La Iglesia celebró ayer, a los santos patrones de Roma, los Apóstoles Pedro y Pablo
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2020.06.29 Ángelus. Papa Francisco (Vatican Media)
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El Papa Francisco nos pregunta a cada uno de nosotros: “Hoy, ante los Apóstoles,
podemos preguntarnos: “Yo, ¿cómo presento la vida? ¿Pienso sólo en las
necesidades del momento o creo que mi verdadera necesidad es Jesús, que hace de
mí un regalo? ¿Y cómo construyo mi vida, sobre mis capacidades o sobre el Dios
vivo?”.
Ayer
se celebró la solemnidad de San Pedro y Pablo. El Papa Francisco presidió la
Misa en la Basílica de San Pedro a las 9,30 y se bendijo los Palios para los
nuevos arzobispos metropolitanos. Además, como es tradición, la Iglesia se une
de manera especial al Patriarcado ecuménico de Constantinopla. Pedro y Andrés
eran hermanos, dijo el Papa en su homilía “y nosotros, cuando es posible,
intercambiamos visitas fraternas en los respectivos días festivos: no tanto por
amabilidad, sino para caminar juntos hacia la meta que el Señor nos indica: la
unidad plena”.
Luego
a las doce el Papa se dirigió al apartamento apostólico, para dirigir el rezo
mariano del Ángelus. A los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, les dijo
en su alocución previa al rezo mariano, que es un “regalo encontrarnos rezando
aquí, cerca del lugar donde Pedro murió como mártir y está enterrado”.
Sin
embargo, la liturgia de hoy, dijo el Papa, recuerda un episodio completamente
diferente: relata que varios años antes Pedro fue liberado de la muerte. Había
sido arrestado, estaba encarcelado y la Iglesia, preocupada por su vida, rezaba
incesantemente por él. Entonces un ángel bajó para liberarlo de la prisión.
“Pero incluso años después, cuando Pedro estuvo prisionero en Roma, la
Iglesia ciertamente habría rezado. Sin embargo, en aquella ocasión, no se le
perdonó la vida. ¿Cómo es que fue liberado de la primera sentencia y luego
no?”, se pregunta el Pontífice.
Pedir a Dios nos la mayor
gracia, la de dar la vida
Francisco
dijo a los presentes que “hay un camino en la vida de Pedro que puede iluminar
el camino de nuestra vida. El Señor le concedió grandes gracias y lo liberó del
mal: también lo hace con nosotros”. A menudo, acudimos a Él sólo en
momentos de necesidad. Pero Dios, señaló, ve más allá y nos invita a llegar más
lejos, a buscar no sólo sus dones, sino a Él; a confiarle no sólo los
problemas, sino la vida. De esta manera, Él puede finalmente darnos la mayor
gracia, la de dar la vida. Sí, lo más importante en la vida es hacer de la
vida un don.
“Y
esto es válido para todos: para los padres con sus hijos y para los hijos con
sus padres ancianos; y aquí me recuerda a tantos ancianos, que son dejados
solos por la familia, como - me atrevo a decir - como si fueran material de
desecho. Y este es un drama de nuestro tiempo: la soledad de los ancianos. La
vida de los hijos y nietos no es un regalo para los ancianos. Dios desea
hacernos crecer en el don: sólo así podemos ser grandes. Miremos a San Pedro:
no se convirtió en un héroe porque fue liberado de la prisión, sino porque dio
su vida allí. Su don ha transformado un lugar de ejecución en el hermoso lugar
de esperanza en el que nos encontramos”.
No sólo la gracia del
momento sino la gracia de la vida
En
su alocución, el Papa dijo a los presentes, que hay que pedirle a Dios: no
sólo la gracia del momento, sino la gracia de la vida.
“El
Evangelio de hoy nos muestra precisamente el diálogo que cambió la vida de
Pedro. Se encontró ante la siguiente pregunta de Jesús: “Quién dices que
soy yo?”. Y respondió: «Tú eres el Hijo de Dios vivo». Y Jesús contestó:
«Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás». Jesús dice bienaventurado, es
decir, literalmente, feliz. Tomemos nota: Jesús dice “Bienaventurado eres”
a Pedro, que le había dicho “Tú eres el Dios vivo”. ¿Cuál es entonces el
secreto de una vida dichosa, feliz? Reconocer a Jesús, pero a Jesús como Dios
vivo.
Reconocer a Jesús como
Dios vivo
Por
último, el Pontífice, nos dice que no importa saber que Jesús fue grande en la
historia, no importa apreciar lo que dijo o hizo: importa el lugar que le
concedemos cada uno de nosotros en nuestras vidas.
“En
ese momento Simón escuchó a Jesús decir: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia». No le llamó “Piedra” porque fuera un hombre
sólido y de confianza. No; cometerá muchos errores, llegará incluso a negar al
Maestro. Pero eligió construir su vida sobre Jesús; y no – como dice el
texto – sobre “la carne ni la sangre”, es decir, sobre sí mismo, sobre sus
capacidades; sino sobre Jesús. Jesús es la roca en la que Simón se
convirtió en piedra”.
Por
último, el Pontífice dijo, hoy, ante los Apóstoles, podemos preguntarnos: “Y
yo, ¿cómo presento la vida? ¿Pienso sólo en las necesidades del momento o creo
que mi verdadera necesidad es Jesús, que hace de mí un regalo? ¿Y cómo
construyo mi vida, sobre mis capacidades o sobre el Dios vivo?” El Papa
finalizó encomendándonos a María: "Y ella interceda para que nosotros
podamos, con la gracia de Dios hacer de nuestra vida un regalo, un don".
Patricia
Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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