Inés lleva mes y medio acompañando a las personas
que van a morir en el Hospital Laguna de Madrid
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Gentileza |
Inés tiene 23 años
y está en sexto de medicina. Su último curso. Atrás quedan años de duro estudio
en el colegio para poder entrar en la carrera que quería, y horas y horas de
tomar y releerse apuntes durante años para poder llegar a ser médico.
Como
todos, lo que Inés nunca habría imaginado, es que viviría una pandemia mundial.
Todos hemos sufrido de una manera o de otra las consecuencias del coronavirus.
Muchos han perdido familiares y otros han tenido que vérselas con la covid-19
en sus propias carnes.
Inés
es una de esas personas. La llegada del virus le pilló en una práctica de
urgencias y fue de las primeras en contagiarse. Pero
no es esa la causa de que haya salido en la portada de uno de los periódicos
con más tirada de España.
Es
muy probable que su historia la hayan leído miles de personas, pero tal vez no
conozcan lo que hay detrás de ella. Todo empezó cuando su tía se traslada a
vivir a su casa. Es médico y trabaja en uno de los hospitales de cuidados
paliativos más importantes del país.
Decide
aislarse para no contagiar el virus a sus padres y se va a vivir a casa de sus
familiares que ya lo habían pasado. Todo normal hasta que Mercedes -su tía- le
propone ir de voluntaria al Hospital de Laguna.
Dice “que
hace mucha falta, que las personas contagiadas están muy solas”.
Su hospital se caracteriza por tener una unidad de paliativos muy importante,
donde todos los pacientes van a morir próximamente.
Inés
piensa: “¿Qué voy a ir a hacer yo ahí, con gente terminal?” Pero su tía le
metió el “gusanillo de hacer algo” y ella estaba aburrida en casa. Y
se hace una pregunta “¿Cómo quiero recordar esta cuarentena? ¿Estar dos meses estudiando en mi
casa o hacer algo que merezca la pena de verdad?”
El voluntariado
Inés había
participado en voluntariados en otras ocasiones, pero nunca en un hospital en
medio de la crisis sanitaria más grave de los últimos tiempos. Aun así
“confiada porque ya lo había pasado” y sabiendo que “lo importante es hacer el
bien” decide acceder, antes que seguir “perdiendo el tiempo”.
“Al
principio estaba en la planta de covid y ayudaba porque les quedaba poco
personal -estaban contagiados-“. Inés se dedica a “hacer las camas, dar de
comer… básicamente el papel de los auxiliares. Y sobre todo estaba con los
pacientes, que nadie iba a visitarles”.
Una
joven de 23 años estudiando para ser pediatra o médico de familia, estudia
sexto de medicina por las mañanas y por la tarde se dedica a acompañar
en la muerte a las personas enfermas.
De prepararse para diagnosticar, pasar
consultas, poner tratamientos y dar altas, acaba simplemente sentándose al lado
de una persona moribunda.
El acompañamiento
“Yo estaba
acostumbrada a hacer el papel de médico de 5 minutos”, cuenta Inés. “Cuando se va el médico te
das cuenta de que te cuentan cosas que no se las cuentan a él. He podido ver lo
que espera el paciente de ti. El médico da seguridad, pero tener una persona al
lado con la que pasar el rato y que te está escuchando es súper importante”.
Cuenta que “muchos ancianos te querían dar
besos aunque estuvieras con todas las medidas de protección, te cogían la mano
y no te soltaban”. Eso
sí, “nunca había estado con pacientes que se iban a morir. Me impactó mucho. Me
marcó pero me gusta ver la tranquilidad que había en torno a la muerte y
que se pudiera hablar de ella.
Pero
es que en el Hospital de Laguna en Madrid están acostumbrados a este tipo de
situaciones. “Aquí son médicos brutales, los que venían a hacer prácticas desde
otros hospitales flipaban del trato que se recibe en Laguna. A los pacientes
les gusta que el médico pregunte, están en un momento en el que se sienten
vulnerables y es importante hacerlo bien”.
El truco
Inés dice que se ha
dado cuenta de “lo importante que es acompañar. Estar
ahí. Había una señora, por ejemplo, con la que no conseguía conectar. Su marido
se murió, ella casi… Entonces como no me hablaba me sentaba con ella a ver los
programas de televisión. Ahora en cambio, me pregunta siempre por los exámenes.
Solo con estar ahí, la gente se abre y no necesitas más”.
Su
testimonio es uno de tantos que han surgido en los últimos meses. Entre la
tragedia, han surgido esos “santos de la puerta de al lado” que
llama el Papa Francisco. Y es que Inés tenía un truco. Aunque no saliera en la
portada del periódico donde contaban su historia, la joven -antes de empezar a
trabajar como voluntaria- se pasa todos los días por la capilla antes
de empezar.
“Yo
hago esto por mi fe. Yo sé que si no
rezase al principio, no podría. Le digo que quiero que los que
me vean a mí… le vean a Él. Si no, no lo haría igual de bien. Se trata de ser
instrumento de Dios, ponerte a su disposición con los talentos que tienes”.
Javier González García
Fuente: Aleteia