El
secreto para (re)encontrar la serenidad entre las preocupaciones de la vida
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AJR_photo I Shutterstock |
La pérdida de un empleo, una ruptura amorosa, preocupaciones
económicas, enfermedad de un ser querido,… A menudo, nos vemos confrontados con
contrariedades que nos afectan interiormente y que minan la tranquilidad de
nuestras noches y días. ¿Cómo afrontar las turbulencias de la vida sin perder
nuestra serenidad?
“Vivo un periodo difícil, inundada de preocupaciones de
diferente tipo y de las que no consigo abstraerme. Esto tiene repercusiones en
todos los ámbitos de mi vida. ¿Cómo puedo recuperar la serenidad personal, en
mis relaciones, con mi cónyuge, con mis hijos y en un sentido más amplio aún?”.
Esta
situación de tensión extrema que vive Justina ya la conocen muchas otras
personas, debido a preocupaciones económicas o profesionales –sobre todo en
casos de paro–, a la salud de los seres queridos…
¿Cómo atravesar estos periodos difíciles,
dolorosos e incómodos? ¿Cómo
hacer para que cese este tumulto interior que socaba nuestras noches y días?
Retomar el control de nuestras emociones para recuperar la serenidad
Abrirnos sobre estos temas a una tercera
persona, que aportará
una perspectiva emocionalmente desvinculada de las situaciones vividas, podrá
ciertamente ayudar a cambiar nuestra propia perspectiva al ofrecernos un punto
de vista distinto.
Porque lo que
nos perturba es, con frecuencia, más la idea que nos hacemos de algo que el
acontecimiento en sí, por desafortunado que sea.
Justina precisa que ella desea recuperar la serenidad. ¿Sigue siendo accesible
para ella mientras siga atrapada en sus inquietudes?
La serenidad,
esa tranquilidad del alma que tanto valoraba Séneca, no se manifiesta con el
toque de una varita mágica. Para encontrarla o recuperarla, será necesario retomar
el control de nuestras emociones.
Recuperar la confianza en nosotros mismos y
nuestras capacidades para
recuperarnos podrá crear o devolvernos la paz interior.
Hay que ser pacientes:
el tiempo es, sin duda, el mejor aliado.
Vivir y aprovechar el momento presente: admirar un rayo de sol, el canto de un
pájaro, la sonrisa de un niño…
Desarrollar una
mirada positiva frente a esta vida que se nos ha dado, por
infame que pueda ser, nos abre a este estado del alma que es la paz interior.
Jesús, el maestro espiritual por excelencia
Estas actitudes, difíciles de contemplar en
tiempos duros, pueden verse ayudadas por una práctica con cartas de nobleza: la meditación.
Los
cristianos no esperaron a las experiencias de sus hermanos orientales para
desarrollar esta forma de oración silenciosa contemplativa.
Alimentada
por la tradición bíblica y los Padres del desierto, la meditación puede
guiarnos al corazón de nuestra relación con Jesús, el maestro espiritual por
excelencia.
Zarandeados
por la tormenta, permitamos, con la ayuda del Espíritu Santo, que Cristo nos
mire.
Fuente:
Edifa