EL PODER DE LA OBEDIENCIA
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Dominio publico |
II. Necesidad de esta virtud para quien quiere seguir de cerca a Cristo.
III. No poner límites al querer de Dios.
“En aquel tiempo, la
gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a
orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla;
los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las
barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: -«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: -«Apártate de mi, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: -«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lucas 5,1-11).
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: -«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: -«Apártate de mi, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: -«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lucas 5,1-11).
I. Pedro, a la orilla del
lago de Genesaret, había terminado de lavar sus redes después de haber bregado
toda la noche sin pescar nada. Jesús le dice : Guía mar adentro, y echad
vuestras redes para la pesca (Lucas 5, 1-11).
Todo
invita a la excusa: el cansancio, la frustración de no haber pescado nada, las
redes lavadas para la noche siguiente, la inoportunidad de la hora...... Pero
la mirada de Jesús, Su palabra, llevaron a Pedro a embarcarse de nuevo. También
nosotros, cuando nos parece que todo ha fracasado y encontramos motivos para
abandonar todo, debemos oír la voz de Jesús que nos dice: Guía mar adentro,
vuelve a empezar... en mi Nombre.
El
Señor siempre nos acompaña en nuestra barca, nosotros solamente necesitamos
docilidad y poner en práctica los consejos que hemos recibido en la Confesión,
en la dirección espiritual.
II. Pedro se adentró en el
lago con Jesús en su barca y pronto se dio cuenta de que las redes se llenaban
de peces; tantos, que parecía que se iban a romper.
Este
pasaje del Evangelio tiene muchas enseñanzas: por la noche, en ausencia de
Cristo, la labor había sido estéril: lo mismo sucede con las labores
apostólicas que no cuentan con el Señor. Pedro, con su gran experiencia como
pescador, con humildad, se fía de la palabra de Jesús que no tenía experiencia
en su oficio.
La
necesidad de la obediencia para quien quiere ser discípulo de Cristo –por
encima de toda razón de conveniencia, de eficacia- está en que forma parte del
misterio de la Redención, pues Cristo mismo “reveló su misterio y realizó la
redención con su obediencia” (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium).
La
obediencia nos lleva a querer identificar en todo nuestra voluntad con la
voluntad de Dios que se manifiesta a través de los padres, de los superiores y
de nuestros deberes. El Señor espera de nosotros una obediencia delicada y
alegre. Si permanecemos con Cristo, Él llena siempre nuestras redes.
III. Pedro quedó admirado,
miró a Jesús, y se arrojó a sus pies diciendo: Apártate de mí que soy un hombre
pecador. Pedro comprendió su pequeñez.
Entonces
Jesús le dice: No temas: desde ahora serán hombres los que habrás de pescar.
Jesús comenzó pidiéndole su barca y se quedó con su vida. Pedro comenzó
obedeciendo en lo pequeño y el Señor le manifestó los grandiosos planes que
para él, pobre pescador de Galilea, tenía desde la eternidad: la roca, el
cimiento inconmovible de la Iglesia.
Nuestra
Madre, Stella maris, Estrella del mar, nos enseñará a ser generosos con el
Señor cuando nos pida prestada nuestra pobre barca.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org