Dejémonos provocar por Jesús y tengamos el valor de
responderle: “¡Sí, lo quiero!”
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El Santo Padre Francisco celebra la Misa de la solemnidad de los Santos
Pedro y Pablo Apóstoles, Patronos de Roma (Vatican Media)
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En la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo
Apóstoles, Patronos de la ciudad de Roma, Francisco concelebró con diez
Cardenales la Misa en la Basílica vaticana y bendijo los Palios destinados al
Decano del Colegio cardenalicio y a los cincuenta y cuatro arzobispos
metropolitanos nombrados en el curso del año.
Ante no más de noventa personas, distanciadas
oportunamente según las nuevas normas vigentes, junto a Monseñor Lanzani,
Delegado de la Basílica vaticana, el Papa Francisco concelebró ayer por la mañana a
partir de las 9.30, con diez Cardenales de la Curia Roma, la Santa Misa de la
Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo Apóstoles, Patronos de la Ciudad de Roma.
Antes de dar comienzo a la solemne celebración
eucarística, el Santo Padre descendió al Altar de la Confesión para bendecir
los sagrados Palios que habían permanecido durante toda la noche allí, y que
están destinados al Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio
cardenalicio, y a los cincuenta y cuatro arzobispos metropolitanos nombrados en
el último año.
Dos palabras
clave: unidad y profecía
En su homilía, el Pontífice comenzó diciendo que
deseaba ofrecer dos palabras clave: “unidad y profecía”. Y explicó, en cuanto a
la unidad, que hoy se celebran a dos figuras muy diferentes: Pedro, que
era un pescador que pasaba sus días entre remos y redes, y Pablo un fariseo
culto que enseñaba en las sinagogas. A la vez que recordó que cuando emprendieron
la misión, Pedro se dirigió a los judíos y Pablo a los paganos. Y cuando sus
caminos se cruzaron, discutieron animadamente y Pablo no se avergonzó de
relatarlo en una carta.
Pedro y Pablo
“Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí,
pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute,
aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de
inclinaciones naturales, sino del Señor. Él no nos ordenó que nos lleváramos
bien, sino que nos amáramos. Es Él quien nos une, sin uniformarnos”
Tras destacar que la primera lectura de este día
conduce a la fuente de esta unidad, el Santo Padre explicó que la Iglesia,
recién nacida, estaba pasando entonces por una fase crítica, donde Herodes
arreciaba su cólera, la persecución era violenta y el apóstol Santiago había
sido asesinado, a la vez que Pedro estaba arrestado. De manera que “la
comunidad parecía decapitada” y “todos temían por su propia vida”. Pero la
comunidad obtuvo de la oración la valentía, y “de la oración vino una unidad
más fuerte que cualquier amenaza”.
“La unidad es un principio que se activa con la
oración, porque la oración permite que el Espíritu Santo intervenga, que abra a
la esperanza, que acorte distancias y nos mantenga unidos en las dificultades”
La gracia de
saber cómo rezar unos por otros
Después de preguntarse si cuidamos nuestra unidad con
la oración, y so rezamos unos por otros, el Papa invitó a pedir la gracia de
saber cómo rezar unos por otros.
“San Pablo exhortó a los cristianos a orar por todos
y, en primer lugar, por los que gobiernan (…). Sólo la oración rompe las
cadenas, sólo la oración allana el camino hacia la unidad”
Francisco recordó que en este día se bendicen los
Palios, que se entregan al Decano del Colegio cardenalicio y a los Arzobispos
metropolitanos nombrados en el último año. Y explicó que el palio recuerda la
unidad entre las ovejas y el Pastor que, como Jesús, carga la ovejita sobre sus
hombros para no separarse jamás.
“Hoy, además, siguiendo una hermosa tradición, nos unimos
de manera especial al Patriarcado ecuménico de Constantinopla. Pedro y Andrés
eran hermanos y nosotros, cuando es posible, intercambiamos visitas fraternas
en los respectivos días festivos: no tanto por amabilidad, sino para caminar
juntos hacia la meta que el Señor nos indica: la unidad plena”
Cercanía al
Patriarcado de Constantinopla
A la vez que agregó que ellos no lograron viajar a
causa del coronavirus:
“Pero cuando bajé a venerar los restos de Pedro, sentí
en mi corazón, a mi lado, a mi amado hermano Bartolomé. Ellos están aquí con
nosotros”
De la segunda palabra, profecía, el Pontífice destacó
que ambos apóstoles fueron provocados por Jesús, cuando preguntaba: “¿Quién
dices que soy yo?”. Momento en que Pedro entendió que al Señor no le interesan
las opiniones generales, sino la elección personal de seguirlo. También la vida
de Pablo cambió después de una provocación de Jesús: «Saúl, Saúl, ¿por qué me
persigues?». De este modo el Señor lo sacudió en su interior; más que hacerlo
caer al suelo en el camino hacia Damasco, hizo caer su presunción de hombre
religioso y recto. Entonces el orgulloso Saúl se convirtió en Pablo, que
significa “pequeño”.
“Después de estas provocaciones, de estos reveses de
la vida, vienen las profecías: ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia’; y a Pablo: ‘Es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a
pueblos’. Por lo tanto, la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios;
no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control”
Pedro y Pablo,
profetas que ven más allá
De Pedro el Santo Padre recordó que es el primero que
proclama que Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Mientras Pablo
anticipa el final de su vida: “Me está reservada la corona de la justicia, que el
Señor […] me dará”. Por esta razón afirmó:
Hoy necesitamos la profecía, una profecía verdadera:
no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el
Evangelio es posible. No se necesitan manifestaciones milagrosas, sino vidas que
manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia; no
las palabras, sino la oración; no las declamaciones, sino el servicio; no la
teoría, sino el testimonio.
“No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres; no
ganar para nuestro beneficio, sino gastarnos por los demás; no necesitamos la
aprobación del mundo, sino la alegría del mundo venidero; ni proyectos
pastorales eficientes, sino pastores que entregan su vida como enamorados de
Dios”
Después de recordar que Pedro y Pablo anunciaron a
Jesús como enamorados, el Obispo de Roma dijo que Jesús profetizó a Pedro: “Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Y añadió que hay también
una profecía parecida para nosotros. Se encuentra en el último libro de la
Biblia, donde Jesús prometió a sus testigos fieles: “una piedrecita blanca, y
he escrito en ella un nuevo nombre”. De manera que:
“Como el Señor transformó a Simón en Pedro, así nos
llama a cada uno de nosotros, para hacernos piedras vivas con las que pueda
construir una Iglesia y una humanidad renovadas”
Ciudad del Vaticano
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