
siempre para no vivir vacío. Y busco de forma obsesiva el sentimiento, la emoción, el fuego. Y
quiero la melodía que resuene en mis entrañas.
Y
me niego a vivir en el desierto habiendo dejado atrás el río. Y
sueño con un mar que anegue todos mis pecados, mis debilidades, mis
caídas.
[1] King, Herbert. King Nº 2 El
Poder del Amor
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia
