La
verdad más auténtica
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Llevo
varios días en que continuamente estoy observando aquel yogur donde puse las
semillas germinadas que encontré en una manzana. Lo cierto es que no me lo creo
ni yo, pero, ¡¡han brotado!!
Me
encanta ver cómo, día tras día, a velocidades de vértigo, el interior del
“semillero improvisado” se va transformando: primero apareció un bultito verde,
luego otro, y otro... después ese se abrió en tres hojitas, el otro en dos...
¡y cada día están más altos! ¡Hasta he tenido ya que trasplantarlos!
Como
dicen que es muy bueno hablarles, yo saludo alegremente a “mis manzanitos” cada
vez que los riego.
Sin
embargo, el otro día caí en la cuenta: si yo encontrase esos tallos en mitad
del campo, estaría convencida de que no son más que hierbajos. A esos tallos
blanquecinos con dos hojillas, ¡ahí estaba yo, llamándoles “manzanitos”!
Cualquiera
podría tomarlos por mala hierba... cualquiera menos yo, que he recogido sus
semillas, que los he plantado. Bien, es verdad que ahora mismo no tienen
ninguna apariencia de árbol, pero yo lo sé: son manzanos.
Este
hecho me hizo comprender un poco lo que debe sentir el Señor cuando nos mira. A
pesar de nuestras apariencias, fallos, caídas, debilidades... Él sabe lo que
realmente somos. Aunque ahora no lo parezcamos, Él conoce nuestra verdad más
auténtica.
Cristo
ha dado toda Su sangre por ti. Para Él, eres la persona más valiosa del mundo.
Lo hizo todo por ti. Porque te ama, como eres y como estás. Y porque no olvida
jamás lo que estás llamado a ser: santo, heredero del Reino.
Él
plantó tu semilla. Nada de lo que hagas podrá hacerle olvidar su amor por ti.
Ninguna apariencia de hierbajo, por pobre que sea, le hará olvidar el gran
árbol que ha soñado que seas. Eres fruto de un sueño de Dios, un proyecto de Su
amor. Él apostó por ti, y seguirá haciéndolo hasta el final. Porque sabe que
tus errores no te definen; tu verdad más auténtica, lo que te define, es el
amor que Cristo te tiene.
Hoy
el reto del amor es creer en el amor de Cristo, confiar en Su proyecto para ti.
Tal vez, si mis manzanitos se viesen a sí mismos ahora, pensar en convertirse
en árboles les parecería una utopía. Lo mismo nos puede pasar a nosotros: podemos
vernos pequeños, débiles... Pero te aseguro que no podemos ni imaginar los
grandes planes que Cristo ha diseñado para ti y para mí. Para alcanzarlos, tan
solo se necesita fe: ponerse en manos del Señor, ¡y dejarse hacer! Él, que
plantó tu semilla, ¡sabe cómo cuidarla! Y desea hacerlo, porque te ama.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma