María Rocío, es una religiosa misionera de
las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima cuya labor es llevar la Palabra de Dios
allá donde los sacerdotes no pueden hacerlo o únicamente pueden ir una o dos
veces al año
Estas
monjas misioneras tienen como carisma
llegar
a los lugares más inhóspitos y recónditos
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Ya sea en la
Amazonia o en las montañas del Perú, esta monja llega a caballo, en bicicleta, en barca o en
cualquier transporte que les permita llegar a sus misiones.
Dada su misión tan particular de ir a sitios
recónditos donde la Iglesia no tiene estructura, las religiosas de esta
congregación tienen
permiso de la Santa Sede para poder bautizar, asistir a matrimonios o realizar
entierros.
Ayudar a la gente pobre
Esta monja lleva
14 años como misionera y ahora dentro de su orden tiene otra misión
importante pero diferente a lo que había vivido hasta ahora. Se encuentra en
Roma estudiando Comunicación Social e Institucional en la Universidad de la
Santa Cruz gracias a una beca de CARF (Centro
Académico Romano Fundación) y su campaña “Que
ninguna vocación se pierda”.
Nacida en Argentina, Rocío vivió una adolescencia
en la que Dios no tenía ningún interés para ella, pese a que sus padres eran
devotos católicos. Pero al mudarse de casas empezó a ir a un colegio al que
también asistían algunos chicos del seminario menor. “Me impresionó mucho ver a jóvenes de mi edad entregando su vida
a Dios, en especial uno de mis compañeros que ahora es sacerdote”, explica.
Este hecho le hizo preguntarse “que debía hacer” en
su vida, hasta que se dio cuenta de que quería seguir ese mismo camino. Un
retiro ratificó esa decisión de entregarse a Dios. “Pero, ¿a dónde ir?, ¿dónde
servir al Señor? Una cosa
tenía clara: quería ayudar a la gente pobre”, relata Rocío.
Tras visitar varias congregaciones finalmente
conoció y se enamoró de las Misioneras de Jesús Verbo y
Víctima. Tras acabar la Secundaria ingresó en el convento.
Misionera en
lugares abandonados
Esta monja
explica que su congregación “tiene
como carisma trabajar en lugares abandonados, alejados y pobres que
carecen de sacerdotes residentes. Nosotras vamos a estos lugares y compartimos
el abandono con nuestra gente acompañándolos espiritualmente”.
De este modo, la hermana Rocío (María del Valle
Roco) asegura preparan a estas personas “por medio de una adecuada catequesis,
para que un sacerdote los
visite una o dos veces al año y puedan acercarse a los sacramentos bien
preparados. Por vivir en zonas de difícil acceso, donde es imposible
participar de la Santa Misa todos los días, celebramos una paraliturgia para
explicar el evangelio y administramos el sacramento de la Eucaristía a los
fieles que han podido confesarse”.
Una de las particularidades de su misión es que
debido a la vocación de su congregación y a la formación que reciben tienen
permiso de la Santa Sede para “administrar el sacramento del Bautismo, asistir
a matrimonios, ayudar a nuestros feligreses al buen morir. También dirigimos
entierros, enseñamos las verdades religiosas y les ayudamos según nuestras posibilidades, en sus
necesidades temporales”.
A caballo, bicicleta, andando y
hasta en carruaje
Tras un periodo
de estudio que va de los 6 a 7 años, el primer destino misionero para la
hermana Rocío fue “La Candelaria”, en Santiago del Estero, una de las zonas más
pobres de Argentina. “Para poder llegar a nuestros pueblitos, las religiosas
utilizamos todos los medios de transporte disponibles. Por eso, aparte de llegar a pie o
camioneta, vamos a caballo, carruajes, bicicleta, etc”, señala.
Esta religiosa confiesa que una de las experiencia
más bonitas que ha podido vivir como mujer consagrada a Dios es la de “pedalear 20 o 25 kilómetros, por
esos caminos arenosos y silenciosos de Santiago llevando el Santísimo. La
naturaleza se siente en toda su expresión y podemos meditar la bondad y
misericordia del Señor que a veces se vale de instrumentos tan indignos como
nosotros para llevar la Buena Nueva de la Salvación”.
Una vez que llegan a las comunidades que tienen a
su cargo, sus habitantes
las esperan para la catequesis y la Palabra. Es toda una fiesta para estos
pueblos aislados que “las madrecitas”, como las llaman, puedan ir a visitarlos.
Tras tres años en este destino, situado en la
calurosa llanura argentina donde se dan temperaturas de hasta 50º fue enviada a
la sierra del Perú, a misiones situadas entre los 3.500 y los 5.000 metros de
altura.
"El Señor siempre está con
nosotras"
En su opinión,
ambas realidades “son muy distintas unas de otras, pero para mí siempre muy hermosas,
porque la vida misionera me encanta. Caminar por esos lugares tan inhóspitos, dónde también hay almas
que tienen hambre de Dios, llevando la alegría del Evangelio, a pesar del
frío, de la distancia o de las dificultades es una experiencia que no la
comparo con nada”.
“Nosotras como misioneras, vamos a lugares muy difíciles
geográficamente, pero no imposibles, porque sabemos que el Señor siempre
está con nosotras”, afirma convencida.
La importancia de la formación
En su carisma,
esta congregación tiene muy presente que para enseñar a la gente sencilla las
religiosas tienen que tener muchos conocimientos para así “transmitir las grandes verdades de la fe de una forma accesible
y comprensible para todos”. Es por ello que la hermana Rocío se
encuentra ahora en Roma ampliando sus estudios gracias a los benefactores de
CARF.
“Estoy estudiando la Licenciatura de Comunicación
Social e Institucional, ya que las redes sociales son también un lugar que necesita ser
evangelizado, y necesita de Dios. También podré, algún día, ayudar a
mi Congregación en la transmisión de su misión y labor pastoral dentro de la
Iglesia. La Santa Madre Iglesia, a quien nuestro fundador nos enseñó a amar con
un cariño y fidelidad entrañables, es tan universal, tan maternal y siempre
actual, que busca estar presente en cada rincón del planeta”, señala.
Esta monja recuerda que “no buscamos el aplauso ni la admiración de las personas o del
mundo, sino que todo lo hacemos para mayor gloria de Dios y salvación de
las almas, quedando con esto satisfechos todos nuestros anhelos, donde
procuramos hacer del mejor modo posible aquello que es la Voluntad de Dios. Soy
feliz de haber sido elegida por Dios para ayudar a los más necesitados, y por
mi vocación misionera acercar a Dios a tantas almas que necesitan de Él”.
J. LOZANO
Fuente: ACI