Hoy
en día, es del todo normal comulgar en cada misa. Sin embargo, si esta práctica
se vuelve diaria, ¿no podría llevar a considerar la Eucaristía como una cosa
banal? O al contrario, ¿podría ser un camino de santificación?
¿Es
útil comulgar a menudo? Esta es una pregunta que nunca se planteó el rey san
Luis de Francia. Él “escuchaba” dos misas al día, como se decía entonces, es
decir, que asistía sucesivamente a dos “misas bajas” pero, como todos los
hermanos menores y los dominicos de su siglo, solamente comulgaba siete veces
al año, en las grandes celebraciones.
No
se trataba de una falta de confianza en Dios, sino que lo hacían en virtud de
un inmenso respeto hacia el cuerpo de Cristo recibido en la
comunión: únicamente comulgaban después de haberse preparado mucho tiempo para
ello.
![]() |
Piotr Hukalo/EAST NEWS |
Hoy
en día, gracias a las enérgicas exhortaciones de León XIII y luego de san Pío X
para regresar a la práctica primitiva de la Iglesia, a los cristianos les
parece normal comulgar cada vez que van a misa.
Y
como las reglas del ayuno eucarístico se han relajado considerablemente, apenas
hay que realizar esfuerzos para comulgar sea cual sea la hora de la misa.
De manera que hoy muchos cristianos van a comulgar todos los domingos e incluso todos los días. ¡Y algunos no se confiesan casi nunca o rara vez rezan! ¿Qué podemos pensar de esto?
Comulgar
lo más a menudo posible, con una condición
La
comunión solamente da todo su fruto si, en las horas que la preceden, repetimos
intensamente a Jesús que necesitamos de Él y Le suplicamos que inunde nuestro
corazón.
Después
comulgar, también hemos de dedicar tiempo a hablarle. Entonces, ese “cuerpo a
cuerpo” eucarístico se ampliará a un auténtico “corazón a corazón” que se
prolongará durante todo el día.
El
santo Cura de Ars advertía a sus compañeros contra el hábito que tenían de
precipitarse sobre el periódico en cuanto terminaba la misa, en vez de
continuar el diálogo con Aquel a quien acababan de tener en las manos y
entregar a los fieles.
Por su parte, la mística Marta Robin llegó a decir que la oración era más importante que la comunión diaria.
Ciertamente,
decía ella, la oración “exige mucho más esfuerzo. La comunión sacramental,
además, puede no ser posible durante un largo intervalo debido a diferentes
defectos que Dios envía a sus criaturas para ponerlas a prueba. La oración
siempre es posible, aunque sólo sea durante unos minutos. La comunión
no implica siempre virtud: podemos ser culpables y comulgar el cuerpo y la
sangre del Señor. La oración de cada día tampoco quiere decir que seamos
virtuosos, aunque sí es una prueba de que nos esforzamos seriamente para serlo”.
Así
que, sigamos comulgando lo más a menudo posible, si tenemos ese buen hábito.
Pero que esas comuniones sean la cumbre de nuestra jornada. Una cumbre para
cuya ascensión nos preparamos y cuyo descenso “en las manos de Jesús” lo
hacemos con el corazón lleno de alegría.
Por
el Abad Pierre Descouvemont
Edifa
Fuente: Aleteia
De manera que hoy muchos cristianos van a comulgar todos los domingos e incluso todos los días. ¡Y algunos no se confiesan casi nunca o rara vez rezan! ¿Qué podemos pensar de esto?
Por su parte, la mística Marta Robin llegó a decir que la oración era más importante que la comunión diaria.