Varias parejas y algunos jóvenes cuentan su experiencia
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Shutterstock-George Rudy |
Thomas, de 10 años, tenía graves
problemas para conciliar el sueño de noche. Se levantaba innumerables veces
porque tenía sed, miedo o se despertaba angustiado.
La psicóloga consultada
pidió a los padres que fueran juntos a abrazar a su hijo cada noche en su cama,
diciéndole que le querían, pero también que se querían y que se amarían para
siempre.
De
la noche a la mañana, Thomas recuperó el sueño, además de la sonrisa y mejores
notas en el colegio. Según parece, algunas riñas parentales y la
historia de un compañero de clase cuyos padres se estaban divorciando habían
sembrado la inquietud en el muchacho.
Michel
y Amélie comentan
a este respecto:
Nuestros
hijos son unos radares. Si algo no va bien entre nosotros, a pesar de nuestros
esfuerzos para que no se den cuenta, lo saben. El pequeño se vuelve un
llorón, su hermana dice ‘no’ a todo y los dos mayores se pegan. Al contrario, un día en que la tormenta
resonó claramente, una discreta petición de perdón entre nosotros trajo la paz
entre los niños”.
En
casa de Marc y Nathalie, hay dos “indicadores” de la armonía conyugal: el coche y la
oración, donde padres e hijos mantienen una mayor proximidad.
Si los
niños sienten tensión entre nosotros, es un campo de batalla”.
Caldo de cultivo para la
felicidad
Cuando
la pareja se ama, los niños cosechan los frutos. Pero cuando el amor conyugal
hace aguas, son los niños los que pagan el precio.
Una imagen defectuosa de la
relación pareja de los padres puede afectar a la construcción de la vida
familiar de los hijos. Incluso aunque hayan recibido una “buena educación” y
gocen de una buena posición social y profesional, su relación de pareja puede
verse afectada.
Patricia
nos cuenta su experiencia:
Toda
mi infancia escuché a mi madre criticar a mi padre, de modo que tenía una
imagen muy negativa de él e, inconscientemente, de todos los hombres. Solo pude casarme una vez que la imagen de
mi padre fue ‘restaurada’”.
La mirada positiva que los
esposos se dedican entre ellos es esencial para permitir al niño identificarse
con su padre o con su madre.
El amor de los cónyuges no
exime de la tarea educativa. Sin embargo, es el caldo de cultivo en el que
podrán obtener los mejores frutos.
Hélène
da testimonio de
ello:
El
hecho de sentirme amada incondicionalmente por mi marido, incluyendo en los
momentos de desacuerdo e imperfección, me hace fuerte para amar a mis hijos sin
demagogia, sin intentar inconscientemente captar su amor. Me apoyo en el amor
de Michel para buscar su verdadero bien en la educación”.
Por su parte, Paul e
Isabelle manifiestan:
Si
nuestra hija Marguerite no siente unidad entre nosotros, se distancia de
nosotros o se acerca a uno rechazando al otro, y hace lo que le da la gana.
Pero en cuanto nos siente en armonía, se vuelve un encanto y ‘recarga baterías’
con nosotros”.
El
gran pánico de los niños es ver a sus padres separarse: “¿Cómo escoger entre
papá y mamá?”, se
preguntan esencialmente los niños. “Me
dan igual sus errores, los necesito a los dos. Si se separan, ¿adónde iré?”.
El primer elemento
constructivo que aporta a los niños la solidez del amor conyugal es el
sentimiento de seguridad, indispensable para elevarse sin temor en la vida. En
el caso de Michel y Amélie, ambos de carácter fuerte, el ambiente no está
siempre soleado.
Pero
nuestros hijos saben que nuestro matrimonio es un sacramento, que para nosotros
es indisoluble. ¡Eso les permite aguantar con un poco más de serenidad nuestras
discusiones!”.
¡Pero qué delicado es el
paso de la comunión conyugal a la comunión familiar! Esposo-esposa,
padre-madre, padres-hijos: esta relación triangular necesita un
reajuste constante, tal y como explica Annie de Butler, psicoanalista.
Sabine
Bidault
Edifa
Fuente: Aleteia