HACER Y ENSEÑAR
II. Jesús comenzó a hacer y a enseñar. El testimonio de las obras bien
acabadas y de la caridad con todos.
III. No basta con el ejemplo: es preciso dar doctrina, aprovechando todas las
ocasiones y creándolas.
“En aquel tiempo, Jesús
habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -«En la cátedra de Moisés se han
sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no
hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos
pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos
no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que
los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto;
les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las
sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame
maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es
vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os
dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El
primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mateo 23,1-12).
I. El mundo tiene
necesidad de ejemplos vivos. El Señor nos pide a todos ejemplaridad de vida en
medio de los afanes diarios y de un apostolado fecundo, y hemos de pedir para
todas aquellas personas influyentes, los que de alguna manera han de ser el
buen pastor, sean cada día más y más santos. En Jesucristo se da en plenitud la
unidad de vida, la unión más honda entre palabras y obras.
Con
hechos de la vida corriente, vivida con heroísmo, hemos de mostrar a todos que
Cristo vive. “Hemos conducirnos de tal manera, que los demás puedan decir, al
vernos: éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es
fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado,
porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es
Cristo que pasa)
II. El amor pide obras:
coepit Iesus facere et docere (Hechos 1, 1): comenzó Jesús a hacer y luego a
enseñar: tú y yo hemos de dar testimonio del ejemplo porque no podemos enseñar
lo que no vivimos. El buen ejemplo, consecuencia de una auténtica vida de fe,
arrastra siempre, porque no se trata de dar testimonio de nosotros mismos, sino
del Señor.
Él
es el único modelo en quien nos hemos de mirar con frecuencia. De modo
principal debemos imitarle en la forma de tratar a todos. La caridad es el
distintivo que Jesús nos dejó, y en ella nos han de conocer como discípulos del
Señor: En esto conocerán que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre
vosotros. (Juan 13, 35)
También
debemos mostrar su doctrina en un trabajo intenso y bien acabado, en el modo
sobrenatural de llevar la enfermedad, en el descanso, en los apuros económicos,
en el éxito profesional, en el modo de divertirnos y en la alegría habitual,
aun cuando nos cueste a veces sonreír.
III. Hacer y enseñar,
ejemplo y doctrina. El apostolado “no consiste sólo en el testimonio de vida;
el verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, ya
a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles, para instruirlos
confirmarlos y estimularlos a una vida más santa” (CONCILIO VATICANO II,
Apostolicam actuositatem) A través de la propia vida, buscando las ocasiones
para hablar, no desaprovechando ni una sola oportunidad que se nos presente,
damos a conocer al Señor.
Nadie
como María Santísima ha escuchado y guardado la palabra de Dios (Lucas 11, 28);
a Ella nos encomendamos para sacar adelante nuestros propósitos de ejemplaridad
en la conducta diaria.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org