Teresa Robles, madre de
siete hijos (dos con discapacidad) relata su soledad, terror, apoyo del
personal sanitario y cómo sintió el amor de Dios
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Teresa Robles y su marido |
María Teresa
Robles es una famosa instagramer por su perfil @ponundownentuvida que
abrió a raíz del nacimiento del pequeño de sus siete hijos José María,
con síndrome de Down. Tiene más de 38.000 seguidores. Ha estado a punto de
morir por Covid-19.
Relata en el blog de antiguas alumnas del
colegio Montealto de Madrid su experiencia, su soledad en el hospital, el apoyo
del personal sanitario y como sintió el amor de Dios como nunca antes lo había
experiementado.
Titula su
artículo: "Y llegó el coronavirus a
nuestra familia". Por su interés, reproducimos
íntegramente su testimonio.
Una idea difuminada de la
pandemia
"Me
llamo María Teresa Robles y soy AA de Montealto. Estoy casada y tengo 7 hijos.
Durante los últimos días de febrero y primeros
de marzo todos en España tuvimos una idea algo difuminada de lo que podría ser
el coronavirus (COVID-19) que asolaba China e Italia y por supuesto no teníamos
ni idea de la transcendencia de lo que nos iba a pasar en España y en nuestras
vidas. Pero sí tenía claro que en mi familia lo cuidaríamos más de lo
normal por la situación de mi pequeño José María.
José María
es el pequeño de mi casa, tiene 8 años recién cumplidos y síndrome de
down y desde el 2016 esta diagnosticado de leucemia. Por un tratamiento
que recibe no es posible que genere anticuerpos que luchen con COVID- 19.
Con esta realidad en nuestras vidas nos enfrentábamos a la pandemia, sin
saberlo todavía.
Neumonía bilateral
grave
El día 10 de
marzo me acerqué al médico porque no me encontraba bien, me hicieron la famosa
PCR, cuyo resultado me dieron 5 días después. Mientras, me mandaron a casa
aislada por un posible positivo en coronavirus. Al día siguiente el Presidente
del Gobierno declaró el estado de Alerta en España. Nuestras vidas quedaron
congeladas.
Esto suponía un cambio radical en la vida de
todos. Hijos en casa, padres teletrabajando y en mi caso madre aislada en una habitación,
con miedo de poder contagiar a nuestro pequeño José María.
Mi familia
me cuidaba con mucho cariño, sin tocarme ni besarme. Empecé a empeorar y el 16 de marzo ingresé en el hospital con una
neumonía bilateral grave.
Cuando me llevó mi marido al hospital no pensé
que me iba a quedar ingresada. Me dejó en la puerta de urgencias ya que él no
podía entrar. No nos
despedimos porque pensamos que me volvería a casa. Pero no
fue así.
"Pedía a Dios que parara el
mundo"
Cuando te
ingresan lo más duro es la soledad. Estaba en
una habitación sola. Nadie me consolaba, ni me tocaba, ni me daba conversación. Lo
primero que me dijeron es que intentarían pasar lo menos posible para evitar
contagios. En la televisión cada día aumentaban por centenares el número de
contagios y el número de fallecidos no bajaba de 800. Esto se agravaba por la
falta de medios de los sanitarios para atendernos.
Siendo enfermo te crea una doble sensación, no
quieres ser tú la causa de su contagio y por otro lado, el momento de relación con el equipo que atiende
era un momento muy esperado. Os aseguro que se necesita
como el respirar. Además eran puro cariño.
Mi situación
cada vez empeoraba más. No me salía casi la voz e intentaba guardar lo
poquito que tenía, para mi familia. No quería preocuparles.
"Llama a tu familia y despídete"
La soledad
tiene algo bueno. No tienes más remedio que pensar. Y con la vida tan rápida
que llevamos es muy difícil. Llevaba tiempo pidiéndole a Dios que parará el
mundo que yo no llegaba. Siempre iba por detrás de todo y de todos. Necesitaba
ese tiempo. Nunca pensé que se lo tomaría de manera literal.
Un día, vino la médico que
me atendía (que fue un ángel para mí) y me dijo: Teresa ya no podemos hacer nada más por ti en
planta. Te tenemos que bajar a la UCI para sedarte y darte la ayuda que
necesitas. Llama a tu familia y despídete.
En ese
momento, me di cuenta de la gravedad de la situación. Había visto suficientes
telediarios para saber que la mayoría, en ese momento, no salían
adelante.
"El terror se apoderó de
mí"
El terror se
apoderó de mí. En pocos minutos pensé en que no me había despedido, que no les
había dicho a cada uno que les quería y lo mucho que me importaban. Y que me
parecían un regalo en mi vida. No les había mirado a los ojos para llegar a su
alma.
