MEDITACIÓN DIARIA: SÁBADO DE LA SEMANA 20 DEL TIEMPO ORDINARIO

HACER Y ENSEÑAR

Dominio público
I.
Ejemplaridad de vida. Con las obras hemos de mostrar que Cristo vive.

II. Jesús comenzó a hacer y a enseñar. El testimonio de las obras bien acabadas y de la caridad con todos.

III. No basta con el ejemplo: es preciso dar doctrina, aprovechando todas las ocasiones y creándolas.

“En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. 

Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mateo 23,1-12).

I. El mundo tiene necesidad de ejemplos vivos. El Señor nos pide a todos ejemplaridad de vida en medio de los afanes diarios y de un apostolado fecundo, y hemos de pedir para todas aquellas personas influyentes, los que de alguna manera han de ser el buen pastor, sean cada día más y más santos. En Jesucristo se da en plenitud la unidad de vida, la unión más honda entre palabras y obras.

Con hechos de la vida corriente, vivida con heroísmo, hemos de mostrar a todos que Cristo vive. “Hemos conducirnos de tal manera, que los demás puedan decir, al vernos: éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa)

II. El amor pide obras: coepit Iesus facere et docere (Hechos 1, 1): comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar: tú y yo hemos de dar testimonio del ejemplo porque no podemos enseñar lo que no vivimos. El buen ejemplo, consecuencia de una auténtica vida de fe, arrastra siempre, porque no se trata de dar testimonio de nosotros mismos, sino del Señor.

Él es el único modelo en quien nos hemos de mirar con frecuencia. De modo principal debemos imitarle en la forma de tratar a todos. La caridad es el distintivo que Jesús nos dejó, y en ella nos han de conocer como discípulos del Señor: En esto conocerán que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros. (Juan 13, 35)

También debemos mostrar su doctrina en un trabajo intenso y bien acabado, en el modo sobrenatural de llevar la enfermedad, en el descanso, en los apuros económicos, en el éxito profesional, en el modo de divertirnos y en la alegría habitual, aun cuando nos cueste a veces sonreír.

III. Hacer y enseñar, ejemplo y doctrina. El apostolado “no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles, para instruirlos confirmarlos y estimularlos a una vida más santa” (CONCILIO VATICANO II, Apostolicam actuositatem) A través de la propia vida, buscando las ocasiones para hablar, no desaprovechando ni una sola oportunidad que se nos presente, damos a conocer al Señor.

Nadie como María Santísima ha escuchado y guardado la palabra de Dios (Lucas 11, 28); a Ella nos encomendamos para sacar adelante nuestros propósitos de ejemplaridad en la conducta diaria.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org