Reconozco que me dejó noqueado. ¿El Rosario anticuado? ¡El Rosario anticuado! ¡El Rosario anticuado!... Es verdad que a muchos católicos nos falta un baño de realidad. No de verdad, pero sí de realidad. Tenemos el riesgo de vivir la fe hacia dentro. Como algo particular y como de familia.
¿Será que la Virgen María está
anticuada? ¿Es que la devoción a la Virgen, el amor filial que me enseñaron
desde pequeño en el cole, tiene fecha de caducidad, como un yogur o una
medicina? Con ese criterio, el amor a mi mamá, la que me trajo al mundo,
también tendrá fecha de caducidad. El amor de un marido a su esposa, ¿también
tiene fecha de caducidad? No te digo ya el amor de un padre por sus hijos…
Me resulta extraño que el Rosario
sea algo anticuado. Puede ser repetitivo, y si se hace sin gran devoción,
monótono y aburrido. No lo niego, pero anticuado, no. A mí anticuado me parece
que es tener un montón de defectos y caer una y otra vez, y no hacer nada por
cambiar. A mí anticuado me parece criticar siempre a la Iglesia, como si fuera
una piñata a la que a base de golpes esperas que algún día cambie ella (yo no,
¡claro!).
Yo creo que es todo lo contrario: podríamos hablar de cómo cada vez hay un resurgir del rezo del Rosario. En movimientos, seminarios, parroquias, asociaciones…, se va imponiendo el rezo del Rosario e, incluso con él, el rezo por parte de los laicos de la Liturgia de las Horas. Cuando uno escucha hablar de los mensajes marianos “antiguos” o “modernos”, se insiste siempre en la eficacia del Rosario. Podría parecer también anticuado, por la misma regla, la adoración eucarística, sin embargo se van ampliando en muchas diócesis las capillas de adoración perpetua, y las iglesias abiertas las 24 horas.
Siento que si el Rosario a
algunos les puede parecer anticuado es porque afortunadamente en nuestros
templos sigue habido un ejército incontable de viejitas rezándolo todas las
tardes. Algún día, quizá, nos enteraremos de las almas que se salvan gracias a
sus rosarios, y quizá no nos parezca tan anticuado sino un motivo de
agradecimiento.
Quizá nos falte, ponerle “alma,
vida y corazón” a nuestro antiguo rezo.
Quizá recordando el origen del
Rosario, éste se nos haga más fácil de rezar. Nace en torno al año 800 como una
plegaria para los laicos, ya que estos no sabían leer, y de alguna forma
emulaba a la lectura de los salmos que sí rezaban los monjes. 150 salmos… 150
padrenuestros. Con el tiempo aparecieron otros “salterios”, esta vez de 150
Aves Marías y 150 alabanzas en honor de Jesús y de María.
Santo Domingo de Guzmán, el
fundador de los dominicos, tuvo una aparición de la Virgen en 1214 pidiendo que
se rezara el Rosario. Originalmente, el santo desarrolló estos misterios como
un método catequético para encausar a los descarriados por la herejía
albigense, para quienes Cristo fue un ángel, y su muerte y resurrección tenían
un sentido meramente alegórico.
Hubo diversas formas de rezarlo,
hasta que en 1500 quedó establecido como lo conocemos ahora: quince misterios,
cada misterio una decena y una meditación sobre algún hecho de la vida de Jesús
o de María. Posteriormente, san Juan Pablo II, en 2002, añade además los
Misterios Luminosos, los cuales hacen referencia directa a la vida de Cristo.
En total, veinte misterios.
Todo esto me lleva a pensar que
el Rosario está compuesto de dos elementos: una parte de oración mental, que
nos lleva a meditar en la vida de Cristo (A Cristo por María) y, por supuesto,
la oración verbal, la belleza de la alabanza con las palabras marianas más
hermosas jamás dichas.
Quizá para muchos esté en desuso,
pero no anticuado. Sería como decir que la fe cristiana, esa que es capaz de
cambiar vidas, de trasformar corazones, de crear las mejores obras artísticas
de las historia, está anticuada. Es como decir que las obras de misericordia:
desde vestir al desnudo, a dar de comer al hambriento o enseñar al que no sabe,
sean algo que está anticuado.
Quizá nuestro estilo de oración sí esté viejo, y nuestro corazón reumático y esclerotizado. Pero eso ya es otra historia, y para eso, magnífica idea sería rezar el Rosario para que la Santísima Virgen nos ayude en la conversión.
Por: Fernando de Navascués
Fuente: Somos RC