Tu
palabra me sacia
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Bajé
a merendar al refectorio, como tantas tardes, una o dos frutas, y hoy era una
nectarina grande. Como estaba sola, comencé a pelarla, como el que va de campo:
“a dos manos”… Y me daba cuenta de que el jugo rojo se derramaba copioso por
mis dedos y hasta chorreaba en el plato… ¡Esta imagen me hablaba de abundancia,
de donación, a lo grande!…
Y
me vino a la mente que así es la Palabra de Dios, que cada día el Señor nos
regala: nos la entrega a todo el que quiera acercarse a Ella y la pone en
nuestras manos para que la comamos y “nos saciemos de su jugo”…
Viene
envuelta en una piel, que hemos de abrir para recibir el fruto que encierra…
Pero, al comenzar a “pelarla”, ya su jugo se va derramando, chorreando entre
mis manos y fuera de ellas… ¡Es un jugo suave, dulce, fresco, rojo como la
Sangre de Jesús, que se nos ha dado toda entera para el perdón de nuestros
pecados y los de todos los hombres!… ¡Es también muy abundante y “da para
todos” y sacia nuestra sed y deseo de Amor y hambre del Bien Absoluto!…
Después
de pelada mi fruta, me di cuenta de que refrescaba mi boca y paladar y, ¡casi
no había que masticarla!... ¡Y, además, al final, nos da hartura, para
siempre!…
¡Así,
así es la Palabra de Dios!... Nos alimenta sin esfuerzo de triturarla; entra
por todo mi ser y se hace una conmigo… Pero con la Palabra de Dios nos sucede
al contrario que con los alimentos: estos, los asimilamos y “los” (nosotros)
hacemos parte de nuestro cuerpo. Pero su Palabra pasa a todo el hombre entero
y, sin saber cómo, Ella nos asimila en Sí y nos hace “otros Cristos”… ¡Qué
maravilla de la gracia de Dios, que Él nos ha regalado en Jesús, Dios y Hombre
verdadero!…
¡Jesús
es la Palabra del Padre!… ¡“No tiene otra”!... ¡Y siempre, con mucho Amor, nos
la ofrece, para que la acojamos y nos tome para Sí!…
¡Ojalá
nos suceda con la Palabra de Dios como al profeta Jeremías, que nos cuenta en
sus confesiones: “Cuando encontraba Palabras tuyas, las devoraba. Tus Palabras
eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu Nombre fue pronunciado sobre
mí, Señor, Dios de los Ejércitos”!… “Por obra tuya, solitario me senté”… (Jr
15, 16-17).
Hoy
el reto del amor es que te sientes en solitario, un rato, con la Palabra de
Dios en tus manos y que dejes que “su jugo” sacie y empape las ansias de tu
alma…
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma