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| 21-10-2020. Audiencia General |
La referencia al
absoluto y al trascendente - que los maestros de ascética llaman el “sagrado
temor de Dios” - es lo que nos hace plenamente humanos, es el límite que nos
salva de nosotros mismos, impidiendo que nos abalancemos sobre esta vida de
forma rapaz y voraz. La oración es la salvación del ser humano.
La oración
responsabiliza, no es un calmante para aliviar ansiedades
El Papa se refirió
luego a la “oración falsa”, es decir, aquella “sólo para ser admirados por los
otros”, contraponiéndola con aquella sincera, que “hace contemplar la realidad
con los ojos mismos de Dios”:
Existe por
desgracia una oración falsa, en la que se busca ser admirados, cubrir las
propias necesidades o encontrar consuelo. Esa oración, en la que el hermano no
está presente, no es una oración cristiana. Como vemos en el Padrenuestro, el
otro se hace importante y nosotros responsables.
“Quienes van a misa sólo para hacer ver que van a
misa, que son católicos o para mostrar el último modelo que han comprado...
para hacer una buena figura social. Van a una oración falsa.”
Las puertas de las
iglesias no son barreras, sino “membranas” permeables
La oración, dijo en
la catequesis en italiano “no es un calmante para aliviar las ansiedades de la
vida”. La oración “responsabiliza”. Para “aprender” esta forma de rezar, el
Salterio “es una gran escuela”: todas estas oraciones han sido usadas antes en
el Templo de Jerusalén y después en las sinagogas.
Por eso, hallamos
en los salmos tanto oraciones íntimas, como comunitarias, de modo que la
plegaria personal se alimenta de la litúrgica y viceversa. Ambas se convierten
en patrimonio de todos.
La oración puede
comenzar en la tenue luz de una nave, pero luego termina su recorrido por las
calles de la ciudad. Y viceversa, puede brotar durante las ocupaciones diarias
y encontrar cumplimiento en la liturgia. Las puertas de las iglesias no son
barreras, sino “membranas” permeables, listas para recoger el grito de todos.
Se reza con el
corazón
Cuando se reza,
dijo también Francisco, todo adquiere "espesor", adquiere peso, “como
si Dios la tomara en sus manos y la transformara”. Y el “peor servicio” que se
puede prestar a Dios, y también al hombre, es rezar cansadamente, como
costumbre:
“Rezar como loros, bla, bla, bla... ¡No! Se reza con
el corazón.”
El ateísmo
cotidiano: amo a Dios, pero no amo a mi hermano
“En la oración del
Salterio el mundo está siempre presente”. En resumen, - dijo el
Papa - donde está Dios, también debe estar el hombre. La Sagrada Escritura es
categórica: «Nosotros amemos, porque él nos amó primero». Por eso Francisco
concluyó la catequesis con ejemplos prácticos:
Si alguno dice “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano,
es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a
Dios a quien no ve. Y hemos recibido de Él este mandamiento: quien ama a Dios,
ame también a su hermano» (1 Jn 4, 19-21).
Si rezas muchos
rosarios al día, pero luego hablas mal de los demás, y guardas rencor en tu
interior, si sientes odio hacia los demás, eso es puro artificio, no es verdad.
[…]Dios no sostiene el “ateísmo” de quien niega la imagen divina que está
impresa en todo ser humano. […]Creo en Dios, pero con los demás,
"distancia", y me permito odiar a los demás. Esto es ateísmo práctico.
No reconocer la persona humana como imagen de Dios es un sacrilegio, es una
abominación, es la peor ofensa que se puede llevar al templo y al altar.
Por todo
lo explicado, el Sumo Pontífice concluyó sus reflexiones sobre el Salterio con
la esperanza de que la oración de los salmos nos ayude a no caer en la
tentación de la “impiedad”, es decir de vivir, y quizá también de rezar, como
si Dios no existiera, y como si los pobres no existieran.
Ciudad del Vaticano
Vatican News