Ese miedo debió traspasar la mascarilla, debió
verse reflejado en mis ojos de tal manera que la médico, mirándome con mucho
cariño propuso probar algo que hacían en la UCI, sin salir de la habitación. Si funcionaba no haría falta sedarme.
Llamé a mi marido y no me cogió; le dejé un
mensaje contándole lo que pasaba y que rezara e
hiciera rezar. Lancé ese mensaje a varios chat sin
explicar mucho mi situación.
Mi gran
miedo era morir sola. Me sentía triste y con un gran vacío.
La gente empezó a rezar y lo pasaron a
muchísima gente que sin conocerme pedía mi curación.
"Ánimo, no
estás sola"
Según se fue
la médico dejándome todas las indicaciones de lo que tenía que hacer, entraron mi enfermera y auxiliar con
una hoja que ponía: ÁNIMO, NO
ESTAS SOLA.
Me lo pegaron en la puerta para que lo viera;
yo me puse a llorar. Para animarme mientras me consolaban con palabras, la
enfermera me cogió la pierna con su mano (con guante) como señal de cariño. Era la primera vez que me tocaban. Aun
a pesar de todas las protecciones, mascarillas, guantes y demás, sentí el cariño de estas personas.
Gracias a
esa muestra de cariño, me vino una frase de manera muy potente: NO ESTOY SOLA, SOY HIJA DE DIOS.
"Sentí el amor de Dios
como jamás lo había experimentado"
Esa fuerza,
me trasladó a los brazos de Jesús. Allí estaba yo, metida mi cara en su pecho
mientras me abrazaba y me consolaba. Ya no tenía miedo. Me sentí muy querida.
Sentí el AMOR DE DIOS, como jamás lo había
experimentado llegando a los rincones más profundos de mi alma, esos que tenía
olvidados porque no quería recordar. No me lo imaginé, no tengo tanta
imaginación. Era tan real como el sol. Lloré. Todavía al contarlo lloro de
emoción. Lo sé. Fue un regalo. Un regalazo.
Ya no me
importaba morir, no sentía miedo. No quería pero no tenía miedo. Le pedí que me
dejara vivir, para poder despedirme, para poder rehacer tantas cosas que tenía
que enderezar.
Como veis por lo que escribo, empecé a mejorar,
muy despacio, eso sí.
"Vuestro cariño también nos cura"
Cuando
pasaba alguien a la habitación les agradecía muchísimo lo que hacían, aunque me
hicieran daño, porque sabía que se jugaban la vida por mí. Un día en dos folios
les escribí: : GRACIAS,
VUESTRO CARIÑO TAMBIÉN NOS CURA. Y lo pegué en la puerta
por la parte del pasillo para que al pasar lo vieran todos. Era la única manera
de agradecerles desde mi sitio.
La visión de
la vida te cambia por completo. Ya no quería, ni quiero ser la misma. Empecé
a rezar con más cercanía, de amigo a amigo. Pensé, si esto ha sucedido por la
cantidad de gente que ha rezado por mí, yo no puedo mirarme el ombligo. A mí me
toca rezar por todos los que están sufriendo y de día de noche como habían
hecho tantos por mí.
Me dieron el
alta hospitalaria, en cuanto respiré sin oxígeno. Pero seguía en positivo de
covid y con neumonía.
"¡Qué emocionante llegar a casa!"
¡¡Que
emocionante llegar a casa!! Me esperaban a tres metros aplaudiéndome, no les podía besar ni abrazar, ni tocar, pero
les dije que les quería y les mire a los ojos a cada uno, para acariciar su
alma.
Me volvía a
encerrar en mi habitación. Estuve 1 mes más. Solo
oírles me daba la vida. Todavía me encuentro mirándoles y pienso: si yo les
quiero así, cómo les querrá Dios.
Todos estaban felices, se notaba en los tonos
de voz, en las canciones, se volcaron en detalles de cariño: en las
bandejas de comida muchas veces ponían flores hechas con distintos materiales o
un corazón o notas de cariño. Al pasar por mi puerta les salía un TE QUIERO que
me esponjaba el corazón. .. y tantos detalles
que dejo
para la intimidad familiar.
"José María se contagió"
Pese a todos
los cuidados, José María se contagió.
Yo en la habitación sin poder salir y mi marido
con nuestro pequeño en el hospital una semana entera. Volvió a casa no del todo
curado. A los pocos días volvió la fiebre y José María otra vez al hospital. Después de otros veinte días con su UCI
incluida, José María ha dado negativo. Todavía tiene neumonía y
necesita algo de oxigeno por la noche pero ya está mucho mejor.
Dios le quiere de manera especial. Es su amigo.
Por eso me despido, con la confianza que tenemos las Antiguas Alumnas de
Montealto, pidiéndoos que lo incluyáis en vuestras oraciones, para que
termine de curarse definitivamente.
Gracias a todas".
Fuente: ReligionConfidencial